Por qué el final del juego 'la puta y la Ramoneta' puede esperar
La irrupción de Podemos y Ciudadanos en el panorama electoral ha levantado expectativas políticas de cambio. Se traducen en el mantra: "es la hora del fin del bipartidismo PP-PSOE que ha pilotado 35 años de democracia española". De la prosperidad electoral de los dos nuevos partidos se deduce también una segunda derivada: "el fin de los nacionalistas como partidos bisagra".
La irrupción de Podemos y Ciudadanos en el panorama electoral ha levantado expectativas políticas de cambio solo comparables a las de principios de los años 80 del siglo pasado. Se traducen en el mantra: "es la hora del fin del bipartidismo PP-PSOE que ha pilotado 35 años de democracia española". De la prosperidad electoral de los dos nuevos partidos se deduce también una segunda derivada, no tan manoseada como la del ocaso del bipartidismo, pero camino de ello: "el fin de los nacionalistas -CiU y PNV- como partidos bisagra". Oiremos hablar de ello con mayor intensidad a medida que se acerquen las elecciones del 24 de mayo y el PNV lo ha tenido muy en cuenta a la hora de celebrar el Aberri Eguna de este 2015.
En esa dirección apuntan algunos demoscópicos de renombre, politólogos y sobre todo, tertulianos que recuerdan con poco agrado el papel de catalanes y vascos -en ocasiones también Coalición Canaria- como muletas de González, Aznar y Zapatero. Es creencia extendida entre sectores de la derecha y de la izquierda, aunque estos últimos lo dicen con la boca pequeña, que las concesiones autonómicas y económicas ganadas por CiU y PNV del Ejecutivo de turno a cambio de esos apoyos, "no han hecho sino acentuar la desigualdad territorial en España, entregando a la Cataluña de CiU y al PNV ventajas que ahora, a la vista de lo que sucede con la crisis, ponen de manifiesto que han aumentado la desigualdad entre territorios, contribuido a romper el principio de solidaridad entre las diferentes comunidades y acentuado el independentismo radical", reflexionaba hace unos días un destacado miembro de UPyD, partido que casualmente atraviesa una situación más que delicada y cuya líder, Rosa Díez, nunca dejó de soñar en convertirse en sustituta de los nacionalistas en su papel de bisagra verdaderamente influyente.
El asunto es que no todos los demoscópicos coinciden en que la llegada Ciudadanos y Podemos acabará con el llamado juego de la Puta y la Ramoneta. Entendiéndose este último como lo de nadar y guardar la ropa practicado sobre todo por CiU durante años, actitud de la que hablaban Quim Monzó y Enric González en una conversación. González tradujo la expresión del juego la Puta y la Ramoneta del catalán al castellano y referido a miembros de CiU como unos tipos "que tienen el pie en dos zapatos". Pero no sólo se ha utilizado luego para referirse a los Pujol y compañía - Anasagasti también se lo atribuye al PNV y EA-. Para entendernos del todo, Vázquez Montalbán, más directo, lo resumió en "puta de noche y Ramoneta de día" siendo Ramoneta la señora oficial para lucir por el paseo de Gracia y la puta, la que calienta la cama por la noche. Todo esto para definir el juego que los nacionalistas, convergentes y peneuvistas, mantuvieron apoyando o bien al PP o bien al PSOE, dependiendo de quien gobernara, según los sectores críticos del nacionalismo, tanto de derechas como de izquierdas.
Pero si bien no hay coincidencia entre los politólogos sobre el papel menos influyente que van a jugar los partidos nacionalistas a partir de este año, entre los protagonistas de la que se da como una tendencia hecha, la sensación es rotundamente la contraria. "Se equivocan aquellos que dan por muerto al nacionalismo, así, ya de entrada. De los 350 diputados que tiene el Congreso, quien gobierne en la próxima legislatura se va a encontrar con que más de una veintena de ellos representan la opción soberanista. Está todo muy abierto. Y aquí en Cataluña elegimos 47 por nuestro peso demográfico, así que veremos" explica el diputado de Convergencia i Unió, Carles Campuzano, experto en temas sociales y fiscalidad, con varias legislaturas de experiencia en Madrid.
Campuzano mantiene que, al margen de la aritmética, el independentismo es una cuestión viva, como se verá el día después de las elecciones autonómicas y municipales. Vaticina que primero ganará CiU, luego PSC, luego Esquerra y luego Podemos, que tendrá implantación en el área metropolitana y con la coalición de Ada Colau en Barcelona, que puede quedar segunda después de CiU, por delante de Esquerra y PSC. "El 25 de mayo, el Gobierno se encontrará con que el 45% o 50% de los ciudadanos en Cataluña apuestan por la opción soberanista y que Podemos no es un problema real para el independentismo. A quien afecta es al PSC y a Iniciativa. Se mezclan otros muchos factores, no solo ser de izquierdas o de derechas, los hemos visto en los últimos sondeos del Centro de Estudios de Opinión (CEO) , donde se vio que los votantes de la CUP (Candidatura d'Unitat Popular ), Esquerra y CiU eran votantes de origen catalán, nacidos en Cataluña, mientras que los del PP, PSOE o Ciudadanos tenían más votos de los no nacidos aquí. Es demasiado simplista concluir que la irrupción de Podemos y Ciudadanos se llevará por delante la bisagra CiU o PNV", remata Campuzano, seguro de que en el Parlamento que salga tras las elecciones generales de noviembre (o enero) habrá esos entre 15 y 25 escaños de votos soberanistas.
Como Campuzano, Ana Oramas, la diputada de Coalición Canaria (CC), la fuerza canaria que ha jugado un papel importante en legislaturas del primer Aznar o con Zapatero en momentos clave -como la azarosa noche de mayo del 2010, cuando ZP aceptó las imposiciones de la austeridad de Bruselas- no está especialmente inquieta por la supuesta pérdida de influencia del nacionalismo y defiende con fuerza y sin complejos el papel jugado en estos estos años. "A todos esos que critican al nacionalismo hay que decirles que ojalá este país tenga muchos partidos con el sentido de estado que han demostrado durante años CiU, PNV y CC. A veces incluso con un coste político importante para nosotros en nuestras comunidades de origen. Hemos ayudado a sacar adelante asuntos muy serios, gravísimos, desde la lucha contra el terrorismo de ETA a evitar la intervención de España". Oramas se reivindica con ganas, desde un aeropuerto que la devolverá a su tierra para pasar los dos días grandes de la Semana Santa. Como Carles Campuzano, la señoría de CC se asombra de lo claro que tienen algunos los pronósticos sobre el nacionalismo, pero tampoco tiene claro el fin del PSOE y PP como alternativos. "Las cosas no están claras, ni como van a evolucionar los datos tampoco. Hay que esperar para hacer incluso sentencias como que el bipartidismo está acabado, No veo un gobierno de Podemos ni de Ciudadanos, tendremos que ver gobiernos con pactos puntuales. E incluso puede que en la próxima legislatura haya que evolucionar hacia los gobiernos de coalición, algo sobre lo que en España no tenemos ninguna cultura. O eso o los acuerdos puntuales, dependiendo. Yo he negociado acuerdos con ambos partidos, PP y PSOE, tanto de legislatura como de Presupuestos y lo que no veo es un gobierno de coalición entre PP y PSOE. Tampoco del PSOE con Podemos. Un gobierno de coalición no tiene porque ser solo de dos partidos. Con Aznar; CC, PNV y CiU pactamos en su primera legislatura. ¿Por qué no vamos a ver a Ciudadanos con CiU?, digo fuera de Cataluña. No creo que se haya acabado el bipartidismo, se alterará con las encuestas y la irrupción de Podemos y Ciudadanos, pero hay que esperar. De todas formas, el objetivo de Coalición Canaria no es ser un partido bisagra sino influir en la marcha de este país".
En cuanto a la otra posibilidad que manejan algunos expertos, la idea de que Podemos roba votos a los independentistas porque ahora "un votante rojo, de la izquierda de toda la vida, el progre, puede votar a Podemos en Euskadi o en Cataluña en vez de a Bildu o Esquerra, pueden obviar el independentismo radical que antes iba aliado con la idea de más a la izquierda", tampoco convence, ni siquiera al PNV, "nosotros no hemos hecho ese papel bisagra en Madrid tantas veces como CiU -apunta Pedro Aizpiazu, portavoz económico del PNV- porque siempre tenemos alrededor de seis escaños. Lo hicimos con Aznar al principio, también con Zapatero en la investidura, pero no creo que eso vaya a cambiar mucho. Ni tampoco que Podemos vaya a dañar en exceso a Bildu. Puede que les quite algún voto, pero de ahí a deducir que hacen daño a los independentistas, no lo veo. A Bildu también la vota gente que no es independentista. Y en Cataluña creo que pasa algo parecido. Es cierto que ahora, con más partidos habrá más guirigay y menos pactos, pero los nacionalistas puede que sigamos siendo necesarios. No veo tan fácil que PP y Ciudadanos lleguen a pactos, cuando se están quitando votos uno a otro. Y lo mismo le sucede al PSOE, no les veo yo pactando con Podemos o viceversa. Cuando tienen idénticas raíces o similares votantes y disputan el mismo hueco del electorado, se hacen más daño si pactan entre ellos".
Y sí, quizá sea este último argumento, lo poco rentable que le resulta a Podemos dar una imagen cercana al PSOE y viceversa, y a Ciudadanos con el PP o al revés, lo que vaya a hacer errar el tiro a aquellos que celebran con antelación el fin del nacionalismo bisagra, o en palabras del propio Pujol "el final de hacer la puta y la Ramoneta".