Tractores, gritos de victoria y cerveza volando: la otra cara del día en que el campo conquistó la ciudad
El HuffPost se adentra en una jornada en la que miles de agricultores y decenas de tractores transformaron Madrid por unas horas, entre la fiesta y la tensión.
Banderas de España a un euro, latas de cerveza a dos ofrecidas con meritoria insistencia, bocadillos, pipas... La escena que ofrecía el centro de Madrid a media mañana este miércoles animaba a pensar en una corrida de toros o un partido de fútbol. Costumbrismo roto, de golpe, por el estruendo salvaje de decenas de tractores agigantados ante la Puerta de Alcalá. Motores y bocinas a pleno funcionamiento para alegría de curiosos y orgullo de un sector, el del campo, que ha recorrido Madrid en una exhibición de músculo.
Las proclamas son ya de sobra conocidas. Llevan dos semanas resonando por todos los rincones de España; también Madrid, donde habían entrado días atrás... pero no así. Hoy, en una suerte de parada de maquinaria agrícola, tractores novísimos hacían fila junto a otros que bien podrían estar sacados de algún museo de usos y costumbres. Todos cabían en una protesta organizada por la Unión de Uniones y "al margen de las organizaciones principales, que son sindicatos politizados".
Rompía el hielo con este titular María, ganadera y cerealista de Albacete y particular portavoz de un grupo de paisanos que le pasaron el 'micrófono'. El tono de sus palabras se irá repitiendo a lo largo de las siguientes horas. Asaja, UPA y COAG han sido algunos de los grandes mencionados de la jornada, sólo por detrás de los omnipresentes Pedro Sánchez, Luis Planas y Fernando Grande-Marlaska, además de la Agenda 2030. Contra todos ellos también cargaban Diego y Eusebio, dos agricultores procedentes de Badajoz.
Tras superar sus iniciales reticencias —ya se sabe, aquello de prensa española manipuladora que también ha sonado hoy—, acaban por contarle a El HuffPost que luchan "por un plato de comida". "Y contra las injusticias, porque no tiene sentido ponerle la alfombra roja a los fondos de inversión y ahogar a mi hijo con sus pocas tierras". Se despiden dando las gracias por dejarles hablar, "que ya que el Gobierno no nos deja tenemos que hacerlo en la calle".
El Gobierno toma nota... el campo, también
Moncloa asume el descontento evidente del sector. Tanto Sánchez como el ministro Planas han avanzado medidas que entroncan con las principales demandas. En las últimas fechas, ambos han adelantado la flexibilización de requisitos de la PAC, el endurecimiento de la postura española ante las importaciones de alimentos de países terceros o el refuerzo de la cadena alimentaria para evitar las ventas a pérdidas. "Pasos adelante" que no calman los ánimos, como afirmaban la semana pasada las diferentes asociaciones agropecuarias. Por ello, las marchas siguen, dentro y fuera del abrigo de Asaja, UPA y COAG.
También este miércoles. Porque más allá del foco principal de Madrid, media España ha vuelto a repetir las protestas agrarias. Especialmente notables han sido las de Málaga, Murcia y Córdoba, dentro de un mapa que continuará 'moviéndose' hasta finales de mes, si no más allá. De hecho, el próximo lunes volverán a pasar por Madrid, esta vez sí bajo el llamamiento unificado de las tres 'grandes'.
La del 26-F será, a buen seguro, distinta en tono y forma, a la cita de este 21-F. La confusión se hacía evidente desde primera hora. Bajo gritos de "vamos todos" y otros de "hasta que no estemos todos no nos vamos", el caos tocaba hasta las banderas. Mayoría absoluta de enseñas nacionales entre cánticos de "Viva España" con respuestas inesperadas. "Visca Catalunya lliure", espetan otros manifestantes, cubiertos por 'esteladas' y con pancarta de su regional Unión de Pagesos.
Discrepancias ideológicas que no han dado pie al menor enfrentamiento entre ellos. Lo que no consigue ni el fútbol, unir independentistas y patriotas, lo hace "el hambre del campo", comenta otro asistente, sorprendido por la escena.
Se suceden los gritos, las bocinas, los megáfonos, la música incluso, en una procesión motorizada hasta el Ministerio de Agricultura, en Atocha. Procesión de apenas kilómetro y medio de recorrido oficial en la que no faltan ni sacerdotes, en la figura de algún carnavalero tardío.
Lejos de las risas, la intrahistoria de muchos asistentes. Noches al volante del tractor para llegar a la capital, sin dormir y sin facturar. Por ejemplo, Jaume, un agricultor venido desde Alicante. "300 euros me cuesta venir... y otros 300 volver. Aquí no venimos por capricho", le explica a El HuffPost en plena marcha.
"Es el gasoil, pero también los dos o tres días que dejamos de trabajar", añade Pedro, uno de los muchos provenientes de Aranda de Duero (Burgos). Él no porta bandera española, sino una enseña palestina.
Cerca, otra bandera asturiana destaca entre la multitud. Desde el Principado viene Agustín. Lleva un par de noches sin dormir y, aunque no quiere dar cifras, admite "un perjuicio económico... pero con tal de hacer unión a esto no le tenemos que dar importancia hoy".
No sólo hay tractores. Un carro tirado por bueyes y decorado con billetes falsos es la atracción mediática en el camino hacia Atocha. Detrás está Guillermo, un ganadero de Toledo que agradece el recibimiento. "La calle está con nosotros y bastante hace la pobre, pero el que tiene que estar con nosotros es el Gobierno", acierta a decir entre los constantes flashes de periodistas y curiosos.
Las coversaciones y las fotos cesan de golpe. La Policía ha cortado la calle Alfonso XII apenas unos metros más abajo con dos lecheras. Gritos, insultos que los agentes soportan con resignación y sin terminar de ponerse la equipación especial antidisturbios.
Una escena radicalmente diferente se observa 500 metros más abajo, en la esquina con el Paseo Infanta Isabel que conduce hasta Atocha, donde un fuerte cordón policial, entre furgonetas y uniformados, promete a este medio "que no van a pasar los tractores".
Pero los gigantes llegan. La música se corta y los cláxones pasan a ser empujones, que aprovechan no pocos agitadores —alguno de sobra conocido— para hacerse notar. Vuela la cerveza, también alguna que otra hostia. Pocas. La Policía decide no cargar y acaba dejando pasar unas decenas de tractores, para júbilo de los manifestantes y de no pocos agitadores que aprovechaban para armar barullo.
Entre los primeros las caras son de alegría. Se escucha alguna fanfarronada de los segundos, mientras los más insisten en cargar contra el Gobierno, especialmente contra los ya sabidos Sánchez, Planas y Grande-Marlaska. En la horda de insultos, el menos agraviado es el titular de Agricultura, que no pasa de "vendido" y "mentiroso". No se esconde la fuerte politización de algunos grupos entre los manifestantes.
Gloria, mientras, sonríe, ajena al 'barro' ideológico. Esta agricultora, profesora de Infantil y licenciada universitaria —"porque los agricultores no somos tontos, que aún tristemente hace falta decirlo"— muestra orgullosa cómo su tractor, segundo de toda la fila, acaba de superar el cordón policial para plantarse ante el Ministerio de Agricultura. "Es una victoria moral que no pudimos lograr el día 6". Entonces, denuncia, fueron parados en Vicálvaro, aún lejos de Atocha y de Ferraz, el otro gran objetivo de numerosos manifestantes.
Llegados a la deseada meta, y tras unos minutos de cierto caos, sin saber qué iba a pasar, las ansias se van calmando. La Unión de Uniones celebra su llamamiento masivo "que ha llegado hoy a Europa"; hay hasta quien se sube a alto de la pala de un tractor para que el mensaje llegue más lejos. "La libertad se conquista con lucha y esto lo hemos logrado los agricultores de verdad; tocará volver más días, pero lo de hoy es un antes y un después", exclaman un organizador, al filo de la afonía.
Pasado el subidón, las horas y los kilómetros van pesando, incluso en gente hecha a las condiciones más severas. Poco a poco, la convocatoria se va reduciendo. La siembra ha sido exitosa. Toca esperar al tiempo de la cosecha.