Las catástrofes que vienen

Las catástrofes que vienen

Por imperativo legal en nuestros países, los técnicos calculan las infraestructuras hidráulicas para un periodo de retorno de 500 años.

dana valenciaGetty Images

La realidad nos demuestra empíricamente que se están incrementando, en frecuencia e intensidad, los fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo. En el caso de la DANA sobre Valencia del 29 de octubre pasado, que ha causado más de doscientos muertos, se han batido todos los récords españoles. Las riadas históricas en el Levante español fueron la de 1957 (quedó anegada casi toda la ciudad de Valencia y hubo 80 muertos oficiales) y la de 1982, con la rotura de la presa de Tous (38 víctimas, más de 100.000 evacuados), y los datos oficiales confirman que estas inundaciones más recientes no tienen precedente registrado.

Por imperativo legal en nuestros países, los técnicos calculan las infraestructuras hidráulicas para un periodo de retorno de 500 años. En otras palabras, una presa o un puente sobre un río se construye capaz de resistir el mayor caudal registrado estadísticamente en medio milenio. Kiko Llaneras ha ofrecido puntualmente los datos principales de la catástrofe del 29-O, ratificados por Félix Francés, Catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia: muchas de las estaciones del interior montañoso de Valencia registraron aquel día precipitaciones superiores a unos periodos de retorno de 1.000 años, según estimaciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). La intensidad de las lluvias se ejemplificó en Turís: allí se batió el récord absoluto de lluvia por hora registrado en España. Cayeron más de 185 litros por metro cuadrado (l/m2) entre las 15.30 y las 16.30. Estuvo cerca de batirse el récord de precipitación diaria (817 l/m2 en Oliva, 1987). La escorrentía generada por esa lluvia comenzó entonces su descenso al mar por las ramblas y cauces existentes. Una parte fue al barranco de Pozalet, que acaba en el Turia. Pero la mayoría alimentó la Rambla del Poyo, un barranco que, en su camino al mar, atraviesa Cheste, Torrent, Paiporta o Catarroja, un territorio que fue la zona cero.

El caudal de la rambla del Poyo fue extraordinario: El único medidor de la rambla está en el kilómetro 337 de la autovía A3 y llegó a marcar un caudal de 2.282 m3/s a las 18.55, momento en el que dejó de funcionar, arrastrado por la corriente. Los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Júcar estiman que en ese punto se superaron luego los 2.800 m3/s. Si se piensa que el caudal previsto en el peor escenario —para un retorno de 500 años— eran unos 1.200 m3/s, se entenderá el desastre sobrevenido.

Esta evidencia nos sitúa (a todos) en una posición muy delicada, ante unas expectativas muy inquietantes que habrá que asumir. De una parte, la reconstrucción de lo devastado, de las obras ya realizadas que ahora han sido destruidas por las aguas, así como los proyectos antiguos de control del Barranco del Poyo que datan de 2006, ya no sirven para el cálculo: las solicitaciones y esfuerzos que se deberán vencer son mucho mayores que las que los técnicos calcularon antes de que la meteorología exacerbara sus expansiones dramáticas. Y las tendencias son crecientes.

De otra parte, este criterio no solo debe aplicarse a Valencia o al Levante español: el cambio del clima es universal, se extiende a todo el globo. Por lo que, de entrada, nos vemos obligados a recalcular las estructuras antiguas, las obras públicas que fueron erigidas partiendo de datos que están variando constantemente. Las solicitaciones para un periodo de retorno de 500 años, si queremos mantener esta pauta, son cada vez mayores, por lo que tendremos que replantearnos toda la regulación existente del mapa hidrológico.

Pero, además, habrá que afrontar sin más demora la subida inexorable del nivel del mar, que irá aumentando a medida que crezcan las temperaturas medias de las aguas y se reduzca el agua almacenada en los casquetes polares. Si no se actúa, buena parte de los terrenos litorales urbanizados serán engullidos por el mar.

Y entiéndaseme bien: el cambio climático es un hecho objetivo que no admite discusión. Algunos afirmarán no se debe a la acción del hombre sino que se trata de un cambio espontáneo, pero da igual: sea cual sea la causa, habrá cada vez más fenómenos meteorológicos extremos y no podemos ignorar la evidencia si no queremos poner en jaque nuestras vidas y haciendas.