La trampa de las encuestas migratorias
Los partidos democráticos y las empresas demoscópicas deberían aclarar mejor sus posiciones y rechazar los intentos de manipulación de la ultraderecha.
El miedo es contagioso y acobarda. Por eso, las campañas mediáticas son eficaces cuando introducen elementos subjetivos como los relacionados con la seguridad. Y no puede negarse que estamos asistiendo a una hábil campaña de la extrema derecha, y hasta de la propia derecha a veces, encaminada a extender el temor irracional a los inmigrantes. Para los xenófobos, esos inmigrantes son gentes desarraigadas, con valores distintos de los nuestros, que en muchos casos tratan de introducirse en los circuitos de los países ricos para expoliarlos, para someterlos, para aprovecharse del bienestar ajeno y de los costosos servicios públicos, para abusar de nuestras jóvenes, etc.
Lo cierto es que en España la xenofobia es una rareza infrecuente. Probablemente porque nos sabemos mestizos la inmensa mayoría, a consecuencia de que nuestro país está en una compleja encrucijada de caminos con milenios de historia, nos importa poco el color de la piel y, como todos los pueblos cosmopolitas, toleramos bien a los extranjeros de buena fe, que son la inmensa mayoría. Y a consecuencia de ello, los xenófobos de profesión y vocación no tienen más remedio que recurrir a las marrullerías y a las falsedades para que prosperen sus mensajes de odio.
La principal de estas marrullerías consiste en atribuir a extranjeros la delincuencia autóctona. Determinados medios mendaces culpan sistemáticamente a los foráneos de los delitos más repulsivos, hasta generar tópicos falaces que los extremistas se ocupan de ventilar.
Pero hay además un racismo más light y difícil de apreciar que consiste en exagerar y exaltar el rechazo social a la inmigración. Hoy, en concreto, se publica una encuesta de Sigma Dos, que da lugar a este titular: «El 74% de los españoles pide más control en las fronteras, hasta el 66% de los socialistas y el 40% de los votantes de Sumar». La información incluye la respuesta a esta pregunta formulada por los encuestadores: «¿Cuál diría que es su grado de preocupación por la migración en estos momentos?». Y da a elegir entre ‘Mucho’, ‘Bastante’, ‘Poco’, ‘Nada’, ‘NS/NC’. La migración preocupa “mucho” al 65,4% de los votantes de VOX, pero también al 46,1% de los del PP, al 21,9% de los del PSOE y al 11,2% de los de Sumar.
Tomadas estas aseveraciones al pie de la letra, parecería que estamos en una situación de verdadera emergencia a juicio de gran parte de la población… si no fuera por la ambigüedad del término “preocupación”. La encuesta es sin duda correcta —la empresa Sigma Dos no es dudosa—, pero su exhibición mediática no, ya que no informa realmente del verdadero rechazo a la inmigración
Quien piensa que todo inmigrante de color es un asesino o un violador en potencia sentirá gran “preocupación” por la aparatosa llegada de inmigrantes en pateras. Pero quienes creemos que es necesario facilitar generosa acogida a los inmigrantes para que se integren cuanto antes también estamos “preocupados” por conseguir este objetivo nada sencillo en el menor tiempo posible.
Los encuestadores recurren a estas técnicas inespecíficas porque, como es lógico, rehúyen preguntar a los encuestados clara y directamente si detestan a los extranjeros por el hecho de serlo y por intentar instalarse entre nosotros. Y optan por averiguar el grado de “preocupación”, que es otra cosa. Indiciariamente, el odio existe, pero es muy minoritario, como minoritario es VOX; en cambio, la preocupación es masiva.
En realidad, si no existiera una tan explosiva inflamación política, no seria difícil que las fuerzas democráticas consiguieran acuerdos fecundos y productivos sobre inmigración. Pero al parecer el PP no se atreve a mostrar un rostro más acogedor porque ello levantaría las iras de VOX y pondría en peligro sus opciones de poder.
Pero no nos dejemos engañar por las palabras. «Preocupación» por las migraciones tenemos todos, entre otras razones porque algunos recordamos con dolor aquellas riadas de españoles que tuvieron ir a Europa a ganarse el pan que la autocracia y la autarquía les negaba en España. En cambio, el odio a los emigrantes es una planta rara que solo crece en algunos arriates corrompidos de la derecha extrema.
Conclusión: los partidos democráticos y las empresas demoscópicas deberían aclarar mejor sus posiciones y rechazar los intentos de manipulación de la ultraderecha.