Por qué Javier Milei no pedirá disculpas: "El insulto es su estilo político permanente"
El mandatario argentino busca convertirse "en un fenómeno global" llevando al exterior un carácter que le aupó a la Presidencia mientras en su país aumenta la brecha social.
Más allá de la multitud de improperios habituales, el presidente de Argentina, Javier Milei, dejó en su discurso del pasado domingo una afirmación que define muy bien su figura: “Si bien ahora tengo un trabajo un poquito más complicado y algo más particular, nunca he dejado de lado, ni lo haré, mi tarea histórica, que es ser un simple divulgador de las ideas de la libertad”. Estas palabras no esconden ninguna ofensa, pero sí son fundamentales para comprender la lógica del mandatario argentino.
Con Milei no funciona el razonamiento habitual. Si llegó a ser presidente de su país fue, entre otras cosas, por romper con el sentido común político. El periodista argentino Pablo Stefanoni, experto en extrema derecha y populismos, explica a El HuffPost que el conflicto diplomático abierto con España describe muy bien lo que significa Milei. “No tiene ningún código de la política tradicional”, asegura: “Muestra que, mientras hay quienes se moderan cuando llegan al poder, él no, no cambia. Quiere hacer ver que sigue rompiendo todos los códigos, le da igual”.
El conocido columnista de La Nación Carlos Pagni escribía este lunes algo similar en el periódico argentino. “Desde la lógica estatal, tradicional, institucional, no hay motivos para que el presidente de un país se involucre en grescas de facción en otro país, pero Milei no se ve tanto como jefe de un Estado, sino como una especie de profeta de un credo”, firmaba Pagni, que añadía: “[A Milei] le gusta más ser reconocido en las redes sociales, en el mundo de la opinión pública de la derecha internacional por las ideas que predica, por la agresividad con que lo hace y no tanto por dedicarse rutinariamente a las tareas de un jefe de Estado”.
Stefanoni confirma este extremo. Javier Milei es una persona “obsesionada” con las redes sociales y con la “cantidad de seguidores que tiene”. Hay que tener en cuenta, observa Stefanoni, que “Milei no tiene mayoría en el Congreso, no tiene cuadros en su partido, toda su legitimidad política depende de él mismo, y por eso cada vez apuesta más por convertirse en un líder populista de derechas”. En este sentido, y es algo que esclarece lo sucedido el domingo en el evento de Vox, Milei desea convertirse “en un fenómeno global”. “Incluso más que su ideología parece generar más fascinación su estética y su lenguaje”, señala el periodista argentino y autor de ‘¿La rebeldía se volvió de derechas?’.
Hay quien señala que, con sus salidas de tono, Milei trata de evitar que se hable de la situación económica que vive Argentina. Stefanoni ve, sin embargo, “una mezcla”. Si bien es cierto que le sirve para situarse a sí mismo en el centro del debate, no cree que haya una estrategia muy estudiada para eludir la situación que atraviesa su país. “Milei es así”, cuenta, “como Donald Trump, se maneja con la agenda de las redes sociales”. “Es su estilo permanente, igual que insulta a todo el mundo en Argentina, quiere llevarlo también al exterior”, señala Stefanoni, quien considera que “puede haber cierto cálculo, pero no deja de ser su cotidianidad política”.
Los costes del conflicto diplomático
Por ahora, Milei no piensa pedir disculpas. Es más, desde el estallido de la polémica, y a pesar de que España haya retirado a su embajadora del país, Milei no ha dejado de echar más leña. Por ahora, el presidente argentino no percibe que esta crisis pueda pasarle factura. No es la primera vez que insulta al presidente de otro país. Pero depende. Según Stefanoni, la reacción de los empresarios españoles, que después de sacarse una foto con él, criticaron sus palabras, “ya es un coste, pequeño pero un coste”. En la misma línea se expresaba Carlos Pagni: “Si uno dijera que la principal función del presidente argentino en este tipo de viajes es el de atraer inversiones a un país quebrado, probablemente lo que hizo va en contra de ese objetivo”.
El periodista argentino apunta además a otro aspecto, el de que en Argentina cada vez hay más críticas a sus viajes internacionales. “Parece que cada vez que viaja al exterior lo hace solo a cumbres de extrema derecha, y son viajes privados pagados con fondos públicos”. “Más que poner a Argentina en el centro del mundo, la pone en la brújula de la extrema derecha”. “Se está encasillando demasiado y eso puede acabar generándole un coste en el país”, advierte Pablo Stefanoni, quien considera que, aunque su victoria muestra una “derechización del pueblo argentino, muchos no están de acuerdo con posiciones tan reaccionarias, o no quieren quedarse relegados a un club reaccionario”.
Sin embargo, por mucho que insista en trabajar en su propia marca personal, su futuro, afirma Stefanoni, “está asociado a la economía”. “Lo cultural entretiene a un sector, pero él será juzgado por la economía”, explica, y aunque “es difícil todavía sacar conclusiones, hay muchas cosas en su bajada de la inflación que muestran luces amarillas”. Las diferencias sociales en Argentina están aumentando. Stefanoni pone como ejemplo lo que está sucediendo en la provincia de Misiones, donde cada vez son más los sectores que protestan junto a policías y profesado por el deterioro que la inflación está causando en sus ingresos. En Argentina temen que los conflictos puedan propagarse.
Aunque en las encuestas la inflación ya no es el principal motivo de preocupación, está siendo sustituida por la recesión y sus consecuencias: aumento de la pobreza, desplome de la industria o caída del consumo. Políticamente, concluye Stefanoni, “Milei se está aprovechando de una oposición débil que todavía se recupera del terremoto”, pero “no se sabe lo que aguantará lo social. Esa es la gran pregunta”.