Socialdemocracia empresarial

Socialdemocracia empresarial

"En España, la experiencia socialdemócrata ha sido esencial para construir un modelo de convivencia moderno y avanzado que es ejemplo para otros países"

Ibex35Europa Press via Getty Images

El “consenso socialdemócrata” que se alcanzó tras la segunda guerra mundial permitió la instauración del modelo de Estado social en el mundo desarrollado de Occidente, que había de reconstruirse en gran media después del conflicto. El concepto de “Estado social de Derecho” fue elaborado por Hermann Heller como reacción a la crisis del Estado liberal. El modelo de Estado social y el consenso que lo sustentaba comenzaron a debilitarse en los setenta del pasado siglo al menguar el crecimiento económico de las décadas precedentes. De nuevo la gran crisis de 2008 cuestionó las bases del estado social, pero las sociedades democráticas, y desde luego la europea en primer término, siguen considerando irrenunciable el “estado de bienestar”. Es decir, la existencia de unos grandes servicios públicos que garanticen a los ciudadanos la seguridad en sentido amplio.

La fórmula de semejante desarrollo, que armoniza la economía clásica de Adam Smith con el progresismo de Keynes, la dieron los socialdemócratas alemanes del socialdemócrata SPD en el Congreso decisivo de Bad Godesberg de 1959, que renunció al marxismo y que consagró el lema “mercado hasta donde sea posible; Estado hasta donde sea necesario”. El mencionado criterio reconoce al mercado como el agente que mejor realiza la distribución de recursos; al mismo tiempo que asegura la existencia de un ente institucional público que vele por la equidad.

En nuestro Occidente, la política convulsa de los últimos años ha permitido el estallido de un turbión ultra que amenaza con desestabilizar el añejo parlamentarismo que caracteriza a nuestros regímenes y que es el espejo político en que se mira nuestra civilización. Pero el binomio socialdemocracia-centroderecha se mantiene en pie en países como Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Francia o España, y todo indica que seremos capaces de salvar este cauce acogedor para todos, que integra más que divide y que contiene los valores universales que hacen de Occidente un reducto ilustrado y benigno.

En España, la experiencia socialdemócrata ha sido esencial para construir un modelo de convivencia moderno y avanzado que es ejemplo para otros países. Y en lo económico, estamos manteniendo, con las dificultades lógicas de los tiempos variables, un estado de bienestar no solo aceptable sino también envidiable. El capitalismo, sin restricciones dogmáticas, nos facilita el crecimiento y el progreso, en tanto el Estado, en esta materia, se reserva la legislación —el establecimiento del marco jurídico—, la fiscalización y el control.

Se mantienen sin embargo ciertas ambigüedades a la hora de abordar fusiones y/o concentraciones de empresas, cuando el criterio debería ser simplemente el de la racionalidad económica. En la hora actual, están pendiente de autorización oficial la absorción de un banco mediano, el Sabadell, por un banco grande, el BBVA, y la compra de la empresa industrial Talgo por una empresa europea —húngara— del sector. Obviamente, el Estado debe defender sus intereses y los de la ciudadanía, por lo que la CNMC deberá opinar con fundamento para que la competencia no sufra en exceso. Pero impedir sistemáticamente o por razones ideológicas esta clase de operaciones resta solvencia a la marca España, que ha de ser coherente con las reglas de juego internacionales, europeas, que tienden a la globalización. Las concentraciones empresariales generan productividad y riqueza, nos hacen eficientes en el mundo. Y siempre es posible minimizar los daños colaterales, sobre el empleo por ejemplo, de forma que no haya damnificados.

Por ello, entiendo que le progresismo económico hay que demostrarlo dimensionando bien el Estado y garantizando su suficiencia, pero no cediendo a la tentación de un intervencionismo empobrecedor. Bastante tuvimos aquí con la autarquía como para no incurrir de nuevo en errores de esta índole.