Frugal y discreta: Cataluña vive la primera Diada con el independentismo en sus horas más bajas desde hace catorce años
Lejos quedan los casi dos millones de personas que salieron a la calle el Onze de Setembre de 2014.
“Ya no estamos en el 2017 sino en el 2024”. El mejor resumen de este Onze de Setembre es del presidente de Òmnium Cultural, Xavier Antich. Lo ha hecho este mismo miércoles durante el acto que la entidad organiza por la Diada, donde también ha pedido “autocrítica” para recuperar el poder político que “ha perdido el independentismo”. De lo contrario, ha dicho, “no podremos avanzar”. “¡Reactivémonos!”, enfatizaban desde la Assemblea Nacional Catalana.
La sensación, este once de septiembre, ha sido no tanto de hartazgo como de fatiga. La reciente investidura de Salvador Illa, tras un pacto entre PSC y ERC, ha supuesto el fin de unos años agitados que esta Diada ha rematado con cierta frugalidad. Ni siquiera la traca de la visita fugaz de Carles Puigdemont a Cataluña ha servido para que el independentismo renueve los votos de hace catorce años, cuando la Policía de Barcelona estimó en casi dos millones las personas que se manifestaron con la ANC.
Las movilizaciones descentralizadas de este miércoles han estado muy lejos de las cifras de hace unos años, y de ahí también el motivo de tal disgregación. Tal era la expectativa, que por primera vez ANC, Òmnium, Consell de la República y demás entidades de la sociedad civil se han manifestado de manera unitaria. Se evita de alguna manera la foto que muestra el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión: el apoyo a la independencia está en la cifra más baja de la serie histórica con un 40%, mientras que el rechazo congrega el porcentaje más alto, un 53%.
Esta tarde, de hecho, aunque no se esconde la lucha por la independencia, la reivindicación se ha camuflado con proclamas más palpables, cada una en una ciudad. En Barcelona, la vivienda; en Tarragona, por las mejoras ferroviarias; en Lleida, por la agricultura; en Girona, por la Sanidad pública; y en Tortosa, por los recursos hídricos. Cinco "injusticias” que, según los manifestantes, se producen por la pertenencia a España. No obstante, en Barcelona apenas han salido a la calle 60.000 personas.
Si la Diada es la mejor muestra para comprobar la fuerza del independentismo, este año ha quedado claro que Cataluña ha entrado de lleno en un cambio de ciclo en el que, cada vez más, se evidencia la distancia entre la sociedad civil y los partidos políticos. Si desde la Assemblea se culpa a los partidos tradicionales de la pérdida de mayoría independentista, estos se acusan entre ellos.
Para Junts, la culpa es de ERC. Para ERC, de Junts. Y así. Mientras Illa, tranquilo, dándose a la vida política contemplativa. El presidente de la Generalitat ha lanzado el mensaje de que la Diada es de todos, y poco más. Cuanto más lejos de la disputa, mejor, ha de pensar.
Pero es que los partidos están también inmersos en sus propias disputas. Todas las fuerzas soberanistas, tanto Junts como ERC y las CUP, enfrentarán en lo que queda de año sus respectivos procesos congresuales. Junts tratará de afianzar el liderazgo de Carles Puigdemont y de organizarse de manera que puedan venderse como la única oposición independentista a Illa.
ERC, por su parte, busca solventar las diferencias entre sus dos figuras más destacadas, Oriol Junqueras y Marta Rovira. Y lo están haciendo con luz y taquígrafos, sin dejarse nada dentro, aunque el programa político no difiera demasiado. Por su parte, las CUP buscan, directamente, refundarse tras las últimas derrotas electorales.