El tamaño importa: Pollock & Co. en Barcelona

El tamaño importa: Pollock & Co. en Barcelona

Desde el momento en que al leer "Jackson Pollock" esperamos algo grandioso, duro, apabullante, y nos sorprendemos al no encontrarlo, o, peor, al encontrarlo en versión canija, resulta obvio que hay lecciones pendientes. Lo chico también está muy bien. Pero, en fin, el tamaño es un gran tema.

En primer lugar, cuidado, que es importante leer los títulos. En ¡Explosión! El legado de Jackson Pollock hay que fijarse en lo de "legado", porque si no, el anzuelo de "Pollock" acaba decepcionando. El comisario Magnus af Petersens propone en la Fundació Miró de Barcelona (hasta el 24 de febrero de 2013) un recorrido por el tema del gesto en el arte contemporáneo a partir del pintor de Wyoming y sus discípulos. De ahí que nos encontramos sobretodo a los segundos, sean apóstoles oficiales, simpatizantes, seguidores tangenciales o meros inspirados. Y, pese al sonoro nombre del artista norteamericano en el título, ese que asociamos a telas king size, en la exposición no encontramos una alucinante colección de "pollockazos", sino unos cuantos "pollockitos". Interesantísimos, por cierto, y magníficos ejemplos del tipo de trabajo que revolucionó el mundo del arte a mediados del siglo XX, además de comunicados muy didácticamente. «Pero ni tantos ni de los grandes», continúan quejándose algunos. Cielos... ¿será que es verdad que el tamaño importa?

Quizá hablando de Pollock, sí. Pero vayamos por partes. La exposición, resiguiendo tesis ya clásicas y que nunca está de más recordar, muestra cómo los chorretones y goteos (drippings) del expresionismo abstracto, en su vertiente más revoltosa (el Action Painting), acentúan la idea de proceso y reivindican la importancia del movimiento en las artes plásticas hasta el punto de abrir las puertas a caminos tan ricos y diversos como el de la teatralidad de la performance o la visceralidad del Body Art, entre muchos otros. Y dale ritmo, que así se desdibujan las fronteras tradicionales entre las artes del espacio (esas tan quietecitas, la pintura o la escultura, por ejemplo) y las del tiempo (las otras, las que necesitan desarrollarse en un lapso temporal, como la música o la danza). Pero todo esto, que es lo que se cuenta en ¡Explosión! mediante textos, vídeos y ejemplos de artistas de primerísima división (Baldessari, Kaprow, Nauman, Warhol, etc.), también incluye una lectura de género. Una lectura tan contundente y conocida como todo lo demás, pero que en la muestra apenas queda esbozada, por mucho que Niki de Saint Phalle, estupenda ella, dispare a latas de pintura que equipara a los hombres que la rodean.

 

Jackson Pollock, Pintura (plateado sobre negro, blanco, amarillo y rojo) (1948). Centre Pompidou, París. Musée national d'art moderne / Centre de création industrielle. © Jackson Pollock/VEGAP 2012.

La pintura monumental, el vigor inagotable o un temperamento explosivo hicieron de Jackson Pollock el paradigma contemporáneo de genio creador. De genio creador masculino. De este modo, no es de extrañar que uno de sus derivados, por decirlo así, el francés Yves Klein, cuando en los sesenta decide usar jovencitas de buen ver a modo de pincel para sus famosas Antropometrías, ahonde en una cierta percepción patriarcal del mundo del arte donde el hombre (la chistera) hace de creador y la mujer (el lazo) de objeto. Estos espíritus viriles, epítomes de la acción falocrática, más tarde tuvieron sus contrapuntos artísticos en clave de reflexión sobre los roles sexuales. Por ejemplo, Keith Boadwee o Rachel Lachowicz, el primero haciendo su particular interpretación del dripping expeliendo pintura por el ano, esa parte de la anatomía que parece que el varón heterosexual debe ignorar por principio, y la segunda imitando las Antropometrías sustituyendo las féminas por atractivos mozalbetes y el azul de Klein por el rojo de pintalabios.

Ni Boadwee ni Lachowicz se encuentran en ¡Explosión!, porque, lo hemos dicho, el discurso es otro. Sin embargo, desde el momento en que al leer "Jackson Pollock" esperamos algo grandioso, duro, apabullante, y nos sorprendemos al no encontrarlo, o, peor, al encontrarlo en versión canija, resulta obvio que hay lecciones pendientes. Quizá una de ellas, entender que incluso un machote fundamental para la historia del arte (perdón, para la Historia del Arte) también puede hacer obras pequeñas. Otra, que lo chico también está muy bien. Pero, en fin, el tamaño es un gran tema.