El síndrome de la salvadora o por qué muchas mujeres se sienten mal por no poder con todo
Este fenómeno, conocido también como síndrome de Wendy, afecta más a mujeres que a hombres.
En la historia de la La Bella y la Bestia, Bella trata de ayudar a toda cosa a que Bestia controle su ira y sus malos gestos para "sacar lo mejor de él" e intentar salvarle de él mismo. Un patrón de cuidados y sobre protección que se repite en tantas cintas y cuentos infantiles, también en Peter Pan, donde Wendy es la encargada de cuidar a Peter Pan y a los niños perdidos.
Precisamente es este personaje Disney el que da nombre al complejo de Wendy que pone de manifiesto que el cuidado recae sobre las mujeres y, en muchos casos, esa presión se traduce en una culpa constante por querer satisfacer al otro.
La psicóloga Sandra Martín apunta a que estas personas suelen tener una "fuerte tendencia" a buscar gente que necesite apoyo. "Esa falta de autoestima o de realización personal hace que para ellas su función sea cuidar o salvar al otro, cambiarle de actitud o llevarle por un mejor camino, y si no la cumplen, se puedan frustrar", explica. Para Martín, esto hace incluso que estas personas encadenen relaciones "de dependencia" con personas que se encuentren "en situaciones personales vulnerables".
"Esta ansia de ayudar no es bueno para estas personas ya que llegan a olvidarse de su propio bienestar, salud o espacio, coartando su autonomía y libertad", recalca Martín.
En ello coincide Fanny Sánchez Juan, psicóloga especialista en salud mental y género y miembro de la Asociación de Psicología y Psicoterapia Feminista, que recuerda que en la mayoría de los casos es la falta de valoración propia la que busca esa "valoración externa".
"Es la idea de que tú por ti misma no vales lo suficiente, que tienes que mostrar ese valor extra que es el cuidado", explica Sánchez. "Si la otra persona me necesita y me vuelvo imprescindible porque depende de mi amor y de mis cuidados o bienestar, tengo un valor añadido", explica.
Un sesgo machista marcado por el patriarcado
Ambas especialistas coinciden en que este síndrome, aunque se da en hombres y mujeres, tiene más peso entre las mujeres. "Esto parte del sistema patriarcal que tiene unos intereses y una estructura normativa y socializadora, que va construyendo formas de ser y estar en el mundo diferente, en función de si eres mujer o eres hombre. No solo en las conductas, también en las emociones y las creencias", explica Sánchez.
En este sentido, entran los roles que se asignan por género, en los que el maternaje recae en las mujeres. "Se conforma un mundo intrapsíquico totalmente diferencial, donde hay cosas que son prohibidas, cosas que son permitidas y donde hay determinadas tareas y actitudes, que son no aptas para en función de si eres hombres o mujer porque el patriarcado lo que establece es la feminización de los cuidados", explica Sánchez.
Además, Martín recuerda que esto se asocia desde edad temprana. "Hay comentarios como que ellas tienen 'mano con los niños' a la hora de cuidar a familiares o hijos de amigos, que nos hacen ya responsables a lo mejor con cinco o seis años y ni hablar si eres la hermana mayor o la prima mayor", explica.
A esta situación se le achaca ese don natural, que Sánchez califica como una "omnipotencia" o "responsabilidad absoluta del ser humano". "En realidad es una servidumbre, que genera autosacrificio e hiperresponsabilidad. Esto tiene consecuencias, porque que los hombres no estén en los cuidados es una forma de violencia porque esto daña la salud. Está en todos los niveles de violencia: institucional, simbólica, etc.", se queja.
Martín recuerda que en muchas ocasiones, las personas que tienen este síndrome de la salvadora o de Wendy han tenido una educación con muchas exigencias en la infancia, algo que suele estar también relacionado con el género femenino. "Si falta una figura materna, si se tienen hermanos pequeños, si la madre está ausente, esos cuidados recaen en esa niña y en un futuro, tendrá en la cabeza cuidar no solo de sus hijos, sino de su pareja, de sus amigas, etc. Está acostumbrada a tenerlo todo bajo control y si no, siente que falla", detalla.
Esto no solo se produce con palabras o con actos directos, tal y como apunta Sánchez, también mediante los comportamientos que ven en los mayores: "Desde pequeña si nos dicen que tenemos que coger las llaves porque nuestro hermano es muy despistado o vemos que nuestras mamás están pendientes de que nuestro papá se tome la medicación porque a ellos se les olvida, no solo hay un aprendizaje verbal, también por modelado".
Más allá del problema conductual, la autoestima juega un papel fundamental en las personas que sufren este síndrome. "El problema es que nos crean así, como que las mujeres no tenemos valor", enfatiza Sánchez. "A esto contribuyen cuentos como el de La Bella y la Bestia, en cómo construimos un modelo del amor basado en la salvación y el otro no es responsable de su propia conducta y de su gestión emocional sino que somos nosotras las que les vamos a permitir que desarrollen ese potencial que tienen dentro oculto, y si no lo desarrollan no es por ellos, es por nuestra culpa, porque no hemos sido suficientemente buenas. Esto es muy perverso", ejemplifica.
Martín apunta al doble efecto que esto tiene en los varones, a los que se les considera incapaces de estos cuidados. "Siempre se pone el foco en ellas, pero ellos también tienen que dar el paso y demostrar que como cualquier persona, son capaces de cuidar y de estar pendientes no solo de los hijos o de la pareja, sino de padres, hermanos o amigos. Muchas veces cuesta romper esa coraza porque se les ha metido desde pequeños ese rol 'pasota' o que no se tiene en cuenta los sentimientos", señala.
La mayoría de mujeres que sufren el síndrome de la salvadora sienten culpa por qué ocurrirá si no están pendientes a sus labores o funciones. Sánchez pone un ejemplo concreto: "¿Qué pasa cuando una mujer que ha sido educada así deja de estar pendiente de su compañero, su hijo o su hija se tome la pastilla de la tensión? Tuve ese caso en consulta y trabajamos que no le recordara que se tomara la pastilla de la tensión, pero claro, se quedaba la culpa de qué pasa si no se la toma y le da una subida. Piensan 'la culpa es mía', pero no, es de la persona que tiene que tomar la medicación y no asume que tiene que hacerlo".
Este concepto de superwoman también está presente en la ficción, la publicidad o los elementos de la sociedad y parten de mezclar la modernidad y los cuidados clásicos. Pero las que rompen con ello, se encuentran con una incapacidad. "Las mujeres que asumen modelos nuevos, que somos un montón haciendo procesos de cambio, hace que se genere un hueco, una especie de vacío, donde tienen que intervenir el Estado y los varones. Estamos teniendo mucho trabajo para salir de esa culpa y de ese modo", explica.
El prototipo de superwoman, más dañino que a favor
Con motivo del 8-M o del Día de la madre se suelen ver carteles con mujeres vestidas de superheroínas con capa y con mensajes como "ellas pueden con todo", "ellas son las verdaderas superheroínas". Sin embargo, las especialistas ven más que un piropo, una carga más con la que las mujeres deben luchar.
"La hiperresponsabilidad hace eso, ¿por qué tengo que ser yo hiperresponsable?", cuestiona Sánchez, quien pide la intervención estatal para paliar estas diferencias por género. "Ahí hay una responsabilidad institucional, que equilibre los cuidados y ahí entra cambiar los horarios comerciales, los horarios laborales, toda la estructura organizativa que hay, que nos mete a las mujeres en una prisa continua. Somos muy reforzadas y lo concebimos", explica.
Al final, todo este concepto de cuidadora, salvadora o Wendy repercute en cómo se forjan la economía y el empleo. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en el cuarto trimestre de 2022, alrededor de 638.000 mujeres estaban inactivas porque tenían que cuidar a niños, adultos enfermos o personas incapacitadas o mayores, frente a 55.000 hombres.
Esta vocación por cuidar también se refleja en las profesiones. Las mujeres apenas están presentes en la industria, la investigación o la ciencia, pero son mayoría en sanidad o trabajos sociales.
Fuera del ámbito laboral o familiar, Martín recuerda que las niñas o mujeres con tendencia a cuidar lo muestran en todos los ámbitos. "Suele ser la amiga que quiere tenerlo todo bajo control en un grupo, la que se preocupa y cuida a todas, no suele ser tanto un chico cuando hablamos de un grupo mixto. También la delegada de clase, la jefa que se preocupa de más por lo que hacen los demás empleados y no sabe delegar, la madre que te dice 'aparta que tú no sabes'. Todo eso es un exceso de carga de cuidado", detalla.
Aprender a decir 'basta' es una cuestión de salud
Esta carga de cuidados, de perfección y autoexigencia anteriormente mencionada está directamente relacionada con la salud de las mujeres. No es casualidad que la OMS advierta que el porcentaje de mujeres que sufren problemas de salud mental en una mayor proporción que los hombres.
"No es posible tener salud y asimilar la gestión y responsabilidad de los cuidados", zanja Sánchez. "Es a costa de la salud y, por tanto, es una forma de violencia contra las mujeres", recalca.
Estos problemas de salud se han traducido históricamente, tal y como recuerda Martín, en estigmas de "locas" o "histéricas". "La carga mental y las exigencias de ser 'buena madre', 'buena jefa', 'buena amiga' y llegar a todo es el triple en las mujeres, que además sufren en un buen porcentaje el síndrome de la impostora, con la autoexigencia que ello conlleva", apunta.
"Hemos tenido muchos estudios que han demostrado que repercute en la salud de las mujeres", señala Sánchez, quien recuerda que la pandemia demostró que la conciliación no se cumplía: "Las dos partes en una pareja heterosexual estaban con teletrabajo, pero ¿quién se ocupa de la criatura, de las clases y de la crianza? Mayoritariamente las mujeres".
Para Sánchez queda todavía mucho por hacer para para que la igualdad sea real también a nivel de cuidados, pero lo más difícil de eliminar es la culpa. "¿Y qué tengo que hacer cuando me siento culpable? Pues aceptar que me siento culpable y vivir con la culpa, cuando me haya sentido culpable 100 veces por hacer algo que prioriza mi salud mental y mi autocuidado, la culpa desaparece", recalca.