X o cómo Elon Musk descubrió todas sus posibilidades durante una Super Bowl

X o cómo Elon Musk descubrió todas sus posibilidades durante una Super Bowl

El magnate ha ido modificando el algoritmo de lo que antes era Twitter a su antojo, logrando que predominen los mensajes extremistas hasta el punto de influir en elecciones, ganar poder... Y lograr que mucha gente quiera darse de baja.

Elon Musk, con Donald Trump de espaldas durante la campaña.Jabin Botsford/The Washington Post via Getty Images

Durante la Super Bowl de febrero de 2023 que enfrentaba a los Eagles contra los Chiefs, Elon Musk, que no hacía mucho había comprado Twitter por 44.000 millones de dólares, escribió un tuit en el que mostraba su apoyo a los primeros. “Go Eagles!!!”, redactó junto a varias banderas estadounidenses. Quien también escribió un tuit en aquel momento y también para apoyar a los Eagles fue el presidente estadounidense Joe Biden. “Como vuestro presidente, no estoy eligiendo favoritos. Pero, como marido de Jill Biden, volad, Eagles, volad”, escribió. Y por qué contamos esto. Básicamente porque lo que ocurrió después demuestra de la mejor de las maneras cómo es el hombre más rico del mundo y uno de los elegidos por Donald Trump para su nuevo Gobierno.

Ese día Musk se enfadó mucho, tanto que terminó eliminando su tuit. Y no fue porque los Eagles perdieran. Su cabreo llegó al comprobar que el texto de Biden había sido leído más que el suyo. Y eso no podía ser. Frente a los 29 millones de impresiones que obtuvo el tuit del presidente, el del magnate se quedó en 9,1 millones, algo que su ego fue incapaz de tolerar. Pero entonces se acordó de que era el dueño de Twitter. Y ejerció como tal, por puro narcisismo. Una investigación de The Verge reveló que ese mismo día, a las 2.36 horas de la madrugada, su primo James Musk envió un mensaje a todos los ingenieros de la compañía. “Estamos depurando un problema con la interacción en toda la plataforma. Cualquier persona que pueda crear paneles de control y escribir software, por favor, ¿puede ayudarnos a resolver el problema? Es muy urgente. Si estás dispuesto a ayudar, por favor, da un me gusta a esta publicación”. Los ingenieros, amenazados después con la posibilidad del despido, crearon, cuenta The Verge, “un sistema diseñado para garantizar que Musk (y solo Musk) se beneficiara de una promoción inédita de sus tuits entre toda la base de usuarios”. Twitter era su juguete. Y haría con él lo que quisiera.

Todo esto sería solo la pataleta de un ególatra si no fuera por las posibilidades que le otorgaría la propiedad de la plataforma. ¿Si podía hacer que sus tuits se vieran más, por qué no hacer lo mismo con los mensajes que él y su candidato, Donald Trump, necesitaban? ¿Por qué no promocionar unas cosas y silenciar otras? Musk ordenó retocar el algoritmo en varias ocasiones, la última pocos meses antes de la celebración de las elecciones estadounidenses. Una investigación reciente de The Conversation reveló que las publicaciones de Musk tuvieron, desde julio, un “impulso repentino”. Y no solo él. “La investigación - explican - encontró además que, desde julio, otras cuentas conservadoras y de derecha han tenido un mejor desempeño en términos de visibilidad de publicaciones en comparación con las cuentas progresistas y de izquierda”.

Musk ha manejado tan a su antojo la plataforma que incluso en la Casa Blanca se han mostrado preocupados. Lo contó The Washington Post en otra investigación que revelaba cómo, cada vez más, los republicanos tienen más opciones de volverse virales que los demócratas. “El cambio ha alertado a los funcionarios de la Casa Blanca, a quienes les preocupa que la caída en la interacción con su cuenta oficial X pueda obstaculizar su capacidad de llegar a los estadounidenses en momentos de crisis”, reveló el Post. Imaginen la gravedad si los negacionistas como Trump, Musk y cía deciden que cuentas como las de la AEMET o similares es mejor que no se vean.

Este es uno de los motivos por los que, desde hace unas semanas, sobre todo desde que Trump ganara las elecciones y decidiera que Musk entraría a formar parte de su Gobierno, millones de personas están comenzando a dejar lo que ahora es X y antes Twitter para iniciar su andadura en otras redes sociales como Bluesky, lugares por ahora sin un algoritmo manejado al antojo de sus propietarios. Es imposible, en X, escapar a los deseos de Elon Musk. Imposible, no difícil o impredecible, no. Hace poco, en The Wall Street Journal hicieron un experimento para demostrarlo. Abrieron varias cuentas en X marcando como intereses temas como las manualidades, los deportes o la cocina, nunca la política. Dio igual. “La mayoría de las publicaciones de la sección Para Ti eran partidistas o relacionadas con las elecciones”, descubrieron.

Como ya contamos hace un tiempo, la bravuconería de Musk cuando se hizo con Twitter, aquello de no lo compro “por dinero, sino para ayudar a la civilización”, ya era un claro aviso del peligro de sus pretensiones. Un multimillonario al rescate de una civilización que pedir, no le había pedido nada, y cuyas aspiraciones recordaban a Margaret Thatcher. “La economía es el método y el objetivo, cambiar el corazón y el alma”, dijo la británica al Sunday Times en el 81. Después de adquirir Twitter, Musk hizo con la red social lo que haría cualquiera que quisiese terminar con el reciclaje. Eliminó la separación por contenedores para arrojar todo mensaje a un mismo recipiente, un depósito en el que tuviera cada vez más cabida el horror en forma de violencia, desinformación y extremismo. No en vano, una de sus primeras decisiones como propietario fue la de despedir a gran parte del equipo de moderación de Twitter. Según él, con el objetivo de permitir la libertad de expresión más absoluta, aunque en realidad su verdadera intención era la de acercar a la sociedad a un embrutecimiento insoportable. Hablamos, en definitiva, de un tipo que presume de fabricar un coche antibalas, como si tal protección fuera la primera inquietud del comprador.

En 2022, el exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis ya intuyó por qué Musk se había encaprichado de Twitter. El magnate tenía de todo. Era y es el hombre más rico del mundo y por tener, tiene hasta naves especiales. Hablamos de una persona cuyo objetivo es conquistar Marte y lo peor es que no resulta descabellado pensar que puede conseguirlo. Pero a Musk le faltaba algo. El poder real. “Como feudo privado, Twitter jamás podrá ser el ágora del mundo. Pero nunca se trató de eso. Lo único que importaba era que le diera a su nuevo dueño un lugar asegurado en la nueva clase tecnofeudal dominante”, contaba Varoufakis. Y vaya si lo ha conseguido.

El objetivo final de Elon Musk es, sencillamente, pero sin que sea sencillo en absoluto, terminar con la democracia. Hay quienes quisieron ganar un referéndum en Reino Unido mediante el uso de la tecnología. Bien, pues Musk quiere ganar el referéndum total. De ahí que necesite silenciar a los demócratas y elevar cada día un poquito más la voz de la brutalidad. De hecho, otro estudio reciente reveló que X es una plataforma diseñada, desde la llegada de Musk, para el abuso político.

Hay quien dice que las diferencias entre Musk y Trump no tardarán en llegar, que el segundo se cansará enseguida de las pretensiones del primero. Tendría sentido si fuera el presidente quien maneja al magnate, y eso todavía está por ver.