Yolanda Díaz, "la niña del PCE" que tomó el timón de la izquierda
Nada más cumplir la mayoría de edad se afilió al Partido Comunista y en 2012 fichó a Iglesias como su asesor. Su carácter, forjado con el acero de los astilleros de Ferrol, le ha llevado siempre a rechazar tutelas. Ahora, repetirá como vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo.
Con solo cuatro años, Santiago Carrillo le besó la mano. "Vino a Ferrol a dar un mitin multitudinario. Él era un hombre de la época, así que me cogió la mano y me la besó. Yo le dije a mi madre: 'Mamá, ¿este señor qué me ha hecho?'". Este pasaje podría pasar como una simple anécdota en la vida de Yolanda Díaz, pero aquel caballeroso gesto del exlíder del Partido Comunista Español (PCE) reforzó sin pretenderlo el nexo de unión con los derechos sociales y laborales que han marcado la trayectoria vital de la mujer que ha tomado el timón de la izquierda española.
La actual vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, que revalida ahora su cargo en el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez, tiene la política en las venas al ser hija de un representante sindical afiliado al PCE y sobrina de un líder de la izquierda gallega. Nació, además, en el humilde barrio de San Valentín, en Ferrol, bajo el ruido de uno de los astilleros de la ría. Allí, entre los hombres que forjaban su destino trabajando el acero, Díaz fue tomando conciencia de clase y liderazgo hasta afiliarse al PCE nada más cumplir la mayoría de edad. Empezó filología, pero rápidamente se matriculó en Derecho para acabar abriendo su propio despacho. Así, comenzó a ejercer de abogada laboralista.
Su carrera política comenzó en 2005 como coordinadora nacional de Izquieda Unida (IU), cargo que cambió en 2008 accediendo a la secretaría de Políticas Sociales de IU y posteriormente como candidata de IU a la Xunta de Galicia en 2009.
En 2012, decidió aparcar su carrera como abogada para centrarse en Alternativa Galega de Esquerda, una confluencia de izquierdas que consiguió nueve diputados en las elecciones autonómicas de aquel año. Fue en esa época cuando la actual vicepresidenta conoció a Pablo Iglesias, un nombre clave en su ascenso político. El exlíder de Podemos, antes de emerger como brújula de la izquierda de tertulia en tertulia, ejerció como su asesor durante la campaña. En un tuit, él incluso la apodó públicamente y de forma cómplice como "la niña del PCE". Una buena sintonía que se quebraría años después de que Iglesias la nombrara ministra y, posteriormente, la señalara como su sucesora.
Antes, Díaz también saboreó el desencuentro político con otros dos hombres: el alcalde socialista de Ferrol, Vicente Irisarri, y Xosé Manuel Beiras, líder del BNG. Su fuerte carácter y el carisma arrollador que desprende le han impedido, por naturaleza, aceptar tutelas ni segundos planos. “Estoy harta de ser 'de' hombres, tengo vida propia, perfil propio y proyecto propio”, llegó a asegurar hace unos meses cuando se le preguntaba de forma insistente por su guerra con Iglesias. En esa misma conferencia, también dijo: "Los hombres de izquierdas son un peñazo. Se creen que ellos no son machistas porque son de izquierdas. No hay cosa peor en el mundo".
Pese a ser actualmente líder de la cuarta formación política más importante, Díaz se ha jactado en todo momento de no tener ambición. “Siempre hay que convencerme para todo”, dijo en 2009 cuando era la única mujer candidata a la Xunta. “Cuando la llamó Iglesias para que fuera ministra de Trabajo estaba limpiando cristales de su casa de Ferrol, le dijo que no y no la intentó convencer porque la conoce, y le colgó el teléfono dejándola casi con la palabra en la boca”, escriben por su parte Manuel Sánchez y Alexis Romero, en el libro biográfico "Díaz, Yolanda Díaz. La dama roja".
Pero Yolanda acabó siendo ministra y, durante su cargo, prohibió los despidos y estuvo al frente de la tramitación de los ERTE durante la pandemia del coronavirus, derogó el despido por baja médica, acordó la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta los 1080 euros, y, sobre todo, logró sacar adelante una reforma laboral pactada con patronal y los sindicatos y que logró el aval del Congreso gracias al voto por error del popular Alberto Casero. Un golpe de suerte que salvó su carrera al dejar entrever que habría dimitido en caso de fracasar. “Iba a tomar las decisiones que fueran precisas por coherencia”, aseguró.
Por el contrario, Díaz se deshizo del tutelaje de Iglesias, 'se independizó' de Podemos y construyó en tiempo récord una plataforma política - Sumar - que logró aglutinar para las generales del 23 de julio a 16 diferentes partidos. El resultado: tres millones de votos y 31 escaños.
A diferencia de los vericuetos con Podemos, Pedro Sánchez ha encontrado con ella una alianza fuerte con la izquierda a la izquierda del PSOE. Para el disfrute popular están los emocionados besos que suelen brindarse en público o el 'peloteo' mutuo que exhibieron en el debate 'a tres' de RTVE de la última campaña. Y eso que tiempo atrás, cuando se fajaba en la política gallega, Yolanda llegó a decir que "con el PSOE era imposible gobernar".
Y aunque ya no ostenta el cargo simbólico de "niña del PCE" y se fue al Vaticano para verse con el Papa Francisco, la sangre 'roja' sigue corriendo por las venas de la ministra. Incluso, cuenta que ese fue el color de su vestido de novia el día que contrajo matrimonio con Andrés, "su compañero de vida". Se conocieron con veinte años en las fiestas y los bares de Santiago y tienen una hija en común: Carmela. Precisamente, lo que más le duele a Díaz en este trasiego irrefrenable que conlleva dedicarse a la política es pasar poco tiempo con su niña. Irene Montero, a quien a la postre vetó en las listas de Sumar, dijo un día sobre ella: "Es una mujer todoterreno y una buena persona capaz de entregar muchas horas de su vida restándoselas a su hija para luchar por su país".
Su cambio de estilo en su imagen y vestuario también le ha granjeado críticas machistas en estos últimos meses. "Le dedica mucho tiempo a la peluquería", dijo recientemente sobre ella en televisión Alfonso Guerra. En la radio, Federico Jiménez Losantos la apodó como "La Fashionaria". Un mote que ella ha sabido darle la vuelta para convertirlo en todo un valor propagandístico y que ha calado especialmente entre el electorado joven. Ahora, la 'dama roja' está preparada para seguir trabajando en la nueva legislatura con objetivos como la jornada laboral de 35 horas o una inminente nueva subida del SMI. Y en busca de esos nuevos retos, seguro que Yolanda haría suya esta frase de la verdadera Pasionaria: “El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, sino el que vuelve sin miedo a la batalla.”