Pautas para que los niños coman bien
Durante el período escolar, muchos niños comen en el colegio y terminan comiendo de todo y sin montar escándalos. En el colegio no hay ninguna madre con contemplaciones cocinando diferentes platos para los distintos miembros de la casa, no hay nadie que haga avioncitos.
Uno de los aspectos más importantes para madres y padres es el tema de las comidas. Cuántas veces no habrán oído los pediatras una de las más famosas quejas de los padres: ¡No puedo con las comidas, este niño me saca de quicio! Estos comentarios se hacen erróneamente delante de los hijos, con lo que los hijos se colocan en una situación de superioridad total: en su cabeza queda grabado: ¡Ojo, mi madre no puede conmigo, soy capaz de controlarla con mi comportamiento, sigue por este camino chaval que la tienes dominada!
Comer también es una conducta en la que debemos educar a los hijos. Ahora que volvemos a la santa rutina, santa porque nos da orden, organización y seguridad, también llega el momento de educar a los hijos en aquello que os desquició el año escolar anterior. Conductas como no comer, los problemas para dormir solos, miedos, desobediencia, celos y peleas entre los hermanos, son comportamientos tan comunes como estresantes para los padres.
Solamente en las sociedades civilizadas tienen que andar las madres detrás de los hijos para que coman. ¿Se imaginan Ustedes a una madre en los países en desarrollo corriendo detrás de los hijos para obligarles a comer? En estos países son los hijos los que corren detrás de las madres para poder comer algo.
Durante el período escolar, muchos niños comen en el colegio y terminan comiendo de todo y sin montar escándalos. En el colegio no hay ninguna madre con contemplaciones cocinando diferentes platos para los distintos miembros de la casa, no hay nadie que haga avioncitos y distraiga la atención del niño con el fin de meterle la cuchara en la boca, no hay padres jugando con el fin de distraer la atención y conseguir que el pequeño coma (todas ellas conductas erróneas por parte de los padres, abuelos, cuidadores, etc.). En el colegio hay un comedor en el que se trata a todo el mundo por igual y en el que se convierte la conducta de comer en una acción de lo más normal: los niños se dirigen al comedor con la idea de que es la hora de la comida y que hay que comer, se sientan en su silla, se les coloca el primer plato, comen, y así transcurre la conducta de comer con la normalidad con la que debería caracterizarse en todos los hogares.
¡COMER BIEN ES MÁS SENCILLO DE LO QUE LOS PADRES OS IMAGINÁIS!
Describimos a continuación algunas reglas para todos aquellos padres que tengáis que lidiar con el comer de vuestros hijos:
- Lo primero: asumir que cambiar el comportamiento de un hijo requiere mucha paciencia, ser repetitivo y actuar siempre de la misma manera con ellos. Si tus hijos comprueban que cada día utilizas una estrategia diferente para conseguir que coman, pensarán que sus padres no tienen ni idea de lo que están haciendo. Los padres deben mostrar siempre seguridad en lo que hacen y así los hijos se sentirán seguros.
- Se sientan todos a la mesa, no vale la regla de que el niño come mejor si se sienta delante de la tele. La comida es un acto social en el que la familia se reúne para degustar unos platos, para charlar, para reírse, para hablar de temas interesantes para la familia y debe ser un acto atractivo y favorecedor de la comunicación.
- No se prepara nada especial, todos comen lo mismo salvo prescripción médica (alergias a alimentos, intolerancias, etc.).
- Se come y se charla tranquilamente con el niño.
- No se está pendiente de cuánto come y no se le hace sentir observado.
- Nadie insiste para que coma más. Si estamos pendientes de qué come y cuánto come, el niño aprenderá a llamar la atención de los padres a través de la comida.
- Si no quiere comer algo, se le explica tranquilamente que hay que comer de todo y que no se le va a sustituir por otro plato.
- Se le retira el plato sin insistir ni enfadarse en cuanto diga que no quiere más, pero no se le sustituirá ni compensará por nada.
- Si se niega a comer algo que realmente necesita, basta con esperar a que le apriete el hambre.
- Si el niño no come debidamente cuando corresponde, no se le puede permitir tomar nada de nada, salvo agua, hasta que llegue la hora de la siguiente comida; que tampoco será más abundante ni diferente de lo previsto por compensar el hambre atrasada.
- No dejar al niño dos horas delante del plato hasta que se lo termine, ni le des la misma comida fría a la hora de la merienda. Son trucos antiguos que ayudan a que el niño aborrezca la hora de la comida y se convierta en un acto desagradable.
- Cada día repetimos la misma estrategia con toda la calma del mundo: nos sentamos todos a la mesa, charlamos amigablemente, hacemos partícipe al niño de la conversación, dejamos que el niño llame la atención con las historias que nos cuenta y no con la comida, damos un tiempo razonable para que coma lo que tiene en el plato, no le cambiamos los alimentos por motivos de gusto, y damos un tiempo para finalizar la comida aunque el niño no se haya acabado lo que tiene en el plato.
- Recuerda que el hambre es una necesidad fisiológica y tarde o temprano el niño tendrá hambre.
- Sobre todo: mantenemos la calma y nos damos unos días para comprobar que este método funciona. Si nos ponemos nerviosos, presionamos al niño, le gritamos, etc., el niño sabrá que tiene la sartén por el mango. Tiene más fuerza la paciencia y que el niño compruebe que a nosotros no nos afecta que no coma, que darle un grito y enfadarnos. La tensión y el miedo son ideales para hacer perder el apetito. Tampoco lo chantajes, prometiéndole ir al cine o un regalo si come. Se tiene que comer porque sí, igual que tiene que dormir, ducharse a diario, lavarse los dientes y hacer pipí. Lo único que se consigue chantajeando a los niños para que coman es acabar siendo chantajeados por ellos.
- Eliminamos de la dieta del niño todos los alimentos poco apropiados como chucherías, bollería, refrescos cargados de azúcar, polos, helados, etc. que puedan quitarle el apetito. Los niños saben cuánto, pero no qué necesitan. Muy a menudo no comen poco, sino mal y a deshora.