A los diputados se les hiela la sangre en el Congreso
Protegidos por cientos de policías, sus señorías observan paralizados desde la carrera de San Jerónimo, a dos pasos de los leones, en vivo y en directo, como crece la fractura que les separa de los ciudadanos.
Protegidos por cientos de policías, sus señorías observan paralizados desde la carrera de San Jerónimo, a dos pasos de los leones, en vivo y en directo, como crece la fractura que les separa de los ciudadanos. Juan Moscoso, al lado de Eduardo Madina, comenta en alto: "Es una tragedia". Es uno más de los que se declaran desolados cuando les preguntamos si es posible encontrar un nexo de unión entre los que protestan fuera y los que les representan dentro. "No es fácil establecer vínculos porque hay un malestar social profundo, que se traduce en este distanciamiento con quienes les representamos, es una crítica a los errores políticos que nos han llevado a esto", prosigue Moscoso con la mirada clavada más allá de las vallas.
Pasaban las siete de la tarde cuando Rosa Díez, la líder de UPyD hablaba de los salarios de los altos cargos frente a la situación que viven muchos ciudadanos. Un tema de alto voltaje, hiriente para las miles de personas que gritan desde Sol hasta Neptuno para que su voz se escuche hasta en el hemiciclo. Tras Rosa Díez, sube al estrado del Congreso el diputado Cuadra, de Amaiur, que también se suma al "sueldo elevado de los altos cargos", aunque no está de acuerdo con la propuesta de Rosa Díez. Y en la tribuna comienza el desfile de diputados de los partidos mayoritarios -no están los primeros espadas- que llegarán justo a la hora de las votaciones- acusando a Rosa Díez de populismo -"Doña Rosa"- y de demagogia, porque "hay miles de concejales en este país, de cargos públicos, que no cobran nada". Además, los diputados españoles son de los que menos ganan.
Pasaban también de las siete de la tarde cuando un grupo de manifestantes de la Plaza de Neptuno intentaba saltar las vallas y el cordón policial. Las cargas han empezado. Una chica joven y un señor mayor entre los primeros en recibir porrazos. Los mismos policías han tenido que sujetar a un compañero que estaba a punto de pasarse con los golpes. Mucho más comprensivos con los manifestantes resultan los diputados que, nerviosos, entran y salen del patio del Congreso a la calle. Carlos Floriano, vicesecretario de comunicación del PP, que más se asoma a observar como aumentan los manifestantes, asegura que "acepto que ellos protesten pero ellos deben aceptar también que esta es una democracia representativa. Ese y no otro es el punto de unión". ¿Entonces por qué protestan?, le insistimos pero él se remite a sus palabras anteriores. José Luis Ayllón, secretario de Estado con las Cortes y máximo representante del Gobierno a esas horas, se declara preocupado por la desafección."Tenemos los mismos problemas que tiene la gente. Fuera piden soluciones y aquí estamos trabajando para dárselas. La situación va a ser larga, pero estamos tomando medidas para que funcionen a largo plazo. Estoy convencido que estamos en la senda correcta y nos negamos a hablar de brotes verdes cuando no los hay",
A la puerta del hotel Palace, un turista que está grabando todo deja de sonreír cuando observa las cargas. Está anocheciendo y en el pleno del Congreso, Pedro Aizpiazu (PNV) comienza a hablar de lucha contra el fraude fiscal. En menos de cien metros, el abismo entre manifestantes y diputados aumenta, por más guiños que algunos quieran hacer. Aizpiazu se confiesa desolado "porque la situación política está tan enconada por la crisis económica que no tenemos una solución inmediata. Y la culpa es de todos. Necesitamos sintonizar más con la calle, acabar con la corrupción pero también tengo que decir que a veces, estos movimientos nos ponen muy difícil vehicular la comunicación con ellos. En cualquier caso, en estos momentos, nos falta serenidad para reflexionar". Un minuto antes de mezclarse con los manifestantes en la calle Cedaceros, donde había más calma, a Cayo Lara no le hace ninguna gracia la pregunta de ¿qué tiene que pasar para que los ciudadanos y los políticos se acerquen: "No todos somos iguales. Y no puedo entender esa pregunta porque no puedo ser un político sin ser un ciudadano. A mi no me da miedo salir ahí y pasar la valla. ¿Cómo podría ser político si temiera a los ciudadanos?". A la responsable económica del partido socialista, Inmaculada Rodríguez Piñeiro, le parece que "el primer paso lo tenemos que dar nosotros. Tenemos que intentar convencer a los ciudadanos de que la política y la democracia, basados en el diálogo, son la única vía para hacer frente a la crisis".
Se producen detenciones, el hemiciclo está casi vacío y difícilmente los manifestantes van a conocer las caras de los diputados que en un rato abandonarán el Congreso. Entre ellos comentan cómo salir. "Un compañero me ha ofrecido llevarme en coche. Hay que estar loco para salir de aquí en coche. Lo mejor es pasar desapercibido". Quizá por eso, algunos han venido vestidos de manera más informal. Al mediodía, un grupo de diputadas del PP le comentaban a otra en la cafetería del Congreso: "¿Has venido con mochila y vaqueros para que te confundan con una del movimiento?". "No -se defendía ella-, últimamente uso mucho la mochila", sin lograr convencer a sus colegas.
Mucho ha debido impactarles sentir tan de cerca la furia ciudadana pidiendo su dimisión, para que primero Rubalcaba y luego la vicepresidente, Soraya Saénz de Santamaría, dedicaran un cuarto de hora cada uno a hablar con los periodistas en el pasillo del Congreso. Algo raro en los últimos tiempos. Nada de cámaras ni de micrófonos, han pedido ambos. Tanto el líder de la oposición como la mano derecha de Rajoy pretendían hacer unas declaraciones sobre la fecha de las elecciones catalanas. Algo cómodo, a lo que contestar de carrerilla. Sin embargo, la insistencia de los periodistas -que literalmente les cercaban- por saber que les parecían las cargas, las detenciones, y en definitiva, el divorcio con los ciudadanos que se escenificaba a unos metros de las puertas custodiadas, les ha obligado a entrar en un terreno que prefieren evitar. Tienen derecho a manifestarse pero este es el símbolo de la democracia y la soberanía popular y hay que protegerlo o la desafección es cuyuntural, culpa de la crisis, y ya se pasará en cuanto haya síntomas de crecimiento, han sido los lugares comunes a los que se han referido los dos. No podían esconder cierto desasosiego que les empujaba a explicarse, aunque quieran autoengañarse pensando que los que estaban fuera no representaban a sus votantes.