Irene Montero, la mujer que incomodó al machismo
Pesan sobre ella el escarnio público, las críticas más salvajes de la oposición y el desaire de parte del colectivo feminista. Como ministra de Igualdad deja un gran legado de avances sociales, pero también el borrón del "solo sí es sí". Sin embargo, es de las que nunca se dan por vencidas y tratará de ser candidata de Podemos a las europeas.
Irreverente, contestataria y activista hasta el final. La ministra saliente, Irene Montero, ha protagonizado este martes el traspaso de cartera más sonado de la jornada al culpar a Pedro Sánchez de su salida del Gobierno "por hacer lo que dijimos que haríamos: poner las instituciones al servicio del avance del feminismo".
Vistiendo una camiseta con el mensaje "confía, coño", Montero ha deseado a su sucesora, Ana Redondo, que su equipo no la abandone "por incomodar a los amigos de 40 y 50 años del presidente del Gobierno". Un recado nada disimulado al jefe del Ejecutivo, que en las semanas previas al 23-J admitió públicamente las "diferencias" que había mantenido con la ministra de Igualdad a lo largo de toda la legislatura. "Hay un ciudadano, mayoritariamente de hombres entre 40 y 50 años que han visto algunos discursos que han sido incómodos hacia ellos. Y creo que eso es un error. Hay que interpretar el feminismo como un movimiento integrador", dijo por entonces Sánchez.
No sabemos si Irene Montero habrá incomodado o no a los hombres amigos de Sánchez, pero sí al machismo adherido a nuestra sociedad como una costra molesta. Con su labor, España ha escalado en 2023 al cuarto puesto en el índice europeo de igualdad de género y ha transformado los conceptos de 'feminismo' y 'consentimiento', hasta elevar la libertad sexual a un derecho que ya nadie se cuestiona y que todos los poderes del Estado deben garantizar y asumir.
Confundiendo en algunos casos la política con el activismo, la psicóloga y miembro de Podemos desde su asamblea fundacional, se ha ganado a pulso el título de ministra más polémica e insultada del Gobierno, pero también la más combativa, la más perseverante y, sobre todo, la más apoyada socialmente por colectivos como el LGTBIQ+ tras dar voz a ciudadanos acostumbrados a permanecer en los márgenes de la construcción social.
Hija del 15-M y militante de la juventud comunista, Irene Montero (Madrid, 1988) llegó a Podemos en 2014 tras moverse por los círculos de Comisiones Obreras e incluso participar en marchas estudiantiles durante su breve estancia en Chile. Durante un periodo de tiempo trabajó también como cajera de una tienda de electrodomésticos en San Sebastián de los Reyes, una línea en su hoja de vida laboral que se acabó retorciendo en redes sociales para exponerla como una cajera de supermercado aterrizada en el Consejo de Ministros.
"Parece que a algunos señores les molesta que una cajera de supermercado, hija de un mozo de mudanza y de una maestra de escuela, pueda ser ministra. (...) Me ayuda a no olvidar de dónde vengo y la situación de las mujeres a las que represento", dijo en Twitter tras ser acusada de borrar esta actividad laboral de su curriculum.
Una vez en Podemos, Montero fue nombrada responsable de Movimientos Sociales y comenzó a dirigir el gabinete del líder de Podemos, Pablo Iglesias, con quién comenzó posteriormente una relación de pareja y ahora tiene tres hijos en común.
Con sólo 27 años se convirtió en diputada y en 2019, según cuentan los negociadores de Podemos, dejó pasar la oportunidad de ser vicepresidenta después de que el PSOE vetara a Iglesias de un hipotético gobierno de coalición. Tras una repetición electoral, socialistas y 'morados' forjaron el primer Ejecutivo conjunto e Irene Montero asumió el papel de ministra de Igualdad. Compartió con su predecesora, Bibiana Aído, el honor de ser la ministra más joven de la democracia con sólo 31 años.
En sus primeros días, Montero impuso como prioridades de su ministerio una Ley de Libertades Sexuales, las políticas de redistribución del tiempo y la riqueza, una Ley LGTBI, una Ley Trans y la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Muchas de sus promesas se han visto cumplidas - es uno de los ministerios que más producción normativa deja a sus espaldas - pero casi ninguna ha salido adelante sin su consecuente polémica.
La reforma del aborto tuvo su principal punto de fricción con el PSOE en las bajas por reglas dolorosas, mientras que la ley trans abrió un cisma al reconocer la autodeterminación de género. Muchas feministas, algunas de ellas dentro del sector más conservador del socialismo, criticaron la norma al verla como un ataque a las mujeres al negar la existencia del sexo biológico y por poner en riesgo su seguridad jurídica ante posibles maltratadores y violadores que hicieran un uso indebido de la misma.
Pero ningún borrón resalta tanto en su hoja de servicios como el derivado de las rebajas de condenas a agresores sexuales por la entrada en vigor de su ley del "sólo sí es sí". Hasta este pasado septiembre, se han producido ya al menos 1.205 reducciones de pena y 121 excarcelaciones, según los datos recabados por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Una 'patata caliente' a consecuencia de la falta de un régimen transitorio en la redacción de la norma, la fusión de los tipos de abuso sexual y agresión y la imposición de penas más bajas, y que acabó provocando una crisis de órdago dentro del gobierno de coalición.
El equipo de Irene Montero negó al principio cualquier "efecto indeseado" por su ley. "Está bien hecha", repetían sin cesar desde Igualdad. Pero cuando la cascada de rebajas fue notoria, Podemos acusó a los jueces de ser "fachas con toga" y "machistas" por aplicar "erróneamente" su ley. La oposición, como cabía esperar, aprovechó la ocasión para poner contra las cuerdas al Gobierno y el PSOE acabó presentando una reforma de la norma que la propia Montero tildó de "retroceso".
Por este "garrafal error", que después ella atribuyó al Ministerio de Justicia, la dirigente tuvo que escuchar que había puesto "violadores en la calle" o que con ella, "las mujeres no estaban seguras", así como improperios y comentarios machistas como “tiene la boca llena de llagas de chupársela al Coleta”, "está donde está porque la ha fecundado un macho alfa" o "su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias". Algunos de ellos, escupidos desde la propia tribuna del Congreso de los Diputados.
Pero Montero nunca se arrugó. "Quiero que se incorpore al diario de sesiones la violencia política que se está ejerciendo en este momento en la sede de la soberanía popular. Para que no se borre, para que después de mí no venga ninguna, para que todo el mundo pueda recordar la violencia política y a quienes la ejercen. Y también para que se pueda saber que las feministas y las demócratas somos más y les vamos a parar los pies a esta banda de fascistas con más derechos", dijo hace un año en el hemiciclo con los ojos llorosos ante los insultos recibidos por una dirigente de Vox.
Porque para Irene Montero, lo importante siempre ha sido los resultados de sus políticas y los avances sociales conseguidos, por muy alta que haya sido la factura del escarnio público. La pasada semana, en un acto de balance con organizaciones feministas celebrado en el Ministerio bajo el lema "Algo habremos hecho", Montero se mostró convencida de que "esta legislatura feminista ha transformado España" a pesar del "gran coste político", las "feroces resistencias" y la "ofensiva reaccionaria" sufridas.
Y este martes, en su último tuit como ministra de Igualdad, escribía: "Seguiréis contando conmigo y con todas nosotras. ¡Que viva la lucha de las mujeres!". Una elocuente despedida en la que Montero se cita de nuevo con las calles para seguir defendiendo la igualdad, el feminismo y las libertades con la satisfacción de quien exhibe con orgullo el trabajo hecho hasta ahora. Y porque, como dice una de sus canciones favoritas, "no hay montaña lo suficientemente alta, valle lo suficientemente profundo ni un río lo suficientemente ancho" que pueda frenar al último gran símbolo de Podemos.