'Zorra' y la posmodernidad
Fue a la posmodernidad lo que el eclipse de 1919 fue a la teoría general de la relatividad: su comprobación empírica.
“¡Me tienes hasta los cojones, zor…!”, dijo y se detuvo dubitativo. Desde aquel Festival de Eurovisión de 2024 en el que se resignificó la palabra “zorra” ya no sabía cómo insultar a su esposa. Él, claro, había nacido a mediados de los ochenta y había aprendido en su casa y en la calle qué quería decir “zorra” en referencia a una mujer. Lo había oído en boca de su padre y de su hermano mayor. Su significado era inequívoco: mujer que en el aspecto sexual no hace lo que a mí me apetece. Y, dado ese sentido, era obvio que él había usado esa palabra con frecuencia en el pasado, tanto entre risotadas con sus amigos, como enfadado y fuera de sí con sus parejas. Hasta la primavera de 2024, cuando la canción eurovisiva “Zorra” cambió para siempre el significado de esa palabra. Y no acababa de acostumbrarse.
De hecho, a veces todavía se le escapaba cuando su mujer le sacaba de sus casillas. A él se le sacaba fácilmente de sus casillas, todo hay que decirlo. “¡Que no me contestes, zorra!”. Pero ahora ella, en vez de amedrentarse como hacía antes, ponía cara de extrañada, al no entender que un reproche concluyera con una alabanza. ¡Maldita Real Academia Española! A los pocos meses de que Nebulossa ganara el Festival de Eurovisión, todos los carcamales académicos celebraron una reunión de urgencia en la que no les quedó más remedio que rendirse a la evidencia: “zorra” había cambiado su significado entre los hablantes. Así que sustituyeron en el diccionario su antigua acepción de “prostituta” por una nueva que decía “mujer libre y segura de sí misma que vive su sexualidad no normativa como le apetece”.
También aprovecharon en la RAE esa reunión para añadir “divertido” a la definición de “feminismo”. El caso es que él no encontraba una alternativa. “Puta”… no es lo mismo. Esa sonoridad: esa erre doble, ese arranque interdental explosivo. “Guarra” también tiene erre doble, pero empieza por fonema velar, y cuando estás muy cabreado los fonemas velares resultan insuficientes. En las redes sociales muchos tíos como él se quejaban de lo mismo. De hecho, la canción “Zorra” fue a la posmodernidad lo que el eclipse de 1919 fue a la teoría general de la relatividad: su comprobación empírica. “Il n'y a pas de hors-texte”, había dicho Derrida: efectivamente el éxito de “Zorra” y la desaparición de la violencia contra las mujeres fue todo uno. Si lo que no se nombra no existe, entonces lo que no se insulta no se agrede.
(Ahora en serio. No quisiera terminar la columna sin referirme al gesto que ha tenido Montserrat Boix dimitiendo de su cargo de delegada de Igualdad en RTVE como protesta por la vergonzosa elección de un bodrio como “Zorra” para representar a España en Eurovisión. Uno podrá estar más cerca o más lejos del feminismo radical —disculpen la redundancia— pero nadie podrá discutir que en este momento es el único movimiento que sigue dando a diario lecciones de integridad en una lucha —contra el delirio queer, contra la prostitución, contra los vientres de alquiler…— movida por la dignidad en un tiempo de cobardes, estúpidos y traidores. Cuando estos ruidos hayan dado paso a otros, Nebulossa sólo será recordado como una nota a pie de página en la biografía de Montserrat Boix).