Los expertos avisan que estamos agotando el agua subterránea (y hay consecuencias)
Los datos son especialmente alarmantes en este siglo.
La revista Nature ha publicado una serie de datos y conclusiones tras realizar un estudio en el que se apunta a uno de los grandes problemas medioambientales desde inicios de siglo: la alarmante reducción de las reservas de aguas subterráneas.
Los resultados no son nada alentadores, sino todo lo contrario, y la comunidad científica (biólogos, hidrólogos, geólogos...) ya avisa de las gravísimas consecuencias a las que la humanidad se enfrenta si todo continúa como hasta ahora.
El estudio tiene en cuenta las reservas de aguas subterráneas a nivel global, y en él se apunta que el ritmo de descenso de estas es desproporcionado -en referencia al ritmo en que estas reservas se acumulan con respecto a su extracción por parte del ser humano- desde inicios del siglo XXI.
En primer lugar, hay que saber que estas aguas subterráneas se acumulan bajo tierra, tanto en los poros como en las grietas de las rocas, siendo una de las grandes fuentes de agua potable del planeta (un 36%), mientras que supone casi la mitad del agua utilizada para el riego en la agricultura, siendo también una fuente clave para el consumo humano y la industria.
Pero como ocurre con todos los recursos naturales, no hablamos de una fuente ilimitada. De hecho el proceso de acumulación de agua bajo tierra requiere de grandes períodos de tiempo, en los que el agua de la lluvia se va infiltrando en la superficie hasta atravesarla. El problema está en que la extraemos a un ritmo mucho mayor del que se acumula, lo que provoca un desequilibrio medioambiental muy importante.
40 años de alarmante pérdida
De acuerdo con los estudios de un grupo de investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara (EEUU), desde 1980 el nivel de agua subterránea del planeta ha disminuido en un 71%, acelerándose de forma notable desde el año 2000.
Estos datos fueron extraídos tras estudiar más de 170.000 puntos del planeta, de los que se extrae el 75% del agua subterránea del mundo. Estos datos apuntan claramente a la acción humana, ya que el proceso de descenso de estas reservas fue mucho más pronunciado durante los primeros años del siglo XXI que durante los últimos del XX.
Entre los datos más impactantes que aborda el estudio, se encuentra el de la cantidad de agua perdida entre el año 2000 y el 2019, siendo esta el triple del volumen total del lago Superior -el más grande del mundo, y tercero en volumen-, con más de 12.000 km cuadrados.
Consecuencias directas de esta reducción
Debido al uso que se le da a estas aguas (principalmente para abastecer tierras destinadas al uso agrario), las zonas más afectadas por esta reducción se concentran fundamentalmente en Asia (norte de la India y norte de China), aunque también en el oeste de EEUU y en el norte del continente africano y Oriente Medio.
En todas estas regiones, la reducción de aguas subterráneas ha supuesto una caída de más de medio metro por año, lo que supone un dato desorbitado para la media. Todo esto provocará -y ya está provocando- enormes consecuencias devastadoras para el medioambiente, como puede ser:
- - La reducción de la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura: que puede desembocar en migraciones masivas, hambrunas, conflictos armados, etc.
- - Otra de las consecuencias que no tardará en hacerse notar será la llegada de agua salada a entornos de agua dulce como acuíferos costeros, que puede afectar a los ecosistemas marinos.
- - A nivel geológico también supone todo un hándicap, ya que puede provocar hundimientos del suelo, erosionándolos y aumentando la probabilidad de inundaciones.
- - Reducción acusada del caudal de los ríos, pudiendo alterar así el ciclo hidrológico.
- - Por último, esta reducción se notará, en última instancia, en el aumento del nivel del mar sobre los acuíferos, que pueden alterar y amenazar zonas costeras de todo el planeta.
La única solución: una gestión sostenible
Aunque la situación se torna especialmente difícil, todavía se pueden llevar a cabo ciertas prácticas centradas en la cooperación internacional, la concienciación de la gravedad del problema por parte de grandes empresas en todos los órdenes, así como apoyarse en el conocimiento científico para paliar sus graves efectos.
Entre estas medidas destacan algunas como realizar un seguimiento continuado y preciso de los niveles de las reservas de aguas subterráneas mediante datos proporcionados por los pozos.
Otra de estas medidas se encuentra en la regulación y control de las extracciones, imponiendo cuotas, impuestos y sanciones a aquellas empresas o países que no cumplan con la legislación y se salten los límites establecidos.
Por último, apuntan a las mejores de infraestructuras y tecnología, que permitan almacenar, transportar y tratar el agua de la forma más apropiada. Algunas de estas ya se han comenzado a implementar en países como Australia, en algunas zonas del norte de Europa o en Brasil.