Milei no es nadie en Europa
El ultraliberalismo del líder argentino no tiene sentido alguno en el mundo que se nos avecina, en que las nuevas tecnologías nos harán muy ricos.
La visita de Milei a España para participar en un aquelarre de partidos europeos de extrema derecha que se preparan para concurrir a las elecciones europeas del próximo mes ha dado testimonio descarnado de las posiciones de estos grupos populistas que se encuentran en un momento aparentemente dulce y que pretenden formar un grupo parlamentario relevante, que adquiera importancia decisiva tanto en la composición de la eurocámara cuanto en el funcionamiento de las demás instituciones europeas.
La reunión madrileña de los ultras europeos ha disfrutado de la presencia inigualable del presidente argentino, que ha hablado con la franqueza vulgar que le caracteriza y ha abandonado los límites políticamente correctos que todavía respetan los ultras europeos. Así, por ejemplo, el lema con el que ese personaje atrabiliario acudió a Madrid fue la afirmación de que "la justicia social es una aberración". Para goce y disfrute de sus correligionarios que piensan lo mismo pero que no se atreven anunciarlo tan descarnadamente.
Durante la campaña electoral que dio a Milei una victoria holgada, con más del 56% de los votos en segunda vuelta, el ya presidente anunció el desmantelamiento total y absoluto del Estado, y en la práctica este ha sido el camino emprendido: expulsión de funcionarios públicos, recortes en sanidad y educación que dejarán malparada a la sociedad de su país durante generaciones, eliminación en fin de todas las políticas sociales que constituían una frágil red inferior que evitaba que las clases menos favorecidas ingresasen en el escalafón de los hambrientos. A cambio, el déficit público lógicamente se ha contenido pero la inflación continúa desbocada y las instituciones económicas supranacionales desconfían profundamente de un proceso que tiene que terminar por fuerza en estallido social.
Milei puede exhibir con cierta razón el argumento de que sus predecesores arruinaron Argentina a fuerza de embates reiterados de corrupción y de incompetencia. Lo cierto es que en el dilema que planteaban los peronistas —o nosotros o el caos— era incluso razonable que los pobres argentinos eligieran el caos. Pero en Europa no existe ni mucho menos una crisis comparable a la argentina. Y, a pesar de que todavía se escuchan los ecos de la crisis global de 2008 y sobre todo de la crisis sanitaria de 2020, no es irreal afirmar que en la Unión Europea funciona brillantemente el estado de bienestar, hay paz social y los europeos estamos en condiciones de afrontar con éxito un futuro difícil que nos aguarda, en el que las innovaciones tecnológicas, la Inteligencia Artificial particularmente, nos obligarán a emprender profundas transformaciones.
El ultraliberalismo de Milei —laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même— no tiene sentido alguno en el mundo que se nos avecina, en que las nuevas tecnologías nos harán muy ricos —elevarán la productividad de forma inaudita— pero reducirán drásticamente el empleo, por lo que el Estado deberá organizar el salario básico vital que cubra las necesidades, y no solo las básicas, de una gran masa social que quedará al margen de los procesos productivos.
Asimismo, será necesario que organizaciones de consenso, estatales y supraestatales, mantengan la sostenibilidad del planeta, que podría volverse inhabitable si el mundo perdiera la razón de sí mismo y la conciencia de que si no preserva el medio ambiente, desaparecerá nuestro hábitat, y con él, todos nosotros.
Ante estas expectativas, que solo niegan los muy cerriles, las propuestas anarquizantes, de Estado mínimo, de absoluta autodeterminación personal son pueriles y utópicas, dado que la destrucción del contrato social entre la ciudadanía y la inexistencia de organizaciones políticas que nos engloben y nos concedan seguridad nos llevarían a una inhabitable jungla. La pandemia ha sido instructiva: los estados europeos han sacado todo el partido a sus esfuerzos nacionales gracias a los recursos y a la ayuda de la Unión Europea, que ha puesto asimismo los medios para que no tuviera lugar una dramática destrucción del tejido empresarial.
Milei representa, en fin, una antigualla política e intelectual, cuya ordinariez ha entusiasmado a sus conmilitones europeos, que intentan rentabilizar los problemas que evidentemente padecemos los europeos para desplazar la política clásica y traernos dictaduras iluminadas y primarias. Pero Europa, evidentemente, no es la Argentina. Para desgracia de este hermoso país, que no está teniendo suerte en el último medio siglo.