Un PP ebrio de éxito se ve ya en Moncloa
Los mensajes, en vista de los resultados, han dado sus frutos. Prepárense para un repunte de la toxicidad de aquí a las generales.
“¿Cómo están los máquinas?”. El alcalde de Madrid, embriagado por la celebración por todo lo alto que se ha vivido en Génova, era un símbolo de la victoria del PP. “Ahí arriba ya se ven en Moncloa”, decía el que fuera uno de los hombres más poderosos del partido en otra etapa. En la noche de Génova habría corrido el cava si no fuera porque es catalán. No han faltado, sin embargo, los brindis como ha demostrado Almeida en su breve comparecencia. “Ayuso no solo contiene a Vox sino que logra crecer mientras que Almeida se ha visto aupado por el efecto Ayuso y tiene cerca al PSOE”, analizaba otro ex líder del partido presente en la fiesta.
¿Pucherazo? Mientras gane la derecha el trumpismo patrio no echará más leña al fuego. Nada más cerrar los colegios electorales la moral estaba ya por las nubes con los datos de la encuesta de Gad3 para las televisiones públicas. El cambio de ciclo tan ansiado por la derecha ha llegado. Alfonso Serrano ha sido de los primeros en acercarse a hablar con los periodistas. La consigna era contener la euforia, pero con la sonrisa instalada era difícil disimular las emociones. Y es que el equipo de Ayuso mira más allá de Madrid, acaricia España. Quizá por eso, la presidenta de la comunidad ha salido al balcón como una diva. Esta vez no iba a haber tiras y afloja como en las anteriores elecciones cuando la tensión en los equipos de Ayuso y de Casado era palpable. Era su noche. Y eso que Almeida ha duplicado el número de concejales y a partir de ahora podrá gobernar en solitario, sin tener que seguir rindiendo pleitesía a Ortega Smith.
A Elías Bendodo, coordinador general del PP, le podían las ganas de bailar unas sevillanas pero se controlaba también. Lo mismo que Cuca Gamarra, que aseguraba que aún no habían brindado con champagne, solo con Coca-Cola Zero, aunque le faltaba dar saltos de alegría. No había nadie en Génova esta noche que no se viera ocupando cargos públicos en unos meses. Algunos se imaginaban sentados en el consejo de ministros, codo a codo con Vox, que triplica la penetración municipal y logrará aumentar su influencia en varias comunidades. Su red se extiende normalizando que la ultraderecha comparta el poder con el partido del que se escindió.
En la calle, cientos de seguidores del PP bailaban con el Pulpo, el dj popular de cabecera. Agitaban las banderas que al principio de la noche un vendedor ofrecía a 10 y 15 euros y que al final de la noche el PP ha repartido al peso. Cada vez que la desierta calle de Ferraz, sede socialista, aparecía en la pantalla gigante instalada bajo el balcón de Génova, aumentaba el vocerío. Iban cayendo los feudos socialistas y las banderas bailaban. El ayuntamiento de Valencia, el de Sevilla, el de Valladolid… "Arriba deben estar como locos", decían los trabajadores del partido en el hall envidiando no formar parte del ambientazo en la planta noble. Feijóo, que estos días pasados pensaba que estaba en Barcelona cuando estaba en Valencia o saludaba a los andaluces en Extremadura, veía el mapa coloreado de azul y constataba que ni las equivocaciones ni la falta de propuestas serán un impedimento para mudarse a Moncloa. Los gritos de ¡presidente, presidente! le animaban a pensar que la derrota del sanchismo estaba cerca. Igual ya no desmontan ni los andamios, total no les queda nada. "Se confirma que Bildu es un peligro real", advierte un eminente popular en la puerta de Génova. Los mensajes, en vista de los resultados, han dado sus frutos. Prepárense para un repunte de la toxicidad de aquí a las generales.