Tamames mata el morbo de la moción
No ha habido sorpresas. Se ha ceñido al guión filtrado. Ni altas dosis de glutamato servían ya para que el bocado resultase apetecible
Hoy, Espinosa de los Monteros acabará el día con tortícolis de tanto girar la cabeza hacia la derecha para vigilar los movimientos de Ramón Tamames mientras Abascal hablaba en la tribuna. Para un grupo político habituado a mirar tanto a la derecha más extrema, que no es capaz ya de posar la vista hacía delante, podría resultar un movimiento cómodo, pero el escorzo evidenciaba la inseguridad que les producía su candidato. A ver si no se iba a ceñir al discurso que se conocía desde hacía días. Al filo de las 12:00, han respirado tranquilos. El veterano catedrático ha hecho coincidir su visión con la de Vox y la moción ha perdido el morbo que había suscitado por presentar a un candidato independiente de 89 años, con una cultura que excede la media de los diputados de Vox y una trayectoria discordante.
Era imposible no imaginarse a Tamames y a su grupo de amigos tomando café mientras comentan qué mal va todo desde que ellos ya no están en activo. O a su mujer Carmen, dándole la razón por costumbre. Solo que aquí, en el Congreso, nadie le iba a interrumpir. Ha podido listar todos los agravios de las generaciones que le han sucedido, contar su propia interpretación de los hechos históricos, pasando por alto 40 años de dictadura. Y aunque Tamames no tenía mayor interés en Vox y había venido a hablar de sí mismo y sus ideas, se ha prestado a blanquear a un partido que, como ha dicho Sánchez, “son herederos de Blas Piñar”.
Ni un solo aplauso ha arrancado el líder de Vox de su veterano candidato. No se debía sentir cómodo con el discurso de odio habitual del partido de ultraderecha. Abascal intentaba llevar a los diputados de la Cámara a su terreno a través de la provocación constante. No le ha salido bien. Nadie se ha reído, como argumentaba, por mucho que insistiera en que esta moción se había tildado en los medios de “un disparate, un circo, un esperpento, una patochada, un pasacalles irrelevante”. No será porque no lo haya intentado. “Disculpen que hable de los códigos de vestimenta, pero es lo primero que me ha venido a la cabeza”. ¿Montas una segunda moción de censura y es lo primero en lo que te detienes? Desde luego, si el código adecuado es llevar un traje dos tallas menos que te tienes que desabrochar al sentarte para que el botón de la chaqueta no salga disparado como los que viste Abascal, mejor que no cunda el ejemplo.
Vox no tenía seguridad de que Tamames actuara como estaba previsto. A las 8:50 de la mañana entraba en el hemiciclo apoyado en el hombro de un ujier. Se paró a saludar a los ministros Garzón y Subirats, antes de sentarse en el escaño que ocupa de tarde en tarde Santiago Abascal, y que los seat fillers cuidan de que no se vea nunca vacío. En los 10 minutos que el líder de Vox tardó en subir a la tribuna no se cruzaron ni una palabra, como dos desconocidos que casualmente se han sentado juntos. Durante las réplicas de Sánchez, Abascal se ha dirigido sin éxito en un par de ocasiones a Tamames, quizá queriendo influir en su posterior discurso, pero no le ha contestado. En la tribuna de invitados, Sánchez Dragó, en quien Tamames se ha apoyado para elaborar su argumentación, permanecía impasible ante la lectura torticera de la realidad del hombre que les ha dado la oportunidad de tener su momento de gloria, de engordar su ego.
Abascal contra el Congreso y la prensa, denigrando las instituciones democráticas como táctica fotocopiada de los totalitarismos históricos que tantas desgracias han provocado a lo largo de la historia. “Es imposible rebajar más la dignidad de un parlamento que eligió a este presidente”. De eso se trata, de socavar la credibilidad del Congreso. También la de la prensa, a la que acusa de escribir al dictado. Abascal tenía hoy público, pero no es solo disponer de un altavoz para volver a repetir el argumentario, sino de saber cómo usarlo. Disponía del tiempo que deseara pero 50 minutos ya se le han hecho largos. Mucho trabajo para alguien que no destaca por sudar la camiseta.
“Vox es el glutamato de la derecha”, le suelta Sánchez a Abascal durante su respuesta. El glutamato, el potenciador artificial del sabor del que se nutre la comida basura. El líder de extrema derecha toma notas y se revuelve en su asiento. En el lado opuesto de la fila se sienta la portavoz del PP, Cuca Gamarra, que también toma notas mientras habla el presidente del Gobierno. Pedro Sánchez aprovecha para desgranar los logros del Ejecutivo a los que Vox se ha opuesto reiteradamente. La subida de las pensiones, del salario mínimo interprofesional, del salario de las fuerzas de seguridad, la inversión en becas…
Pero si algo compartían Abascal y Sánchez, eran las ganas de atizar al PP. “La abstención del PP es un pago en diferido” ha señalado el presidente del Gobierno reprochando a Feijóo su posición tibia en la moción. El líder del PP ha sido fiel a su estrategia de ponerse de perfil y no dar la cara. Nada nuevo.
La mañana se alargaba y había ganas de escuchar al candidato de Vox. Era el único morbo que justificaba oír lo que cada grupo repite insistentemente cada vez que tiene la palabra. Pero Tamames comenzó recordando la rebelión estudiantil de 1956, que le llevó a la cárcel, reivindicando a su generación, que sin duda fue esencial para recuperar la democracia. No ha habido sorpresas. Se ha ceñido al guión filtrado por eldiario.es. Ni altas dosis de glutamato servían ya para que el bocado resultase apetecible.