La inteligencia no cotiza en las urnas
Cuesta reconocer que estás eligiendo a alguien más corto de entendederas que tú.
Cuántas veces te has preguntado cómo es posible que ese amigo tan inteligente vote a alguien con tan pocas luces, o te has visto tú mismo en la tesitura. Las frases que escuchas en campaña, donde los candidatos se animan al verse arropados por sus fans en los mítines y sueltan la lengua convencidos de que es genial todo lo que sale por su boca, dejan un reguero de evidencias diario de que la inteligencia no cotiza en las urnas.
“La ciudadanía no espera votar a Platón y Aristóteles, el voto autonómico y municipal es más popular, la gente ya no quiere saber nada de mítines y agradece más que estés en la calle, que te pares a hablar con ellos. Les aburre la política nacional. Es un voto donde pesa menos la marca y mucho más la persona”, explica un candidato socialista aragonés de los que aplican sin miedo la inteligencia a la política y que revalidará, según las encuestas, en su municipio.
El debate sobre el supuesto pinganillo de Ayuso, por el que su equipo le dictaría lo que dice y sus problemas para responder hasta lo más simple cuando no se lo han preparado, no hace mella en su electorado a la hora de votar. Lo mismo le pasa a García- Page en Castilla La Mancha con los comentarios machistas y fuera de lugar que ha ido soltando en la campaña y que está por ver si serán motivo suficiente para cambiar el voto. Atención, que la necedad hasta puede que te de ventaja. “Un político del PP de Santiago de Compostela solía comentar que si presentaban a un personaje con discapacidad intelectual al que todo el mundo conocía en la ciudad, seguro que 8 concejales lograban. Aunque para pasar de esa cifra se necesitan otros elementos” cuenta un colega de otro partido.
Nada como la frase de Trump al inició de las primarias en 2016: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. Y es que algunos están tan seguros de la fidelidad de los votantes, que consideran que tienen barra libre a la hora de soltar barbaridades. El “ETA está viva” de la presidenta de la comunidad de Madrid juega con ese factor trumpista.
“Evidentemente las elecciones no son un concurso de inteligencia pero si se es inteligente y te expresas bien, eso ayuda. En lugares más pequeños se vota más la gestión. Hay alcaldes muy votados que van a todos los entierros e incluso a visitar a los enfermos al hospital. Es gente que lleva muchos años tejiendo relaciones porque sabe que es clave en su éxito. En Madrid, por el contrario, el ámbito de comunicación es general y por tanto se busca más la polarización y situar el debate en el plano de la ideología” explica un senador socialista que compara a diario las diferencias entre su comunidad y la capital.
El autoengaño también puntúa en el voto y convierte a candidatos que en petit comité no dan signos de clarividencia en notables estadistas para sus votantes. Cuesta reconocer que estás eligiendo a alguien más corto de entendederas que tú. Así que sus propios seguidores centran sus valores en el descaro o el arrojo para decir lo que otros no se atreven, quizá porque les da más pudor mentir que al que le falta un hervor. Solución, se desvía el foco del intelecto y ya es más fácil justificar el voto.
“En épocas de crispación, hay votantes cabreados que votan en contra más que a favor. Es famoso el dicho que los extremos se tocan, por eso hay un porcentaje mínimo de votantes de Podemos que asegura en las encuestas votar a Vox. En la mitad de los noventa, gente del cinturón rojo de Madrid que votaba PCE o IU se descolgó votando al PP. Se produce un hartazgo” dice un diputado popular al que la derechización de Madrid le parece lógica porque aunque hay un deterioro de los servicios esenciales, el poder adquisitivo es alto y el ciudadano no lo percibe tanto. A pesar de los problemas que arrastra la sanidad pública madrileña que depende del gobierno de Ayuso, hay cerca de 2,6 millones de madrileños con seguro privado de salud, un 38% que no padece las listas de espera infinitas. Como dijo Enrique Osorio cuando Cáritas cifró en 1,5 millones el número de personas en riesgo de exclusión social, en Madrid no se ven pobres. Recurrir al autoengaño es ideal para pedir el voto. La manifestación de los que se quedan en casa, gana.
“El descaro y la caradura hacen más gracia que la competencia intelectual, que la sensatez y la sabiduría. La inteligencia nunca ha cotizado en democracia tan poco como ahora” asegura un veterano socialista al que su fama de lúcido y perspicaz le precede y que no tiene reparo en señalar a buena parte del abanico, incluyendo a algunos de los suyos. El déficit en los contrarios tampoco ayuda a poder presumir candidatos más avistados a los que votar con orgullo sin necesidad de buscar cualidades donde no las hay.