Las cinco especies animales que busca resucitar la ciencia
La desextinción comienza con muestras de ADN de las especies extintas.
Las especies actuales representan solo un 10% de todas las que han poblado en algún momento la Tierra. Por ello, no es extraño el interés por el 90% restante. Tanto como parar tratar traerlas de vuelta, según el medio La Razón, que ha destacado cinco animales que al ciencia está intentado recuperar.
La desextinción comienza, según el mismo medio, con muestras de ADN de las especies extintas. A veces se trata del genoma completo y otras pueden unir genes de la especie extinta en el genoma de un animal vivo que guarde similitudes. Tras esto, en un proceso conocido como transferencia nuclear, los investigadores implantan esta secuencia en un óvulo tomado de una especie viva estrechamente relacionada y de la que se ha eliminado el ADN original. El animal resultante es genéticamente similar al extinto, remarca.
Con esta técnica ya se ha resucitado, al menos, un linaje. En 2003, investigadores españoles realizaron una transferencia nuclear de una subespecie de cabra montés de los Pirineos llamada bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), que se extinguió en el año 2000. Así, lograron que naciera una cría de bucardo, aunque murió pocos minutos después debido a un defecto pulmonar.
A pesar de esto, el medio destaca otras especies con mayores posibilidades. La primera es el mamut lanudo (Mammuthus primigenius), que vivió hace entre 300.000 y 10.000 años, durante la última edad de hielo, aunque una población pequeña y aislada sobrevivió en la isla de Wrangel hasta hace unos 4.000 años.
El permafrost del Ártico ha preservado los cadáveres de estos animales, tanto como para obtener su genoma. Esto significa que los científicos pueden extraer ADN y realizar una transferencia nuclear con un óvulo de elefante moderno para dar lugar a una especie similar al mamut lanudo. La empresa de desextinción con sede en EEUU Colossal Biosciences anunció en marzo "un gran avance" que puede acercar la recuperaración de los mamuts lanudos extintos.
La siguiente especie que destaca el medio con posibilidades de regresar es una que se extinguió hace relativamente poco: el dodo (Raphus cucullatus), un ave grande y no voladora endémica de la isla de Mauricio. Los dodos se extinguieron en el siglo XVII como resultado directo de la colonización europea y, por lo tanto, se han convertido en un emblema de la extinción causada por el hombre. Junto con la deforestación y la caza de dodos por parte de los humanos, la depredación finalmente llevó a la especie a extinguirse en 1681.
El ADN del dodo sobrevive en especímenes de museos de historia natural. Los científicos ensamblaron el primer genoma del dodo en 2022 utilizando un espécimen excepcionalmente conservado alojado en una colección en Dinamarca. Pero quedan varios obstáculos antes de que la especie pueda volver a la vida. Estos incluyen la necesidad de diseñar la diversidad genética en la secuencia de ADN del dodo para que no termine con una población de clones.
La tercera especie es el tigre de Tasmania, o tilacino (Thylacinus cynocephalus), un marsupial carnívoro originario de lo que hoy es Australia. La especie desapareció del continente hace entre 3.000 y 2.000 años, pero una población persistió en la isla de Tasmania. El último individuo murió en un zoológico en 1936.
Los tilacinos son buenos candidatos para la desextinción porque hay muchos especímenes intactos de los que extraer ADN. Pero este código genético en general está muy fragmentado, lo que significa que se necesita mucha edición para obtener una secuencia funcional. Lo más cerca que han estado los científicos ha sido secuenciar su genoma completo.
Otra de las opciones son los uros (Bos primigenius), los ancestros salvajes de todo el ganado moderno, incluidas las vacas domésticas. Eran bestias gigantes con cuernos de hasta un metro de largo que habitó el norte de África, Asia y casi toda Europa durante miles de años. Fueron los mamíferos terrestres más grandes en Europa tras la última edad de hielo, pero los humanos los llevaron a la extinción mediante la caza excesiva y la destrucción del hábitat. El último uro conocido murió en 1627 en el bosque de Jaktorów, en Polonia.
Los esfuerzos actuales para "des-extinguir" al uro difieren de los de otras especies extintas en que no requieren ingeniería genética. La mayor parte del ADN del uro sigue vivo en las razas de ganado modernas, lo que llevó a los investigadores a probar un método alternativo llamado retrocruzamiento. Este implica seleccionar y criar vacas que tienen rasgos físicos y comportamientos similares a los del uro. El proyecto, que tiene su sede en los Países Bajos, ha producido más de seis generaciones de vacas y está "muy cerca" de producir un ejemplar parecido al uro.
El quinto, y último, que destaca el mismo medio es el quagga (Equus quagga quagga), una subespecie extinta de la cebra común. Los quaggas eran endémicos de Sudáfrica y lo que les diferenciaba era que tenían menos rayas en sus cuartos traseros que otras cebras. La persecución implacable en el siglo XIX hizo que el quagga se extinguiera en estado salvaje, y el último quagga cautivo murió en 1883. Solo quedan siete esqueletos de quagga en existencia, lo que los convierte en los esqueletos más raros del mundo, según el University College London (UCL).
Al igual que con la reproducción de uros, los esfuerzos para devolver la vida al quagga no implican ingeniería genética. Desde 1987, el Proyecto Quagga en Sudáfrica ha criado selectivamente cebras de llanura con menos rayas de lo habitual para la especie "para recuperar al menos los genes responsables del patrón de rayas característico de la quagga", según el sitio web del proyecto. Sin embargo, el proyecto es controvertido, según la UCL, y los críticos argumentan que el animal resultante seguirá siendo una cebra de llanura y que el dinero se invertiría mejor en otros proyectos de conservación.