Starmer, Feijóo y la hospitalidad albanesa

Starmer, Feijóo y la hospitalidad albanesa

Seamos claros: los acuerdos migratorios que la Italia de la ultra Meloni ha conseguido con Albania no son más que una violación descarada de los derechos humanos y del derecho internacional.

Alberto Núñez Feijóo con Giorgia Meloni durante su encuentro en RomaGOBIERNO DE ITALIA

Lea Ypi (1979) es una escritora y académica albanesa. Nacida en Durrës —un puerto en el Adriático—, es profesora de teoría política en la London School of Economics y profesora adjunta de Filosofía en la Research School of Social Sciences de la Universidad Nacional de Australia. Vive en Londres y en 2022 fue designada como una de las diez mejores pensadoras del mundo por la revista británica Prospect. Su obra ha sido traducida a 30 idiomas.

Pues bien: Ypi, colaboradora habitual de «The Guardian», acaba de publicar un sarcástico artículo en el que, tras criticar con extrema dureza el maltrato que Albania ha sufrido históricamente a manos de Italia, ha puesto en cuestión el interés del primer ministro británico Starmer por conocer de cerca las técnicas antiinmigración que ha puesto en marcha la neofascista Meloni, primera ministra de Italia, que consisten, como es conocido, en convertir el pequeño país vecino en alojamiento de los inmigrantes indocumentados que lleguen a Italia, mientras se tramita su destino final. Como es bien conocido, también el jefe de la oposición parlamentaria española, Feijóo, se ha interesado por este modelo italiano, y ha visitado a Meloni, quien lo ha tratado con la familiaridad con que se recibe a los colegas de negociado y de partido.

Cuenta Ypi una anécdota que enclava a cada cual en su lugar. Siendo ella estudiante en Italia, en 1999, socorrió en la Estación Términi romana a una anciana que no podía con sus maletas, y la buena mujer le agradeció temblorosa el gesto: “afortunadamente —le dijo—, todavía hay jóvenes como usted. Estaba muy preocupada. Esta estación está llena de ladrones albaneses. Es una invasión”. En aquella época —explica la periodista—, los albaneses “salíamos en los titulares de la prensa italiana, a veces como una nación de contrabandistas, proxenetas y ladrones; a veces como individuos fracasados, socializados bajo un sistema diferente, que luchaban por integrarse; y a veces como corruptos, vagos e incapaces de aplicar en su propio país la fórmula del éxito que habían visto transmitir a través del mar Adriático en los canales de televisión de Silvio Berlusconi”.

Albania, tan aislada durante la guerra fría y tan alejada todavía hoy de los estándares europeos, nunca ha contado verdaderamente para los italianos, que comparten sin embargo con el pequeño país un retazo de historia: el 7 de abril de 1939, las tropas de Mussolini desembarcaron precisamente en Durrës y anexionaron el reino de Albania al reino de Italia, utilizándolo como base para la invasión de Grecia, “explotando su cobre cromo y otros recursos naturales y adornando la bandera albanesa con símbolos fascistas”.

Hoy, Albania está a las puertas del ingreso en la UE —desde 2014 disfruta del estatuto de país candidato a la adhesión— y aunque no se atreve todavía a rechazar las procaces peticiones de Roma en relación a los inmigrantes, sí el gobierno albanés ha rehusado sin ambages las pretensiones de los funcionarios británicos, con una explícita declaración que asegura que su país nunca se convertirá en un vertedero de Europa.

Irónicamente, Lea Ypi da sin embargo la solución a los británicos: «todo lo que Gran Bretaña necesita para un acuerdo equivalente (al firmado por Italia con Albania) es una excolonia con un gobierno cuya memoria sea lo suficientemente aguda como para recordar las carreteras y los edificios que su amo construyó en el siglo pasado, pero no los seres humanos que explotó en las últimas décadas. Un pueblo lo suficientemente traumatizado por su pasado reciente como para haber borrado de la memoria su pasado lejano, y gobernado por una élite política sumisa y complaciente con el orden liberal, que repetirá el mantra de que todos debemos compartir las consecuencias de la migración sin cuestionar nunca sus causas geopolíticas».

Porque seamos claros: los acuerdos migratorios que la Italia de la ultra Meloni ha conseguido con Albania, los que el desorientado laborista Keir Starmer pretende firmar con algún otro país y los que el despistado conservador Feijóo trata de emular no son más que una violación descarada de los derechos humanos y del derecho internacional. El rechazo al derecho de asilo, la erección de vallas fronterizas disuasorias, el uso de la detención extraterritorial para desanimar a los potenciales migrantes no son más que subterfugios para mantener indemne la «fortaleza europea», inaccesible a otras culturas y a otras razas, y reservada «pragmáticamente» para los nativos blancos, ricos y bien alimentados europeos.