Economía para no economistas: La guerra del pasivo
La guerra del pasivo se refiere a la competencia agresiva y autodestructiva que realizan las entidades españolas con el fin de captar depósitos. El Gobierno y el Banco de España han intentado parar esta guerra. No parece una mala noticia para el sector financiero, aunque probablemente lo sea para los ahorradores.
Los que se hayan acercado durante este mes a su oficina bancaria con el objetivo de contratar algún tipo de depósito (aquellos a los que aún les queden ahorros, que ya no deben de ser muchos) se habrán percatado de que el tipo de interés que les ofrecen es menor que el de hace sólo un mes. Aunque puede parecer un propósito de año nuevo de los bancos para pagar menos por nuestros ahorros, realmente es una decisión motivada por una recomendación de Banco de España, que pretende terminar con uno de los desajustes de nuestro sector financiero: la alta remuneración de los depósitos motivada por la llamada "guerra del pasivo".
Ya hemos hablado en otras ocasiones de la doble vía por la que los bancos encuentran financiación para poder otorgar préstamos. Por un lado pueden obtener dinero a través de la venta de productos financieros (bonos, cédulas hipotecarias,... ) a grandes inversores; por otro, reciben el ahorro de los ciudadanos y empresas mediante depósitos. Todo el dinero recibido en cualquiera de las dos variantes tiene un coste (el interés que se paga) y debe ser devuelto en el plazo prefijado, es decir, es deuda a la que tiene que hacer frente la entidad, es lo que se conoce como su "pasivo". Con este pasivo la entidad otorga préstamos; no en vano su principal función es ésa, la canalización del ahorro hacia los sectores que necesitan financiación (pymes, compradores de vivienda, compra de coches,... ).
En los últimos dos años, la crisis en España ha dañado la imagen que tienen fuera de nuestras fronteras de las compañías del país, especialmente de las entidades financieras. Los inversores que antes compraban productos financieros de nuestros bancos han dejado de hacerlo. Conclusión: la financiación de las entidades financieras a través de bonos u otros productos se ha visto reducida de forma drástica. Esta situación limita la financiación de nuestros bancos a, fundamentalmente, los ahorros que les prestamos a través de los depósitos.
La guerra del pasivo hace referencia, precisamente, a estos depósitos (es realmente una guerra de depósitos) y se refiere a la competencia agresiva y autodestructiva que realizan las entidades españolas con el fin de captar depósitos. Competencia agresiva porque se basa en ofrecer intereses más altos por los ahorros que la sucursal de al lado con el fin de ganar clientes. Autodestructiva porque esta estrategia aumenta el coste de la financiación y, por tanto, los beneficios disminuyen poniendo en riesgo la viabilidad de las entidades.
El Gobierno y el Banco de España han intentado parar esta guerra. Primero a golpe de Real Decreto (RD 771/2011), que penalizaba, a través de aportaciones adicionales al Fondo de Garantía de Depósitos, los depósitos que ofrecían altas remuneraciones (los denominados "superdepósitos"). El efecto de esta medida no fue el esperado, al desviarse el ahorro hacia productos de mayor rentabilidad no sujetos a la restricción, como los pagarés bancarios. A comienzos de 2013 llega el segundo intento con la recomendación de Banco de España, que en esta ocasión sí afectará a los pagarés y a otros productos que puedan ser sustitutivos de los depósitos. Veremos si tiene más éxito que el primero.
En definitiva, ahora que el sector parece que por fin empieza a ver la luz tras los rescates y saneamientos de los últimos meses, el Banco de España quiere tener atada cualquier posible eventualidad no contemplada. No parece una mala noticia para el sector financiero, aunque probablemente lo sea para los ahorradores. Siempre les quedará la posibilidad de invertir en otros productos con mayor rentabilidad, aunque espero que con la experiencia de las participaciones preferentes ya hayamos aprendido que más rentabilidad suele ir asociada a mayor riesgo. Así que, antes de olvidarnos de los depósitos y decidir invertir en otros productos de mayor rentabilidad, parémonos a pensar si estamos o no dispuestos a asumir, con nuestros ahorros, el riesgo que implica. Ése sí es un buen propósito de año nuevo.