La verdad como protector nasal
En algunos casos de ADS especialmente escasos, encontramos alteraciones anatómicas que pueden inducir errores en el registro del sexo del recién nacido.
Uno de cada varios miles de nacimientos presenta alteraciones en el desarrollo sexual (ADS). Existen tasas comparables de alteraciones en el aparato locomotor, digestivo o circulatorio. Hay muchos tipos de ADSs. Son condiciones estrictamente médicas, ni identitarias ni autodeterminadas, que han de ser manejadas a base de estudio y prudencia. Como en nuestra especie la función sexual es binaria, las ADSs ocurren tanto en varones como en mujeres. No desmienten el binarismo sexual de los humanos más de lo que las personas con polidactilia desmienten que los humanos tenemos cinco dedos en las manos. En el pasado recibieron nombres como “hermafroditismo” —absurdo: no son Hermes y Afrodita— o “intersexualidad” —absurdo: las personas con ADSs no están entre los dos sexos—.
En algunos casos de ADS especialmente escasos, encontramos alteraciones anatómicas que pueden inducir errores en el registro del sexo del recién nacido. Para que se hagan una idea de su infrecuencia, si el total de varones y mujeres tuviera la altura de las dos Torres Gemelas, el total de estos bebés tendrían la altura de un smartphone. Determinar el sexo de estos individuos puede ser complicado. A partir de Darwin, la función de los fenómenos biológicos es el criterio determinante, por encima de criterios descriptivos. En el sexo, hay individuos preparados para fecundar e individuos preparados para gestar. No hay funciones intermedias. Pero las ADSs pueden ser reproductivamente disfuncionales —por eso son alteraciones—. En estos casos la presencia del cromosoma Y puede usarse para distinguir varones y mujeres.
La repercusión de las distintas ADSs sobre el rendimiento en los distintos deportes es muy variada. Es difícil dar criterios sencillos sobre la categoría deportiva —femenina o masculina— en la que se debe participar. Como el rendimiento deportivo masculino es superior al femenino, es el deporte femenino, y no el masculino, el que saldrá perjudicado en caso de una decisión errónea. Así, se deberá ser especialmente garantista, en atención al esfuerzo que las deportistas han dedicado a su preparación y en reconocimiento del largo camino recorrido para que el deporte femenino pueda situarse al nivel del masculino. Ante una sospecha, una simple gota de sangre da toda la información necesaria para garantizar que nadie va a competir con ventajas relevantes cualitativas respecto de las demás competidoras.
(Epílogo: Ha resultado polémica la participación de Imane Khelif —cromosoma Y, testosterona en niveles masculinos, y una ADS que provocó un error en el registro de su sexo— en la categoría de boxeo femenino. La Asociación Internacional de Boxeo no le permitió competir como mujer el año pasado al poseer cromosoma Y. El Comité Olímpico Internacional sí se lo ha permitido, fruto de su decisión ideológica de aceptar sin más el sexo que figura en los pasaportes. Tristemente, los individuos con ADSs son hoy armas arrojadizas de un debate político en manos de ignorantes. Los párrafos anteriores no contienen más que ciencia y sentido común. A derecha e izquierda no corren buenos tiempos para la verdad. Sin embargo, la verdad sigue ahí y puede ayudar a que no le rompan la nariz a una deportista.)