‘Pandataria’, agitando la bandera de la dignidad y la diversidad humana ante una consejera

‘Pandataria’, agitando la bandera de la dignidad y la diversidad humana ante una consejera

Un montaje digno de haber estrenado este festival. Por muchos motivos.

Pandataria.JERO MORALES / FESTIVAL DE MÉRIDA.

El viernes por la noche se estrenó Pandataria en el Festival de Mérida. Un espectáculo híbrido. Una mezcla de texto y danza en el que Chevi Muraday ya tiene un nombre. Y para los cuales suele contar con grandes actrices españolas o que trabajan en España y otros profesionales que sin ser bailarines los hace bailar.

Esta vez, el reclamo es la conocida Cayetana Guillén Cuervo. Y los textos de Laila Ripoll. Aunque eso será para los clásicos espectadores de teatro. En esta obra hay otros nombres. Como el rapero multidisciplinar Elio Toffana, que seguro que será el que más interesará a la juventud que se abre paso como público teatral, o La Merce, referencia LGTBI+.

Sin embargo, ni el marco incomparable, ni los nombres citados, fueron capaces de atraer más allá del periodismo local. Ni siquiera otros profesionales de la danza locales. Como tampoco fueron capaces de llenar, aunque hubo una buena entrada de público, gente que fue con sus niños pequeños porque no se lo quería perder.

Y eso que había noticia en el teatro. Una noticia de esas que son casualidades, ya que la programación de un festival como es el de Mérida difícilmente puede prever la realidad, más allá de las fechas en las que se va a representar la obra. Era la primera vez que Victoria Bazaga, la nueva consejera de Cultura, Turismo, Juventud y Deportes de la Junta de Extremadura, asistía al festival con este cargo.

En ese azar, una guerrillera fashion, Julia-Agripina-Úrsula, pues todos esos nombres usa la protagonista en la obra, una especie de Ché Guevara, rubia y sin barba, con una gorra acharolada, y un traje militarizado, clamaba por la dignidad y la diversidad humana ante el respetable y la consejera. Lo hacía delante de un tapiz, o bandera, bien colorido, un estallido, marca de la casa del artista urbano Okuda San Miguel, que se paseaba por el teatro vestido igual de colorido que dicho tapiz.

¿De qué dignidad habla la obra? No queda claro. Pues en ese lirismo, más que poesía, que busca Ripoll en el texto se produce algo de oscuridad, de falta de concreción, hasta el final en el que ya no hay vuelta atrás. Hay que decir lo que hay que decir. Al final, eso es verdaderamente la poesía. Ir al grano, quitar la paja. Aunque muchos, piensen que es lo contrario.

¿Y qué dice? Dice que si el mundo en su principio era un caos sonoro, sobre todo de goce y de placer, una orgía, en expansión y crecimiento, los seres humanos con sus leyes trajeron silencio. La ley y su imperio como forma, primero, de señalar a los diferentes, a los distintos. Y luego, como forma de enmudecerlos mediante el aislamiento. Ilegalizándolos.

Alejarlos de una sociedad, dejarles un pequeño lugar, árido y seco. Como esa pequeña isla de Pandataria a la que, los romanos y su descendencia, con Mussolini a la cabeza, exilaban a todas aquellas personas que disentían. Disentían en sexo y género. Pues al principio eran mujeres las que reclamaban igualdad. Mujeres que querían disponer de sus personas y de sus cuerpos como lo hacían los hombres libres.

Seres humanos que posteriormente disentían en nacionalidad. Al ser aislados y exilados ya no tendrían patria. No pertenecerían a ningún lugar y, por tanto, no eran sujetos que pudieran disfrutar de derechos. Ninguna ley les ampararía.

Puede parecer muy abstracto. De hecho, lo es. La coreografía tampoco ayuda a aclararlo. Todo parece hecho para ilustrar. Para poner algo de luz en tanta oscuridad que convierte a algunos seres humanos en ilegales. Que los pone fuera de la ley. La ley de las patrias que no les protegen. Que los abandona en las costas en apnea, sin respirar.

Un mundo que Chevi se baila y hace bailar. Para lo que usa su poética habitual. Su prosodia en el decir bailando. Un baile acrobático, y su insistente movimiento retorcido de extremidades superiores y tronco, en el que bien caben los pasos de rap de Elio Toffana, que se muestra como un bailarín competente durante toda la función. De fondo suena una partitura, grabada, que se le va hacer, de Mariano Marín que se mueve entre lo electrónico, el rap y las bandas sonoras de Alberto Iglesias.

Un mundo presidido por el negro. Por el luto. Por una oscuridad amenazante. En el que son las banderas de la diversidad las que ponen color. Una tela omnipresente que, al inicio, dificulta el baile, en la que se enredan los pies de los bailarines, ya que cubre el templete creado al efecto como la isla de Pandataria.

Una tela que se moverá de un lugar a otro, dificultando la fluidez del baile y del movimiento en escena. Hasta que se retira. Y que adquiere todo su sentido cuando la isla-cuadrilátero se pone en vertical y se usa a modo de marco o bastidor para exponer dicha tela como un cuadro.

Con esa perspectiva la obra parece abrirse como una flor que remite a las obras de Georgia O’Keeffe. Y se convierte en un teloncillo de una función que bien podría ser la de los cómicos de la legua. Y que será suficiente para cuando gire la obra por espacios más pequeños. Cuando la monumentalidad de Mérida, su dramatismo, usado e iluminado con eficacia en este montaje, esté ausente.

Un montaje digno de haber estrenado este festival. Por muchos motivos. Por su temática que tanto ocupa el debate público. La ilegalización patriótica de tanto ser humano al que se destierra y se expulsa o, ni siquiera, se le deja acceder a tierra.

Por lo que Pandataria significaba políticamente, es decir, públicamente para los patricios de la Roma clásica, a la que pertenecía Mérida. Metáfora de lo que algo parecido puede significar para las sociedades democráticas actuales lugares como este. Como Guantánamo o como el barco cárcel que ha puesto a navegar Reino Unido para los solicitantes de asilo.

También, por esa asumida comercialidad que necesita un aforo tan grande como el de este teatro. Y que hace que haya que recurrir a un nombre conocido para protagonizarla y vender entradas. Antes que a otro tipo de intérprete, al que quizás le fuera mejor el entorno y el texto en lo actoral y en lo dancístico, pero no en la defensa y asunción del mensaje de la obra, que Cayetana hace propio, personal.

Consiguiendo una enérgica y digna defensa de la diversidad. De una Europa unida y libre formada por apátridas que no dan pasos atrás. Parece un senador romano hablando al senado. Con la retórica y vehemencia de aquellos discursos que se siguen leyendo todavía.

Capaces de emocionar y provocar al aplauso espontáneo del público, de movilizar a la polis, a la res pública. Discurso colocado un poco antes del final de la función. Un aplauso que no da la consejera. Ella sabía que la función todavía no había terminado. Que la función acaba cuando en la escena se haga el oscuro.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.