Una vida no tan simple
Toda la película destila un optimismo y una luminosidad inesperados.
Félix Viscarret no ha sido reivindicado como debería. Siendo como es uno de los grandes realizadores europeos, y mostrando especial concomitancia con el cine francés, parece disolverse en un sistema injusto en el que se premia, las más de las veces, el puro artificio. Pero Viscarret, avezado humanista, sabe que la esencia del cine es la realidad, y que el primero no puede discurrir adecuadamente sin asentarse sobre la sólida base de la segunda. Esto es insoslayable.
Con Una vida no tan simple el director de Bajo las estrellas nos propone una porción de verdad sin ambages, con la belleza y el desasosiego que proporciona la propia vida. Nada más, pero nada menos. Y lo hace de manera sobresaliente, adentrándose en una crisis generacional marcada por las certezas diluidas. Isaías (Miki Esparbé), un arquitecto malogrado de cuarenta años, comparte vida con Ainhoa (Olaya Caldera) y sus dos niños pequeños. Su día a día se reduce a la más operativa de las tareas: eventual amo de casa, padre a tiempo completo y, cuando su frustración no lo impide, arquitecto de su propio estudio. Junto a él trabaja Álex García (Nico), cuyo historial amoroso es tan extenso como infructuoso, con una ex novia cuya presencia perturba su calma mental.
Cada día, Isaías reniega de su pasado triunfal, en el que se perfilaba como un joven prometedor que renovaría el mundo de la arquitectura. Los años han pasado y lo que parecía un éxito seguro se ha convertido en una realidad desilusionante e insípida. El único aliciente de su vida es acompañar a sus hijos al parque, donde los niños se desfogan mientras él maldice su suerte. Junto a él está otra madre trabajadora, Sonia (Ana Polvorosa), cuya presencia no trastorna a Isaías hasta que comienza a conocerla. A partir de entonces, ambos van haciéndose más íntimos, compartiendo las mismas aprensiones sobre el futuro y, lo más desconcertante, su común desengaño con el presente.
Tanto su crisis personal como profesional hacen que su relación con Ainhoa se resienta, mientras ella encuentra en Nico un compañero de confidencias. Todo un escenario de desdichas cuya consecución depende, en exclusiva, de las decisiones que tomen los cuatro.
Espléndida historia para una exquisita película, Una vida no tan simple revitaliza el género de comedia dramática proponiendo un viaje en el que la identificación y la empatía ejercen de maestros de ceremonias. Los diálogos personalísimos, deslavazados y realistas se combinan con el preciosismo de la cámara, embriagada en unos encuadres arquitectónicos que remiten a la propia profesión del protagonista. Lo mental y rectilíneo de su mundo se contrapone a un entorno de exuberancia y caos que habita fuera de las cotas de su existencia. Isaías, incapaz de aparcar en línea recta, solo ansía enderezar su vida. Como ven, los guiños metafóricos del guion de Viscarret también son dignos de elogio.
A nivel técnico, destaca el excelente director de fotografía Óscar Durán y, a nivel artístico, un reparto que sabe hacer un trabajo soberbio, acompañado por los grandes Ramón Barea y Julián Villagrán.
Solo resta decir que, a pesar del poso amargo que pueda parecer subyacer al planteamiento de Viscarret, lo cierto es que toda la película destila un optimismo y una luminosidad inesperados, los cuales completan la percepción de que la cinta es tan real como la vida misma. No se la pierdan.