El cine vuelve al pueblo
El teatro de Villafranca del Bierzo, de algo más de 3.000 habitantes, acogió el pasado fin de semana la segunda edición del Cinefranca. ¿Y qué es el Cinefranca? "Un festival de cine que quiere recuperar el cine para la gente y para el pueblo, pero también quiere ser una experiencia diferente".
El teatro de Villafranca del Bierzo, localidad leonesa de algo más de 3.000 habitantes, acogió el pasado fin de semana la segunda edición del Cinefranca. ¿Y qué es el Cinefranca? "Es un festival de cine que quiere recuperar el cine para la gente y para el pueblo, pero también quiere ser una experiencia diferente", explica Joaquín Álvarez de Toledo, uno de los promotores de Producciones Sarmiento, una cooperativa cultural que intenta hacer cosas diferentes y cuyo producto estrella es el Evento Sarmiento, una suerte de festival de música y enología que, cada mes de septiembre, reúne a centenares de personas en el pueblo. El perfil de asistente es gente joven, de entre 25 y 45 años y procedente principalmente de Madrid y de Asturias (lugares de origen de los organizadores) aunque en cada edición se diversifica más. En la recién finalizada, por ejemplo, vino gente desde Inglaterra y desde Alemania.
Y, ciertamente, el Cinefranca es diferente. Es una experiencia que comienza desde una semana antes de acudir a la cita. Todos los inscritos (100 es el número máximo, por motivos de organización y porque se reservan plazas para los lugareños; el teatro tiene 250 butacas) recibe en su domicilio un paquete que contiene material necesario para sobrevivir al festival. Este año la temática del festival era la relación entre padres e hijos, y el paquete contenía una caja de Padrescetamol (tratamiento para casos de incomunicación paterno/materno filial), colirio, por si acaso tanto cine afectaba a los ojos, la acreditación, una pastilla (M&M's) para cada día, un vale para el desayuno del sábado, el programa en forma de prospecto y los tickets para las películas.
Foto: Pedro Zuazua.
En total, se exhibieron 7 películas y un documental. El precio de la inscripción, que incluye el acceso a todas las proyecciones, el desayuno y la cena del sábado, es de 60 euros. "Nuestra intención no es ganar dinero con esto, sino acercar el cine a la gente y que volvamos a disfrutar de la gran pantalla como se hacía antes. En realidad, lo que estamos haciendo es organizar lo que a nosotros nos gustaría ver", explica Carlos Hernández, otro de los organizadores. El fin de semana comenzó el viernes por la noche con la proyección de Una jornada de campo, de Renoir, y el documental Los chicos de la foto. Después, los asistentes se desplazaron al Hotel Las Doñas para participar en una tertulia sobre cine -patrocinada por la revista Cinemanía-, en la que, además de los directores del documental, tomó también parte José Luis García Sánchez. La tertulia, con copas de balón, chimenea "y con la intención de añadir un perro lanudo al que acariciar en próximas ediciones", según los organizadores, levantó los ánimos cuando se trataron temas como el cine español o la separación del genio de un director de su calidad humana.
El sábado la jornada comenzó pronto, con un chocolate con churros, y con la proyección de Magnolia, como homenaje a Philip Seymour Hoffman. Posteriormente Federico Ysart explicó (y demostró), en un taller regado de negronis y cosmopolitan, que no es ninguna tontería la diferencia entre mezclado y agitado. Y, ya con un buen botillo en el cuerpo, los asistentes volvieron al cine para ver El Padrino. Resultó curiosa la carcajada del público en la escena final, cuando Al Pacino le deja claro a Diane Keaton lo que será el resto de su vida.
Por la noche, después de una cena en la que unos emprendedores locales tuvieron la oportunidad de presentar la cerveza Mayos, que lanzarán próximamente al mercado, llegó el plato fuerte del festival: la proyección de The Kid, de Charles Chaplin, con la interpretación en directo del pianista Ricardo Casas (que, por cierto, es médico, traductor y un montón de cosas más). Para The Kid, se agotaron las entradas (los tickets sueltos se vendían a tres euros. Y en el patio de butacas, muchísimos niños. A la llamada "Sesión golfa", con Psicosis (hubo también un concurso de interpretación de la escena de la ducha tras la pantalla), le siguió La banda sonora, una fiesta en un local del pueblo.
Blade runner y El Ladrón de bicicletas, en sesión matinal el domingo por la mañana, clausuraron la segunda edición del Cinefranca, un proyecto que, en palabras de los organizadores, sale adelante "gracias a la colaboración del Ayuntamiento, que nos cede gratuitamente el teatro y que nos apoya en todo". Una media de 75 personas acudió a cada sesión, los hoteles de la zona llenaron sus habitaciones en plena temporada baja, los organizadores del festival repartieron juego entre el comercio local organizando actos en diferentes establecimientos, el cine, levantado en 1905, volvió a escuchar aplausos al acabar una película y, lo que parece más importante, muchos niños pudieron ver, por primera vez en su vida, una película en el cine en versión original con subtítulos.