Pablo Rambo, Rajoy RIP y Albert Suárez
Con el cuchillo en la boca. Así se ha presentado hoy Pablo Iglesias en el Congreso. Desvelando su estrategia de ser el mesías que esperaba la izquierda tras un PSOE entregado a la "oligarquía", y decidiendo aún si quiere ser Jeremy Corbyn o Bernie Sanders. La mañana ha sido trepidante.Esto promete.
Con el cuchillo en la boca. Así se ha presentado hoy Pablo Iglesias en el Congreso. Desvelando su estrategia de ser el mesías que esperaba la izquierda tras un PSOE entregado a la "oligarquía", y decidiendo aún si quiere ser Jeremy Corbyn o Bernie Sanders. La mañana ha sido trepidante. Por primera vez desde el 13 de enero, la hiperactividad en los pasillos se ha trasladado al lugar donde debe de estar, el hemiciclo.
Ahí dentro, Rajoy ha metido a sus huestes el chute de orgullo y confianza que venían demandando. Relajado y en buena forma, como si se hubiera quitado de encima la insoportable presión del presidente, ha vuelto a sus tiempos de jefe de la oposición, creciéndose en la ironía pero sin el ánimo de un jefe de Estado, como ha señalado Sánchez varias veces -"Usted debería estar en mi lugar"-, sabiendo lo que escuece a sus diputados que declinara el encargo del rey. Su tono de zarzuela evidenciaba el tiempo al que pertenece.
Los nuevos, Iglesias y Rivera, líderes mediáticos enganchados a las redes sociales, han tenido palabras de agradecimiento para quienes les siguen desde casa, como artistas que agradecen a sus fans el apoyo. Al igual que en los Oscar, al recoger el premio de estar en la tribuna por fin, han homenajeado a sus padres. Pablo Iglesias ha reivindicado a Salvador Puig Antich, el anarquista ejecutado por Franco, en los tiempos en que su padre, Javier Iglesias, soportaba la presión de la dictadura. Mucho más directo, Albert Rivera ha levantado la mano hacia la tribuna de invitados, donde sus padres y su novia escuchaban emocionados su reivindicación de los autónomos que tienen que cerrar su negocio. Ésto es lo único que han tenido hoy en común los debutantes.
Luego, cada uno ha asumido el papel para el que venía preparado. Como un joven Stallone experto en guerra de guerrillas, Pablo Iglesias se ha lanzado a degüello de diestro y siniestro con un tono combativo que ha mantenido uniforme durante todo el repaso que ha pegado al resto. "Hijos de la dictadura" es el apelativo más cariñoso que ha dedicado a los populares, herederos de un partido fundado por cuatro hombres de Franco. En su papel de poli malo -el poli bueno lo ha asumido Errejón-, ha pretendido enterrar en "cal viva" las esperanzas de futuro de Pedro Sánchez, que se la ha devuelto con Isaías Carrasco y ETA.
Un estreno lamentable que ha traído la primera transición a la segunda, haciendo el favor al PP de poner el terrorismo sobre la mesa, cuando los españoles hace tiempo que han pasado página. Según el CIS, ETA preocupa al 0,1% de los encuestados, frente al paro, que preocupa al 77%. Además, han permitido a Margallo y a Fernández Díaz justificar su teoría recurrente de que al terrorismo le conviene un gobierno PSOE-Podemos. Un regreso al pasado innecesario.
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El líder de Podemos, Pablo Iglesias, alza el puño durante su intervención en la segunda jornada del debate de investidura.
En medio de la bronca, llegó el chico bueno con su optimismo a lo Churchill y su tono conciliador. Al Adolfo Suárez que está por encima de siglas y partidismos sólo le duele España. Albert Rivera, desde su escaño, se ha tomado con humor la naranja mecánica de Pablo Iglesias y ha pasado por encima las acusaciones de ser un mero instrumento del Ibex 35. Rivera iba a lo que iba, a seducir a toda la población desde ese modesto cuarto lugar al que tanta rentabilidad está sacando.
Su estrategia ha sido no caer en los enfrentamientos de la vieja política de PP-PSOE del inicio de la jornada, ni en las históricas luchas fratricidas de la izquierda que Iglesias ha planteado a Sánchez. Casi ha logrado que nos olvidáramos del cordón sanitario -como le gusta decir a él- que ha extendido a Podemos desde el 20D.
Y en medio del guirigay, Patxi López ha decidido demostrar que se ha aprendido el reglamento y ha abierto la puerta a que, por alusiones, quien quisiera pudiera meter baza.
Esto promete.