Sólo el pueblo no salva al pueblo

Sólo el pueblo no salva al pueblo

A la gente sólo nos salva el Estado. Conviene recordar que precisamente lo hemos creado para eso.

Una mujer trabaja en las labores de limpieza del lodo en un colegio de Sedaví, Valencia.EFE/Ana Escobar

Cantalejo, Baños de la Encina o Paiporta son pueblos. Pero no es ese el significado de “pueblo” que se usa en la frase “sólo el pueblo salva al pueblo”. Y los pueblos tienen población. Cantalejo tiene 3.546 habitantes. Baños de la Encina tiene 2558. Paiporta tiene censados 46.200 paiportinos. Pero no, tampoco ese el significado de “pueblo” que funciona en la expresión “sólo el pueblo salva al pueblo”. En cuanto la cultura empezó a cumplir la función de la religión a partir del romanticismo, surgen los pueblos culturales —siendo el “pueblo alemán” su primer analogado—, supuestas divisiones naturales de la humanidad, siempre con un apellido geográfico o étnico. El pueblo vasco. El pueblo mozárabe. El pueblo serbio. Pero tampoco éste es el “pueblo” de “sólo el pueblo salva al pueblo”.

¿Sólo el terreno acotado por el término municipal de Baños de la Encina salva al terreno acotado por el término municipal de Baños de la Encina? Nop. ¿Sólo los 3546 habitantes de Cantalejo salvan a los 3546 habitantes de Cantalejo? Nop. ¿Sólo el pueblo paiportino, unido por la cultura paiportina, salva al pueblo y la cultura paiportinas? No es eso, no es eso. Entonces, ¿qué puñetas significa “pueblo” en la frase de marras? Consultemos el diccionario “Retórica demagógica – Español / Español – Retórica demagógica”. Pueblo: dícese de nosotros, los que somos buenos, la gente de verdad; especialmente para distinguirnos de ellos, los que son malos, la gente de mentira. Úsase indistintamente por las derechas y las izquierdas, con voluntad de excluir al otro, fingiendo incluir a todos.

Suponer que “el pueblo” es un sujeto político, un agente unitario que se vertebra globalmente y actúa por sí solo al margen de ayuntamientos, ministerios, sindicatos, centros de salud e institutos de enseñanza secundaria, es mucho suponer. Y basar tal argumento en los miles de heroicos ciudadanos que acudieron a limpiar las calles de las zonas arrasadas por la riada es olvidar que —obviamente y sin rastro de acritud— cientos de miles no lo hicieron. El conflicto es el corazón constitutivo de las sociedades humanas; se da entre compañeros de piso y entre imperios. Qué mejor ejemplo que este uso espurio de “pueblo”, invocación a un todo natural, preexistente a la política e internamente armónico que se practica justamente para atacar a aquellos que no son pueblo.

El pueblo no salva al pueblo porque el pueblo del que habla la expresión “sólo el pueblo salva al pueblo” no existe. Y, como no pertenezco a ninguna secta, permítanme que no haga distinciones según esa frase sea pronunciada por Perón, Lula o cualquier grupúsculo de mentecatos de extrema derecha. A la gente sólo nos salva el Estado. Conviene recordar que precisamente lo hemos creado para eso. Es la clase social —definida por su papel en la producción más que por su nivel económico— lo que acota operativamente la extensión de ese sujeto político que algunos llaman “el pueblo”, y es el correcto funcionamiento de las instituciones las que hacen viable la democracia. Que dimitan todos, de Mazón a Sánchez. Y que nadie sugiera que esta semana el pueblo estadounidense salvó al pueblo estadounidense.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.