Triángulo Atlántico: La relación comercial de Europa y EEUU con el mundo
La relación transatlántica entre EEUU y la UE no se ha adaptado a la evolución de nuestras relaciones económicas y comerciales, pese a que la economía europea llegara a ser objeto de debate en la campaña electoral. Ha llegado el momento para sentarse y apostar por un Acuerdo más amplio.
Numerosos episodios demuestran la pluma del comercio escribiendo la historia de América y Europa. El acoso a los buques españoles por otras naciones en la época de los virreinatos a causa del monopolio comercial del Imperio; el Motín del té de 1773, el "Boston Tea Party" que ahora da nombre al movimiento conservador; o la guerra submarina que fue una de las motivaciones de Estados Unidos para entrar en la Gran Guerra son algunos de ellos. Así pues, nuestra historia común está marcada desde su descubrimiento por un fuerte componente comercial.
Actualmente, Estados Unidos y la Unión Europea mantienen la mayor relación comercial del mundo, 700.000 millones de euros. La cifra de inversiones estadounidenses en la Unión, según la Comisión Europea, es tres veces más que la asiática, y la europea en Estados Unidos es ocho veces mayor a su inversión en China y la India juntas; se estima que en 2011 el valor de las inversiones bilaterales fue de 2,4 billones de euros. Recientemente, esta fuerte conexión se ha plasmado en diversos ámbitos ante el peligro del abismo fiscal en Estados Unidos, pues de la marcha de su economía depende en gran parte la recuperación de la Unión Europea. Y es que la Unión, además de la buena marcha económica de EEUU, debe basar su recuperación en el comercio, uno de los tres pilares que sustentan su potencial internacional junto con la cultura y la cooperación para el desarrollo.
En el marco de este pilar comercial, tanto Estados Unidos como la UE están estableciendo densas redes de acuerdos con los demás países americanos. Un ejemplo en la orilla americana lo constituye el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA en sus siglas en inglés) suscrito en 1994 entre Canadá, México y Estados Unidos. Se trata de uno de los primeros acuerdos de libre comercio que ratificó EEUU y que, pese a las reticencias mostradas por parte de la sociedad estadounidense alegando un posible riesgo para el empleo, ha demostrado con creces que impulsa el crecimiento y la innovación hasta el punto de que el presidente Obama, siendo tradicionalmente los demócratas más reacios al libre comercio, haya declarado que el comercio internacional es uno de los grandes beneficios de la globalización. Por su parte, Europa firmó el primer acuerdo de asociación con México en 1997, demostrando así que ha sido y aún es la primera potencia de comercio mundial y siempre ha sido una tenaz defensora de la afirmación del presidente americano.
No obstante, la relación transatlántica entre EEUU y la UE no se ha adaptado a la evolución de nuestras relaciones económicas y comerciales, pese a que la economía europea llegara a ser objeto de debate en la campaña electoral dentro del apartado de asuntos internos. Por lo tanto, ha llegado el momento para la UE y EEUU de sentarse y apostar por un intercambio serio de propuestas que finalice en un Acuerdo más amplio.
Para hacer esta posibilidad aún más atractiva para ambas partes, la idea no sería quedarse sólo en un acuerdo comercial bilateral sino aprovechar la red de acuerdos existentes para poner en marcha una triangulación regional. Esta triangulación implica coordinar los distintos acuerdos comerciales que ambos tenemos, vertebrando así nuestras relaciones con el continente americano. Ésta sería una gran oportunidad para lograr una mayor cohesión e integración regional, por ejemplo pudiendo atraer a Mercosur a esta macroárea de libre comercio que se crearía a ambas orillas del Atlántico y de norte a sur del continente americano.
Hay varias y muy buenas razones para esta nueva vertebración de nuestras relaciones comerciales en forma de triángulo. Una es la interdependencia mundial, que hace recomendable empezar estrechando lazos con aquellas regiones con las que más aspectos comunes tenemos, como es este caso. Asimismo, Estados Unidos y Europa cuentan con las susodichas redes de acuerdos comerciales ya extendidas por el resto de las regiones americanas, lo que facilita la coordinación y cooperación entre los distintos vértices del triángulo.
Pero la razón más importante es, quizá, la económico-comercial. Pues, como hemos dicho, tanto Estados Unidos como la Unión Europea tienen la gran oportunidad de encontrar el camino a la recuperación mediante el comercio, eficaz dinamizador de inversiones y generador de empleo, crecimiento y competitividad.
Partimos con ventaja, puesto que conocemos nuestras fortalezas y debilidades. Entre las primeras estarían la relativamente fácil eliminación de barreras arancelarias que por ejemplo para bienes manufacturados ya no superan el 3% o el conocimiento de los beneficios que reportaría la liberalización de servicios y el acceso a la licitación pública. Entre los principales problemas a salvar estarían las diferencias en política agraria o la dificultad de establecimiento de normas similares.
Ante esta situación, el primer paso sería la cooperación en el ámbito del ordenamiento jurídico. Esta colaboración reduciría los costes y evitaría la aplicación de requisitos repetitivos e innecesarios. Implicaría el establecimiento de patrones equivalentes que favorecerían la coordinación y la transparencia. Y, por último, supondría un ejemplo a nivel mundial en favor del libre comercio multilateral, ayudando a la modernización de la normativa del comercio internacional.
Para ello, se requiere del compromiso de la UE en favor de la agilidad para adaptarse más a la forma de trabajo estadounidense. Por parte americana, tendrían que vencer su tradicional resistencia a la armonización. Así pues, un comienzo de armonización podría darse en la normativa de futuro, es decir, sobre la materia que aún carece de regulación en las dos partes. Por ejemplo, en lo que respecta a la automoción eléctrica, la cual tiene grandes perspectivas de futuro común. Además, se podría avanzar en los campos que más nos interesan a todos, como son el ya citado de la licitación pública o los sectores químico, energético y financiero, sin olvidar la importancia de las pymes para ambas economías. Esta estrategia podría ser útil para vencer las primeras reticencias y comenzar a dibujar el triángulo acercando posiciones con base en nuestros intereses compartidos.
Parafraseando a Mario Vargas Llosa, cuyo corazón palpita a ambas orillas del Atlántico, podría decirse que "el comercio tiende puentes entre gentes dispares, nos une. Crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras de la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez". Nuestras redes de acuerdos comerciales son los pilares de los puentes, nos queda decidir si queremos terminar de tenderlos o no.