Plaza Mayor de Madrid, epicentro de lo bueno y lo malo de la Villa
Sus doscientos treinta y siete balcones, que se reparten en sus cuatro fachadas, han sido testigos mudos de los cuatro siglos de historia de esta plaza.
Mucho antes de ser plaza fue un lodazal, una enorme laguna en la que los monarcas y las clases pudientes acudían a cazar patos. Posteriormente se convirtió en la Plaza del Arrabal, situada fuera de las murallas medievales y en donde había un continuo trajín de agricultores y ganaderos que preferían ofrecer allí sus mercancías para no tener que pagar los impuestos correspondientes por entrar dentro de la ciudad.
Felipe II fue el encargado de transformarla en plaza Mayor, y su hijo –Felipe III- la terminó definitivamente.
Aunque muchos defienden que es la plaza de mayor extensión de España están en un error, tal título lo ostenta la plaza de Medina del Campo (Valladolid) con 14.000 metros cuadrados, dos mil metros cuadrados más que la madrileña.
Escenario de actos de fe
En 1798 se llevó a cabo la última ejecución de la Plaza Mayor de Madrid: murieron a garrote vil, frente al Portal de Paños, María Vicente de Mendieta, de treinta y dos años, y su amante de veinticuatro, acusados del asesinato del marido de la primera. Y es que en la Plaza Mayor hubo ahorcamientos, muerte por garrote vil y actos de fe.
Los escarnios públicos que tuvieron lugar en la plaza se realizaban en función del estamento social: el pueblo llano moría en la horca frente a la Casa de la Panadería y los de estratos sociales más elevados lo hacían con hacha o cuchillo frente a la Casa de la Carnicería. El Portal de Paños estaba justamente en esta última zona.
Felipe IV, en un intento de salvar con ayuda divina a su esposa Isabel de Borbón, enferma de viruela, ordenó realizar un acto de fe en donde murieron más de un centenar de personas.
El balcón de la Marizápalos
La plaza cuenta con un total de diez arcos, nuevos son accesos a la plaza, pero hay uno ciego, se encuentra en uno de los laterales de la Casa de la Carnicería y del que sale un balcón. Fue un tributo de amor que tuvo Felipe IV con María Inés Calderón, hija de Calderón de la Barca, y la que se conocía como la Calderona o Marizápalos. El balcón, que se construyó en tan solo una noche, se edificó para que pudiera asistir a los espectáculos. Esta actriz fue la madre de Juan José de Austria.
Una de las tres salidas de la plaza a la Calle Mayor era el conocido como callejón del Infierno, actualmente calle de Arco del Triunfo, un nombre que hacía alusión a un incendio sucedido en 1672, en el que parecía que estaba envueltos en las mismísimas llamas del infierno.
La única parte pintada de la Plaza Mayor es la Casa de la Panadería –edificada a finales del siglo XVI- y los motivos elegidos guardan relación con la mitología y las historias madrileñas. Allí podemos contemplar a Cibeles, Cupido, Baco, sátiros… figuras de más de tres metros de altura que recuerdan las antiguas pinturas del Barroco. La fachada cuenta, además, con dos torres, en una hay un reloj y en la otra un barómetro, que se detuvo señalando “buen tiempo”.
El primer rascacielos madrileño
El acceso de salida más famoso de la plaza es el arco de Cuchilleros, en alusión a los talleres de este gremio y que suministraban sus artículos al de carniceros concentrados en los aledaños. Este arco alojó al primer rascacielos de Madrid, un edificio de siete alturas. La escalerilla de piedra del arco es tan pequeña que comienza en el primer peldaño del arco y termina en el último.
Fue precisamente desde el púlpito que se encuentra en lo alto de su escalinata donde el fraile Antonio, del convento de San Gil, animó a viva voz a los madrileños a defender la ciudad contra las tropas napoleónicas Era el 2 de mayo de 1808.
A muy pocos metros de este arco, en la planta baja del número 17 de la calle Cuchilleros se encuentra, según el Guiness de los Records, el restaurante más antiguo del mundo: Casa Sobrino Botín, fundado en 1725.
Cuatro farolas con historia
Las cuatro farolas de la plaza Mayor son fiel reflejo de su historia, en sus bases podemos ver desde los tres pavorosos incendios que sufrió, las antiguas corridas de toros que se celebraron o imágenes alusivas a los carnavales.
Las corridas de toros fueron suprimidas a mediados del siglo XIX, momento en que se colocó la estatua de Felipe III, que antes estaba en la Casa de Campo. Durante mucho tiempo esta escultura fue un cementerio de pájaros, ya que muchos se posaban en la boca del caballo, resbalaban y acababan cayendo al interior sin poder encontrar la salida.