El humor es una cosa muy seria
Puedo recordar muchos de los momentos en los que leí los artículos que Elvira Lindo escribía en El País durante los meses de agosto de hace algunos años y que ahora se recogen en este libro de primorosa edición que lleva el mismo título de aquella sección veraniega, Tinto de verano (Fulgencio Pimentel, editor).
Cubierta del último libro de Elvira Lindo, Tinto de verano (www.elviralindo.com) .
Puedo recordar perfectamente muchos de los momentos en los que leí los artículos que Elvira Lindo escribía en El País durante los meses de agosto de hace algunos años y que ahora se recogen en este libro de primorosa edición que lleva el mismo título de aquella sección veraniega, Tinto de verano (Fulgencio Pimentel, editor). En la playa, en una terraza, en mi habitación, en la cocina, en el coche, en la piscina, en el campo...
Sí, lo recuerdo bien porque, aparte de ser lo primero que leía del periódico, me hacían mucha gracia. Y soy una persona que tiende a recordar las cosas que le hicieron gracia y conservar esos recuerdos como preciados tesoros con los que enfrentar las adversidades que va imponiendo la vida y que casi nunca son pocas. Eran artículos ingeniosos, divertidos, disparatados y salvajes en ocasiones, repletos de un humor tan fino como la ironía que destilaban muchas veces. Después de leer cada día aquel artículo, pensaba en lo estresada que tenía que estar la escritora en su casa porque escribir una columna diaria es una labor considerable, y más aún, creo, si la esencia de la columna es, precisamente, el humor.
Al día siguiente, Lindo volvía a conseguirlo. La carcajada o la sonrisa (o ambas cosas) aparecían de nuevo. Luego, Elvira dejó de escribir aquellos artículos y el tono de sus escritos se volvió más serio, reflexivo o cultural, según tocase. Obvio resulta destacar que, a día de hoy, es una de las mejores plumas de este país, ya sea analizando un libro, un concierto, una película, un tema de alcance o la actualidad política, tan endiablada últimamente. Pero creo que la extraordinaria escritora que hoy es (no hay disculpa para perderse su diario, Noches sin dormir), le debe mucho a aquel aprendizaje y aquel sentido del humor. Porque el humor, aunque mucha gente no lo vea así, es un asunto muy serio. No se trata de decir cuatro cosas graciosas, sino que detrás de cada una de ellas haya una crítica, una reflexión o un estado de ánimo colectivo. Y todo eso está en estos Tintos, ahora felizmente recuperados.
Mi madre sufrió un infarto hace unos días y allí, en el hospital, sentado a su lado, he leído buena parte de estos artículos. Me he reencontrado con esta escritora y con su familia, y con Juan Cruz, Rafael Azcona (fiel lector de estos textos, por cierto, como apunta la autora en el sincero y bonito prólogo), Juan Marsé, Melanie Griffith y esa vecina un poco tonta, porque todos ellos caben con naturalidad en el mismo artículo. Y todo ese ingenio que contienen me ha hecho recordar aquellas risas de entonces y ha conseguido que volviese a reírme en unas horas muy complicadas para mí. Y así, se cumplió una de las funciones de la literatura: evadirte de la dura realidad en buena compañía durante un rato. En ocasiones, la primordial.