"Solo el pueblo salva al pueblo". ¿Suena igual el pueblo de Machado que el de Revuelta, Falange o Núcleo Nacional?
En los últimos días, las organizaciones ultras se han adueñado de un eslogan histórico más propio de la izquierda política y los movimientos sociales.
Cualquiera diría que estamos a un tris de que las principales voces de la ultraderecha, sobre todo sus organizaciones juveniles, cojan la guitarra y se pongan a cantar puño en alto a Quilapayún. No parece tan descabellado imaginarse a los mismos que volverían a apoyar a Pinochet entonar aquello de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Qué diferente suena el “de pie, luchar, el pueblo va a triunfar” en las notas de las camisas de Falange, las sudaderas de Revuelta o las capuchas de Núcleo Nacional.
Pasa un poco lo mismo cuando uno ve cómo estos ultras se han adueñado desde hace unos días del histórico “solo el pueblo salva al pueblo”. Es cierto que las letras, las palabras, carecen de dueño alguno, pero también es verdad que cuesta imaginarse a nadie barruntar un “arriba España” para reivindicar el país de Lorca, Ibárruri o Montseny. Lo mismo sucede, pues, al escuchar de manera conjunta ese “arriba España” con un “solo el pueblo salva el pueblo”, una consigna que sirvió para reivindicar la lucha contra cualquier dictadura y de un tiempo a esta parte para los movimientos sociales que, como recuerda el periodista Miquel Ramos, bien paran un desahucio bien “llevan comida a personas que lo necesitan en estas situaciones”.
Es difícil, si no imposible, situar dónde y cuándo surgió el “solo el pueblo salva el pueblo”. Hay quien lo localiza en las primeras luchas emancipatorias contra un poder con la Biblia y la cruz en el centro. Frente a solo dios tiene el poder de salvar, el pueblo. Desde Perón en Argentina, pasando por Chávez en Venezuela y hasta Lula da Silva en Brasil, son infinitos los ejemplos de políticos repitiendo, literal o parafraseado, el eslogan. Casi siempre desde la izquierda. Cabría, entonces, pararse a pensar qué diablos es eso del pueblo. El pueblo como sujeto político, no como la totalidad de una población.
Estos días se recordaba también, tratando de ubicar la expresión, la carta que Antonio Machado envió en plena Guerra Civil a su amigo ruso David Vigodsky. En ella, el poeta escribió: “En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”.
Es posible que los que hoy, desde la derecha más extrema, insisten en lo de “solo el pueblo salva al pueblo” estén de acuerdo con aquello que decía Machado. “En España lo mejor es el pueblo”. Pero entonces tendrían que seguir leyendo y se toparían con el final de la misiva: “En Madrid libertado o en Leningrado libre, yo también tendría sumo placer en estrechar su mano. Por de pronto me tiene usted en Valencia (Rocafort) al lado del Gobierno cien veces legítimo de la gloriosa República española y sin otra aspiración que la de no cerrar los ojos antes de ver el triunfo definitivo de la causa popular, que es – como usted dice muy bien – la causa común a toda la humanidad progresiva”. La causa popular de Machado era la del pueblo, pero vaya, no de todo el pueblo.
Rocafort, el lugar desde donde Machado envió la carta, está, por cierto, muy, muy cerca de las zonas más afectadas ahora por la DANA. No es difícil imaginar qué pensaría el poeta español, exiliado y enterrado en el pequeño cementerio de Collioure, Francia, de los que tratan de vaciar de significado el porqué de que solo el pueblo pueda salvar al pueblo.