Diez años de Podemos: cuando asaltar los cielos no fue suficiente
La situación del partido es crítica al quedarse fuera del Gobierno y pasar al grupo mixto. La estrategia pasa ahora por hacer oposición a Sánchez y abrir brecha con Sumar. "En Podemos ya sólo interesa el poder", asegura Ramón Espinar.
"Dijeron en las plazas que sí se puede y nosotros decimos hoy que podemos". Hace ya diez años, un 17 de enero de 2014, un profesor de la Complutense que se había hecho famoso por sus apariciones televisivas criticando el austericidio derivado de la crisis económica, presentó en el Teatro del Barrio de Lavapiés un ambicioso proyecto político denominado 'Podemos'. Su nombre era Pablo Iglesias y con su característica coleta, un estilo desarreglado y una oratoria sobresaliente, supo desde muy pronto calar hondo en una ciudadanía asfixiada y necesitada de nuevos valores en la política para combatir a la "casta".
No estaba solo. Junto a él se encontraban en aquella importante cita fundacional el profesor Juan Carlos Monedero; la psiquiatra Ana Castaño, de la Marea Blanca; el mejor amigo de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, o el entonces activista social Miguel Urbán. La respuesta entusiasta a este proyecto fue tal que unas mil personas se quedaron a las puertas del teatro sin poder entrar por aforo completo. Iglesias no dudó en salir a la calle para dirigirse a ellas: "Que se pueda desahuciar a gente va contra los derechos humanos, que se pongan por delante los intereses de los tenedores de la deuda y de los bancos por encima de los intereses de las familias va en contra de los derechos humanos, que las políticas de austeridad implique que la gente tenga más dificultades para tener una sanidad decente, va en contra de los derechos humanos. Somos de izquierdas, es obvio, pero no necesitamos refugiarnos en ninguna etiqueta ideológica. Lo que vamos a plantear lo entiende cualquier persona. Se llama democracia, decencia y derechos humanos. No queremos ser un partido, una coalición de partidos o una nueva oferta en el mercado electoral (...) Gracias por la espera y por soportar la chapa, ahora me tengo que ir a la tele a discutir con unos cuantos representantes del régimen". Los congregados, contagiados de su efusividad, rompieron a aplaudir tras sus palabras y gritaron "¡Sí, se puede!", el lema que marcaría para siempre el recorrido vital de la formación.
El éxito fue cuestión de semanas. Tras conseguir las 50.000 inscripciones necesarias, Podemos provocó un terremoto político en las europeas de mayo de 2014 al sumar más de un millón de votos y cinco eurodiputados. Fue el inicio de un 'asalto a los cielos' que llevó a sus diferentes marcas electorales a ocupar en 2015 las alcaldías de las principales capitales de España como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o La Coruña o a conseguir 70 diputados en las primeras generales a las que se presentaban. Su dominio del espacio de la izquierda fue tan poderoso que hasta partidos tradicionales como IU acabaron aceptando coaliciones en lo que la marca de Podemos predominaba sobre todas las demás. Algunas encuestas auguraron en su momento un sorpasso electoral al PSOE que nunca se llegó a materializar.
En 2020, tras una repetición electoral, el socialista Pedro Sánchez asumió que no podría ser presidente sin dar luz verde al primer gobierno de coalición de la democracia. Por ello, dos días después de acudir a las urnas, posó con sonrisa forzada junto a Pablo Iglesias para rubricar un acuerdo por el que los 'morados' se hacían con una vicepresidencia segunda y otros cuatro ministerios. El momento deseado había llegado: la izquierda regeneradora, combativa y activista forjada en el 15-M llegaba al Consejo de Ministros. Al fin, el sueño pretendido en aquella fría tarde de enero en un teatro de Lavapiés, se hacía realidad.
De cielo al infierno pasando por Vistalegre 2
Pero si algo no aprendió Podemos de esa 'casta' a la que buscaba desterrar era que todo partido logra su supervivencia siempre que se mantenga unido. Y rápidamente, en su seno, comenzaron a aflorar las voces discordantes con el personalismo que Iglesias infundió al proyecto 'Podemos' y sus cuestionadas decisiones, amparadas en una democracia de partido que algunos consideraban inexistente.
Errejón abandonaba el barco en 2017 tras un Vistalegre 2 divisorio y, con él, mediáticos rostros como los de Carolina Bescansa, Miguel Urbán o Luis Alegre. Después, un sinfín de cargos intermedios y exestrellas de la política regional como Teresa Rodríguez o Rita Maestre fueron poco a poco desangrando al partido y poniendo en pie nuevas formaciones en competición directa con Podemos como Más País o, ya en el tramo final, Sumar. La deserción fue tal que de la foto del núcleo fundador de Podemos en la primera asamblea ciudadana de Vistalegre, celebrada en octubre de 2014, seis años después ya sólo quedaba Iglesias.
El desgaste de gobernar y la entrada de Yolanda Díaz en la competencia por el espacio de la izquierda a la izquierda del PSOE terminaron por desbaratar a un partido que en mayo de este año se vio en la dura encrucijada de claudicar ante Sumar o acudir en solitario a unas generales para previsiblemente fracasar y romper las opciones de la izquierda de gobernar. La actual secretaria general del partido, Ione Belarra, tuvo hasta que tragar con los vetos en las listas a Irene Montero o Pablo Echenique impuestos por Díaz.
El Podemos de ahora: "Al final, lo que diga Pablo"
Del 23-J surgió milagrosamente otro gobierno de izquierdas, pero al que Podemos no estaba invitado. Sánchez y Díaz confeccionaron un nuevo Consejo de Ministros con total ausencia de representantes de la formación, decisión que llevó a los morados a salirse del grupo parlamentario de Sumar en una ruptura traumática el pasado enero. El divorcio entre Podemos y Sumar es tal que los 'morados' tumbaron la semana pasada el decreto con la reforma del subsidio de desempleo presentada por Díaz.
Diez años después del Teatro del Barrio, la situación de Podemos es crítica. La formación está en el grupo Mixto del Congreso, ha quedado fuera del Gobierno y su pérdida de poder territorial ha llevado a la formación a poner en marcha un ERE para el despido del 70% de su plantilla y a vender algunas de sus principales sedes. La sombra de Ciudadanos, la formación de Albert Rivera que pasó del todo a la nada en cinco años, acecha ahora a los morados. Entre sus planes para no desaparecer está hacer oposición al Gobierno y presentarse de forma autónoma a las europeas con Irene Montero como candidata.
"Ya están escenificando que son la oposición, pero de una manera poco elegante", asegura a El HuffPost Ramón Espinar, exdiputado de la Asamblea de Madrid y también exmiembro de Podemos, al recordar la histriónica salida de Irene Montero del ministerio de Igualdad en el protocolario traspaso de carteras o las amenazas de Belarra a Sumar.
Muy crítico con la actual dirección, Espinar asegura que el problema actual del partido es que "de todos los elementos que conforman la política, en Podemos ya sólo interesa el poder". "Se ha convertido en lo que siempre se dijo que no iba a ser. Un proyecto familiar, empresarial, mediático y político. Y, al final de todo, lo que diga Pablo. Es un partido que ya sólo existe para que sigan ahí Iglesias y Montero", señala.
El HuffPost ha contactado con otros exintegrantes de Podemos para recabar su opinión sobre la actual situación del partido, pero la mayoría ha declinado la propuesta. "De alguna manera u otra, todos hemos participado tanto en la parte bonita del proyecto como en su deriva. Por eso, creo que tenemos la responsabilidad de hablar y decir alto y claro que la situación actual es un desastre", lamenta Espinar ante el silencio de sus excompañeros.
La ruptura con Sumar, ¿una estrategia eficaz?
Pero, ¿actúa Podemos correctamente asumiendo de facto un papel de oposición y abriendo brecha con Sumar? Los diferentes politólogos y expertos en comunicación política consultados por este medio se muestran divididos ante el éxito de esta posible estrategia.
"Si yo fuera dirigente de Podemos, apretaría lo máximo posible, exageraría y llevaría todo a la hipérbole. Es la única manera de tener un papel propio en esta coyuntura", asegura Daniel Valdivia, politólogo y profesor en la Universidad Pablo de Olavide. Para él, el problema de Podemos ha sido su 'bunkerización' en estos últimos años. "Ha pasado de ser un espacio amplio o a convertirse en algo similar a una familia que ve la política como algo sectario o particular. Si vuelven a aparentar que son un partido amplio e integran nuevos espacios, podrían pervivir. Pero si continúan con la dinámica de los shows alejarán a la mayoría de los votantes porque estas actitudes dificultan la participación militante de gente que quiere trabajar por los movimientos sociales sin atender a cuestiones de poder", remata.
Lidia Núñez, politóloga y miembro de think-tank Ideas en guerra, advierte del peligro que asume Podemos concurriendo en solitario a las europeas. "Tienen que configurar muy bien su estrategia, porque si fracasan podría ser su final definitivo", asegura. Además, cree que esta guerra entre partidos podría "desincentivar" a un electorado de izquierdas ya de por sí tendente a la abstención. "A Podemos no le conviene desmarcarse mucho de Sumar porque el votante dejaría de ir a las urnas. Para ambos, es un grave peligro que el espacio a la izquierda del PSOE se esté desconfigurando", destaca.
Manuel López Funes, politólogo y asesor en comunicación política, ve por su parte coherente mantener una "línea propia" frente a Sumar y alimentar cierta tensión, pero sin olvidar que el fin último de la política "es la gente y el bien común". "Podemos debe entender que no es representante de un todo, sino de una parte del espectro político. Y esa es la clave para reconstruir un partido. Tienen que abrirlo y enriquecerlo con nuevos nombres y propuestas, porque lo que hay fuera también es válido", sentencia.