Por qué Kamala Harris ganará las elecciones

Por qué Kamala Harris ganará las elecciones

"Las encuestas confirman que ya tutea a Trump en los sondeos demoscópicos, y resulta muy popular el hecho de que sea al fin una mujer la aspirante a la Casa Blanca"

Kamala Harris y Tim WalzAndrew Harnik

Hace algunas semanas, antes de que la edad de Biden se convirtiera en un problema acuciante tras los lapsus linguae del presidente en su debate con Trump del pasado 28 de junio, escribí un artículo aquí mismo afirmando que, de no mediar alguna catástrofe imprevista, Biden tenía grandes posibilidades de ganar a su oponente. La afirmación era fruto de un amplio argumentario, en el que destacaban dos razones de peso. Una primera era la radicalización de Trump, quien no solo no ha corregido su extremismo que le impidió vencer a Biden hace cuatro años, sino que se ha radicalizado todavía más. En el cuatrienio que concluye, han salido a la luz asimismo sus problemas judiciales, bochornosos en un expresidente; se ha constatado lo lesiva que ha sido la involución del Tribunal Supremo, que de nuevo ha privado a los norteamericanos de la libertad de abortar; y su temperamento inmoderado genera desconfianza ya que no es un personaje previsible a la hora de intervenir en conflictos graves, como los de Ucrania y Próximo Oriente.

La segunda razón de mi optimismo era demográfica: por simple desarrollo vegetativo, hay hoy más jóvenes en edad de votar contra Trump que hace cuatro años, y al mismo tiempo han muerto un número considerable de mayores que lo apoyaban. Y está acreditado que el carácter reaccionario, atrabiliario y violento del personaje aleja a buena parte de la juventud.

Evidentemente, aquellas opiniones han de ser revisadas cuando ya no será Biden el que compita con Tump sino la vicepresidenta Kamala Harris. Una mujer potente, con brillante carrera, simpatía natural y evidente ilusión de vencer. En cuanto se ha confirmado su candidatura, Harris ha recibido la agresión de los ultras republicanos, que la consideran una candidata “DEI” (diversidad, equidad e inclusión), sugiriendo que fue elegida por su identidad y no por su historial. Pero, en cuanto Kamala ha salido del segundo plano, su idoneidad parece incuestionable. Las encuestas confirman que ya tutea a Trump en los sondeos demoscópicos, y resulta muy popular el hecho de que sea al fin una mujer la aspirante a la Casa Blanca. Los demócratas están entusiasmados con la posibilidad sobrevenida de defender su candidatura con renovada ilusión… Y ya es hora de que la primera potencia de la tierra dé este paso decisivo de entronizar a una mujer en la presidencia para consolidar formalmente la plena igualdad de géneros.

Por lo demás, valen perfectamente los argumentos utilizados para presuponer la derrota de Trump. Aunque Kamala ha mantenido originariamente un discurso más de izquierdas que Biden —en cuestiones climáticas y medioambientales o relacionadas con la inmigración—, sigue siendo una política moderada, equilibrada, racional, integrada. Y, por supuesto, en política exterior —un ámbito de extremo interés en el mundo actual— puede acreditar mucha más experiencia que la inmensa mayoría de los presidentes USA a su llegada al poder: Harris ha pasado casi cuatro años beneficiándose de la experiencia de Biden, uno de los estadistas más prestigiosos de los Estados Unidos. En este cuatrienio que concluye, Harris se ha reunido con más de 100 líderes mundiales y ha viajado a prácticamente a todos los rincones del planeta. Ha estado a la vanguardia de los esfuerzos para abordar los desafíos emergentes, incluida la seguridad de la inteligencia artificial y la estrategia estadounidense para las actividades comerciales y de seguridad nacional en el espacio exterior. Ha lanzados serios avisos a Israel para cese su brutalidad en Gaza y sin duda mantendrá una política continuista y decidida con respecto a Ucrania, un tema que requiere sutileza y que Trump podría desencaminar hasta lo más inquietante.

Los historiadores nos explicarán algún día qué paso en los Estados Unidos para que un patán arrogante y chulesco ganara en las urnas a Hillary Clinton hace ocho años. Pero después de todo lo ocurrido en ese tiempo, es materialmente imposible que la gran Norteamérica, que posee un gran acervo tecnológico y cultural y que en cierto modo es garantía de supervivencia de nuestro modelo de gobierno y de convivencia, tropiece de nuevo en la misma piedra.