La agricultura regenerativa o cómo crear "una esponja en el suelo" para luchar contra la sequía
Diversas técnicas de mantenimiento del suelo buscan devolver al ecosistema la vida que se había perdido.
La situación es dramática. La sequía sigue siendo acuciante en buena parte de España. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), el 34,8% del territorio peninsular se encuentra en sequía prolongada a pesar de las lluvias de las últimas semanas.
El 80% de los cultivos de nuestro país se han perdido en el último año debido a la sequía. Una pérdida que llega a ser de la totalidad en el caso del trigo y la cebada en zonas como Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia, Aragón, Comunidad de Madrid, Catalunya y Castilla y León, donde según datos de Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), sería del 100%.
Lo mismo sucede, según los datos recopilados por el COAG, con otros cultivos como los olivares que este 2023 apenas han llegado a un 20% de su producción.
Con este escenario sin precedentes y con unas visiones de futuro nada alentadoras por el cambio climático, crece una tendencia a que sea el propio terreno y el ecosistema el que ayude al crecimiento de los cultivos, también a mantener el agua. ¿Cómo? Trasformando el escenario y los campos, que en lugar de desiertos con líneas de cultivo tengan vegetación en todo el suelo que ayude a retener el agua, a mantener los insectos y la biodiversidad y sustituyendo los abonos y fertilizantes artificiales por los orgánicos e incluso introducir la ganadería extensiva.
Esto recibe el nombre de agricultura regenerativa. Esta tendencia busca que el suelo se mantenga con los nutrientes, los hongos y la biodiversidad original, permitiendo que retenga el agua como una esponja y que el carbono se mantenga en el terreno y no eliminándose a la atmósfera. Con ella, se busca tratar de frenar los efectos del cambio climático.
Un suelo esponjoso, la clave para mantener el agua
Según datos del Gobierno en 2019, cada año la erosión acaba con 543 millones de toneladas de terreno. Consecuencia de esto y de la falta de cubierta vegetal en muchas plantaciones, la poca agua que se recoge de la lluvia no se mantiene en la estructura del terreno, por lo que una de las prioridades es crear una especie de "esponja" que la mantenga. Esa agua, además, se mantendría limpia y no se contaminaría como sucede con cada vez más acuíferos.
"En estos tiempos de caos climático que estamos viviendo, en el que las estaciones dan pasos a periodos muy largos de sequía extrema combinados con periodos de precipitaciones muy severas, es necesario tener un suelo muy esponjoso que actúe como una esponja, que retenga el agua cuando hay una sequía y que cuando hay un diluvio no se erosione. Es la forma más efectiva de mantener la seguridad alimentaria", apunta el divulgador ambiental Javier Peña, creador de HOPE!
Parece algo básico, pero Peña recuerda que con la industrialización de la agricultura, se ha pasado a considerar el suelo como algo "puramente mineral que se tiene que arar y destruir completamente". "Esto tiene muchas complicaciones, además de para los agricultores y los gastos que esto supone, la contaminación de los acuíferos y las emisiones. Se destruye la red de fertilidad, el suelo está cada vez más degradado y necesita más fertilizantes, retiene menos agua y necesita más riego... Es la rueda de la degeneración", apunta.
Este modelo, conocido también como PolyFarming, no sigue otras pautas que las que se seguían antes de que la industria agrícola se convirtiera en una máquina de producción, pero aplicando los conocimientos ambientalistas y ecologistas aprendidos en las últimas décadas.
"Es una combinación de prácticas antiguas con el conocimiento que tenemos ahora de cómo funciona el suelo, de cómo se nutren las plantas, cómo se retiene el agua y todo el conocimiento que tenemos ahora de la red de vida que hay bajo los suelos de todo el mundo", explica Peña, quien lo califica como "esperanzador" frente a la situación actual y futura.
Para el especialista, esta medida "es clave para revertir la desertificación" por el efecto del ciclo del agua. "El 40% de las lluvias que recibimos viene del vapor de agua que producen las plantas por sus hojas, si incrementamos el número de plantas y que el suelo actúe como una esponja y retenga el agua va a ser mucho más fácil generar más vapor y que se reactiven las precipitaciones y se frene al desierto", señala. "Es un proyecto estratégico a nivel nacional que puede salvar al campo y convertirnos en líderes de la transición ecológica", enfatiza Peña.
Una estrategia win win para cada vez más agricultores
Esta iniciativa es cada vez más popular entre los agricultores, como es el caso de Francisco Rodríguez León, ingeniero agrónomo especializado en agricultura regenerativa y consultor de ECUÓRUM, que tras una larga trayectoria en el mundo de la ganadería y la agricultura, lazó su propio proyecto regenerativo junto a su mujer ambientóloga y actualmente asesora a otros agricultores en su transición hacia la agricultura regenerativa.
“No es comparable la agricultura regenerativa con la convencional, la convencional es salir a pelearte con la naturaleza, jugar a la ruleta rusa buscando el pelotazo, en la agricultura regenerativa no”, destaca Rodríguez, que asegura que muchos de los que se acercan allí lo hacen tras ver que el modelo tradicional no es sostenible.
"Es un win win para los agricultores y todos los que participan están muy contentos de haberse lanzado al cambio. Lo hacen tras ser conscientes de que están en un punto de no retorno, de todas las barbaridades que se han hecho, que no se puede seguir así", recalca.
Tanto él como Peña defienden que se trata de un modelo agrícola con menos costes, tanto económicos como para el entorno, y que da más frutos y de mejor calidad. "Al retener el agua en los suelos se puede cultivar mucho mejor y además reducir los costes de producción y producir alimentos muchos más sanos y más completos. Es una ganancia para todos menos para las empresas de fertilizantes y pesticidas, claro. Para la sociedad es un cambio en la salud pública tremendo", apunta Peña, quien destaca que "se produce más porque el suelo tiene más nutrientes, tiene más agua, las plantas tienen más salud y se defienden mejor de las plagas".
Otro productor que se ha sumado a esta tendencia es Ernest Camps, agricultor de la empresa familiar tarraconense Verdcamps Fruits, que vio que en sus 300 hectáreas de cultivo, la agricultura tradicional daba problemas. "Vimos que el modelo tradicional nos daba problemas, que no se solucionaban y no era del todo sostenible. Siempre hemos intentado ir a la ola, a lo que esté de moda siempre para reequilibrar el sistema productivo. Nosotros nos estamos adaptando a un territorio sembrando determinadas plantas que nos interesan y adaptándonos a ese territorio", señala Camps.
Uno de los problemas que se encontró Camps en sus cultivos, especialmente la sandía, fueron las plagas, concretamente el pulgón y la cantidad de insecticida que usaban acababa también con las abejas, fundamentales en la polinización.
"A partir de ahí cambiamos nuestro sistema productivo intentando que no sean monocultivos, que haya varios tipos de cultivos en uno", explica Camps, quien ha recibido multitud de galardones por sus plantaciones en las que ha incorporado flores para regenerar el terreno.
"Lo que hacíamos hasta ahora necesitaba muchos más productos químicos, plásticos, carburantes... Toda esa tendencia de producir lleva a necesitar mucho más de estas cosas porque estamos degenerando el hábitat, el suelo, etc. Vimos cómo hacer la misma cantidad y la misma calidad sin que alterara el medio ambiente. Contaminar es rentable hoy en día, cuando hablamos de rentabilidad no hablamos de sostenibilidad", reflexiona.
El apoyo de organismos internacionales y grandes empresas
Pese a que pueda parecer que se trata de una iniciativa minoritaria de pequeños agricultores ecológicos, las grandes empresas han visto una oportunidad de asegurarse cultivos futuros en la agricultura regenerativa. Pepsico, Danone o Nestle son algunos de los ejemplos de empresas que se han propuesto en un plazo de 20 años que la mayoría de su producción sea de agricultura regenerativa.
"Está llegando un punto, en el que por ejemplo, en Badajoz ha llegado Pepsico a los productores de tomate y les ha dicho que de aquí a cinco años no van a comprar al que no sea regenerativo. Está empezando ya con varios proyectos piloto acompañando a productores con su transición y sacar una técnica que se convierta en norma para todos sus proveedores", señala Peña.
Para él, esta técnica es una "cuestión estratégica a nivel nacional" al ser uno de los países más afectados por la sequía y la desertificación. "Tener unos suelos que no retienen el agua y que se calientan hasta 20 ºC más que uno con una cubierta vegetal, es un suicidio", señala.
"Es un cambio que nos puede convertir en líderes de esta transición agraria que se está produciendo en todo el mundo. Tiene un millón y medio de hectáreas en funcionamiento y mejora la vida de agricultores y ganaderos, además del ecosistema", apunta el activista y recuerda que además de esto se están desarrollando otras iniciativas como los pagos por secuestro de carbono en los suelos a los agricultores.
Pero no solo se parte de iniciativas privadas como esta, también se han lanzado programas como el LIFE Regenerate de la Comisión Europea con el que se pretende formar e incentivar la agricultura regenerativa con una inversión de 2,2 millones de euros. Como gran referente europeo, se encuentra la iniciativa 4x1000, impulsada tras la COP21 y lanzada por el gobierno francés con la que se busca mejorar la calidad de los suelos agrícolas y que estos se conviertan en sumideros de carbono a través de las técnicas de la agricultura regenerativa.
A nivel europeo, la agricultura regenerativa está entrando también poco a poco dentro de la Política Agraria Común (PAC). “La PAC poco a poco recoge la agricultura regenerativa y si cumples determinados requisitos, te financian un 20%”, recuerda Rodríguez.
En este sentido, tanto Peña como Rodríguez ven ciertas deficiencias en la aplicación, ya que creen que está restringida a algunos casos concretos y no permite, por ejemplo, la combinación con la ganadería.
"Por ejemplo, en la PAC empieza a haber un bonus para los cultivos de olivares, para quien deje las cubiertas verdes, es decir que no are una parte del olivar, pero aún así es insuficiente porque no está planteado que entre ganadería ni ovejas a comerse la hierba y fertilizar el campo", señala Peña.
Este aspecto, por ejemplo, es algo fundamental para las plantaciones que ha gestionado Rodríguez. “La agricultura regenerativa no se entiende sin la ganadería, es un cambio brutal, ver pastar a los animales entre los cultivos, cómo se abona y demás. En un sistema de rotación da unos resultados brutales muy rápidos", señala.
Un aprendizaje colectivo para poner de nuevo en valor el campo
Tanto Rodríguez como Camps coinciden en que estas nuevas técnicas son indispensables para mantener la actividad agraria en un futuro. Rodríguez apunta que es una práctica que favorece al agricultor. “Salen perdiendo los que están con los agricultores en la queja, que están en contra de todo eso”, recalca.
"Hemos cambiado la visión de una acción de producir, donde al final estábamos siendo negativos para el medioambiente a crear sistemas que son un poco de sentido común y de una manera sencilla. Hablamos de un campo de 300 hectáreas de cultivo, que no es un campo pequeño, que es lo que diferencia a nosotros de otros cultivadores", apostilla Camps.
Para ambos, el compartir los conocimientos ha sido una parte fundamental, ya que la formación en estas técnicas, basadas en los conocimientos tradicionales y aplicando los nuevos hallazgos se van difundiendo en formaciones y consultoras que van animando a cada vez más agricultores a formarse. "Es sentarnos a mirar al campo con perspectiva, con todo el conocimiento que tenemos, desde lo que supone destrozar ambientalmente el suelo a los fallos que provocó la pandemia", explica Rodríguez.
"Muchas veces se piensa que cuando uno sabe algo, se lo guarda para uno. Nosotros no lo hemos hecho, lo hemos contado dando valor a cómo lo hacemos. Lo hemos hecho pasando de ser una explotación o empresa agraria que nos conocían por nuestra cantidad, calidad, etc. A ser una compañía que nos conocen cómo lo hacemos", apunta Camps.
Para el agricultor, esto es también un paso para conectar con los consumidores y el campo. "Demostrarle que la manera en la que lo hacemos es positiva para ellos, ya no a nivel de alimentos o a nivel de calidad y nutrición, sino mediambientalmente, creando territorios y campos bonitos. Es una manera bonita de coger ese lazo y que nos una el campo y la ciudad, creando espacios bonitos, que la gente que tenga cierta sensibilidad lo valore y quiera que se haga eso. Eso es una forma de potenciar el cambio", explica Camps.