Movilización, qué bonito nombre tienes
Todos invocan estos días la palabra mágica, porque todos confían en que una alta participación del electorado les deje tocar el poder. Así están las cosas ante el 23-J.
Hay que movilizar. Es el mantra de esta campaña para las elecciones generales del 23 de julio, da igual a qué partido miremos. Todos la invocan, como a las musas, porque confían en que una alta participación del electorado puede ayudarles a tocar poder. Un deseo común, el de hacer que su gente se levante del sofá en un domingo de verano y le entregue su confianza, rodeado además de tópicos, lugares comunes y verdades que no lo son tanto.
¿Cómo están las cosas de cara a esta cita con las urnas? Como explica la politóloga Ana Salazar, directora de Idus3 Estrategia, la movilización "es importante siempre, en todas las elecciones, no sólo en estas". "Se está apelando mucho a la movilización, pero podemos recordar que ya ocurrió, por ejemplo, en las autonómicas andaluzas de 2022", recuerda. Y es que aquellas se celebraron en junio y estas, en julio, así que en ambas aparece ese "riesgo fantasma", como lo llama, que es "que la gente igual prefiera irse a la playa o quedarse en la piscina o en su casa con el aire acondicionado puesto" antes que ir al colegio electoral. "La tentación de no ir a votar es alta, porque le estamos metiendo el factor climático. Hay que luchar contra eso", enfatiza.
También incide en el factor clima Piotr Sobczak, asesor político en la delegación polaca en Bruselas y antiguo investigador de Statistics Poland. "Desde Europa, miramos la cita española como un experimento interesante, por si en alguna ocasión hay estados abocados a hacer lo mismo y convocar elecciones en verano", señala. Lo habitual es eludir las fechas de calor extremo o de frío extremo en los países, según su coyuntura, o que se eludan fechas cercanas a festivos.
"Recuerdo las elecciones de diciembre de 2019 en Reino Unido, cuando Boris Johnson logró la mayoría absoluta, que hubo enfado porque las navidades estaban en puertas y se temía menor participación", indica, a la vez que recuerda que no es desdeñable tampoco evaluar si tiene o no impacto acudir de nuevo a las urnas cuando se fue hace dos meses cortos, en las locales y regionales.
El riesgo está, pero lo habitual, señala, es que haya más participación en las elecciones generales y que se "dispara" cuando hay momentos de posible cambio, aunque "sea poco el margen". Coincide en esa lectura con Salazar, que constata que hay movimiento cuando abordamos "Unas elecciones donde hay mucha tensión porque son de cambio de Gobierno o de ciclo, acaben luego como acaben".
En el caso del 23-J, "el partido de la oposición ha salido en tromba a poner esa idea sobre la mesa, parece que ha calado desde las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, este tipo de elecciones generan mucha tensión y se podría interpretar que la derecha está más movilizada". De paso, también tumba la lectura clásica de que la derecha suele movilizar más a su electorado que la derecha. "Todo depende de la elección. Normalmente está mucho más movilizado aquel cuerpo electoral del caballo ganador, obviamente. En algunos casos será la derecha, en otros será la izquierda".
En cuando a fidelidad del voto, ahonda, "la del del PP es mucho más alta desde el principio y la del PSOE ha ido creciendo conforme ha ido avanzando la campaña". Su colega polaco añade que, "cuando estamos ante una posible coyuntura de fin de ciclo, de cambio, es normal que haya movilización por los dos lados, por quien quiere abrirse paso y por quien trata de impedir que las cosas cambien", y ese es el escenario en España. Además, indica que "en los últimos años hay que relativizar los lugares comunes", como cuando hablamos de que un territorio es un feudo o un granero de votos de un partido o de otro, porque "con el fin de bipartidismo, hay más aristas y matices", remarca.
Las grandes victorias del PSOE, como la de Felipe González en 1982, o la de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004, se produjeron en elecciones con una alta participación. En 1982, la afluencia a las urnas fue del 79,97% de los votantes, la más alta alcanzada en democracia, en un momento de un nuevo impulso a la Transición iniciada aún por restos del régimen franquista, mientras que en 2004, en aquellas elecciones marcadas por los atentados del 11-M, fue del 75,66%.
Sin embargo, los comicios con la segunda mayor participación de la historia, con el 77,38 por ciento, fue la primera victoria de José María Aznar, en 1996. En tiempos más recientes, Mariano Rajoy ganó las elecciones de 2011 con un 68,94% y repitió victoria en 2015 con el 69,67, en tanto que en 2016, cayó 66,48%.
Las primeros comicios con Pedro Sánchez a la cabeza, de abril de 2019, la participación volvió a subir hasta el 71,76, pero en la repetición electoral, en la que el candidato socialista volvió a ganar, cayó al 66,23%, la más baja de la serie histórica.
Como desgrana la politóloga sevillana, el promedio de participación en las elecciones generales españolas desde el año 2000 es de un 70,16%, o lo que es lo mismo, un 30% de abstención. La previsión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es que se supere el 80% de participación incluso. La probabilidad de ir a votar el domingo, dice el CIS, se eleva por encima del nueve sobre diez en el caso de los votantes del PSOE, el PP, Vox, Unidas Podemos (se toma como referencia el partido por el que se votó en 2019), y si baja la media es por los de la CUP, JuntxCat o ERC.
Y si se mira la encuesta de 40dB para la Cadena SER y El País, bajan un poco las previsiones: un 62,1% de los entrevistados dice que votará, dato que se eleva al 74,5 en los electores de Unidas Podemos y Más País y al 73,3, ligeramente por encima de los más de 70 que tienen los demás... salvo aquellos que en 2019 confiaron en Ciudadanos, con un 67,4%, algo "lógico", reconoce la especialista, ya que no concurren a estos comicios tras el hundimiento de mayo. Un 21% de los ciudadanos decidió su voto final en los días de campaña electoral, cada vez se decide más tarde el voto, así que hay margen para cambiar tendencias, como lleva toda la semana repitiendo el presidente del Gobierno, Sánchez.
Buenos datos, cuando se miran las comparaciones con Europa y se ve que "ha habido una tendencia a la baja en todo el continente, en parte por cansancio o desafección", añade por su parte Sobczak.
Los dos entrevistados aplauden los niveles de voto por correo, un dato muy a tener en cuenta en esta convocatoria. Exactamente 2.622.808 solicitudes de esta naturaleza se han presentado esta vez, obligando a Correos a trabajar a destajo. "La variable o el índice de voto por correo es un buen síntoma de que se está acertando. No sabemos quién está votando por correo, si de uno o de otro partido, pero el hecho de que le gente esté involucrada y haya dejado sus tareas hechas antes de irse de vacaciones implica un acierto en cuanto a la movilización. Creo que la campaña que se ha hecho para fomentar el voto por correo ha acertado en esta dirección", dice Salazar.
Esa planificación más la movilización ya apuntada por lo que está en juego en esta pelea de bloques PSOE-Sumar / PP-Vox, hace presagiar al polaco que, "a priori, sólo los indecisos o los que no estén políticamente comprometidos se quedarán de verdad en casa", a los que se suman aquellos que se adhieren a la abstención como puro posicionamiento político.
Tan válido como cualquier otro y que necesita también de una buena reflexión, apunta Salazar. "La abstención política es un comportamiento político. Es clave dentro de los distintos tipos que hay". En países de América Latina, por ejemplo, se plantea el voto como obligatorio, pero para ella es algo que no tiene cabida en nuestro país, donde no hay tradición ni ha habido condicionantes para ello. "¡Allí también es obligatoria la ley seca el día de la votación!", exclama. "Son cosas que nosotros no entendemos porque no es nuestra tradición política y estas decisiones hay que entenderlas en su contexto y en los nuestros, con los que venimos trabajando toda nuestra democracia", insiste.
Aquí no lo ve. "¿Y si no quiero votar porque no me siento identificada con ningún partido? ¿Y si no hay nadie que me convenza? El hecho de que la gente no vaya a votar no significa que la gente sea floja, sino que tiene sus motivos. La abstención es perfectamente válida. Una pena, a mi entender, pero válida, y tiene sus lecturas". Pone por ejemplo la baja participación que habitualmente se registra en las elecciones europeas, esas con las que Sobczak directamente lanza un suspiro y un deseo: "Ojalá que las tornas cambien el año que viene, con lo que el coronavirus y la guerra de Ucrania nos ha mostrado que necesitamos Europa". En 2019, en la última convocatoria, la participación fue del 60.70 %.
"Cuando comparamos los índices de participación entre diferentes elecciones y vemos que las del Parlamento Europeo en España movilizan muy poco porque es una institución que queda muy lejos, pues ya sabemos que hay que trabajar por acercarla a la ciudadanía española. De quien no vota también se sacan conclusiones y se pueden diseñar actuaciones", concluye Salazar.