La solidaridad no se echa en cara, se practica

La solidaridad no se echa en cara, se practica

"Parece que la derecha y la ultraderecha sólo persiguen que nos deshumanicemos y no empaticemos con el dolor o la esperanza ajenos"

Pedro Sánchez, junto al presidente de Senegal, Bassirou Diomaye FayeEFE

Treinta años se cumplen de la llegada de la primera patera documentada que llegó a Canarias. Treinta años en los que la migración hacia nuestro país no ha cesado, demostrándonos que estamos ante uno de los grandes retos del siglo XXI, en el que el drama humanitario ha sido ocultado por parte de los partidos de la derecha y la ultraderecha, con su griterío político y su manejo partidista de un asunto de Derechos Humanos.

Con un partido de ultraderecha que ha hecho del racismo una de sus señas de identidad, y un Partido Popular que hace, sin ningún tipo de complejo, seguidismo de la xenofobia y el odio de VOX. Y que, en vez de colocarse en el lado del acuerdo y las soluciones complejas, pero soluciones, se convierte en el mejor escudero de la ultraderecha racista de nuestro país.

Y que, excusa tras excusa, obvia su responsabilidad y su compromiso democrático para una política de primer nivel que consiga una movilidad humana ordenada, regular y segura. Que no use el alarmismo demagógico y falso.

Es cuestión de principios y derechos y, sinceramente, los dos recientes debates que hemos tenido en el Parlamento español -en julio y en agosto- sobre el tema migratorio han sido, por decirlo suavemente, descorazonadores.

El voto en contra el pasado 23 de julio del PP, VOX y JUNTS para la reubicación de más de seis mil menores no acompañados, nos dio la clave sobre qué prioriza la derecha de este país. Era una oportunidad de dar una vida digna, entre todas las Comunidades Autónomas, a miles de menores que están solos, muy solos. Una oportunidad de demostrar que se está a la altura de una sociedad española solidaria. Que pesa más la hospitalidad y la justicia, que la insensibilidad y el cálculo partidista. Pero, prefirieron pasarse al lado oscuro desoyendo al presidente del PP de Ceuta, o al de Canarias al que apoyan en su gobierno.

También, prefirieron montar un espectáculo mediático sobre el número exacto de menores -personas, que no mercancías- en un país con 47 millones de habitantes, pero están ahí. Nos guste más o menos. Mohammed o Miriam están ahí. Con voz propia e historia de vida. Y son mucho más que una manta roja y una sudadera gris caminando en grupo por un muelle.

La solidaridad no se cacarea, ni se echa en cara, se practica. Pero parece que la derecha y la ultraderecha sólo persiguen que nos deshumanicemos y no empaticemos con el dolor o la esperanza ajenos.

Ahí están declaraciones como las de Tellado con los buques de guerra españoles desplegados por el Atlántico para frenar cayucos, o las deportaciones masivas como en Italia o Alemania. Y, por cierto, negadas más tarde.

Lo preocupante es que, tras esas declaraciones, han elevado aún más la voz sin ninguna propuesta constructiva y con contradicciones constantes. Como muestran los últimos mensajes de Alberto Núñez Feijoó acusando al presidente Sánchez de “alentar un efecto llamada”, a través de la migración circular, cuando avalaban esta medida y el trabajo en países de origen en otros discursos en el Congreso; pero, ahora les parece “lo peor” cuando lo propone Sánchez en viaje oficial a Mauritania, Gambia y Senegal; o Cuca Gamarra tildando de “valiente” a García Albiol por un tweet abiertamente racista, demostrando que Vox siembra odio y xenofobia, y el Partido Popular lo alimenta y lo expande.

Se empeñan en un discurso vacío, oscilante, belicista y que vincula inmigración y delincuencia. No es valentía lo de Gamarra y Albiol, es racismo y demagogia de las baratas. De esas que apelan desde la desinformación a las emociones más primarias, de cara al favor del electorado, y que recetan soluciones sencillas a cuestiones complejas.

El principal partido de la oposición no asume que la movilidad humana no va a parar, porque las causas de la migración se multiplican en un sur global devastado por explotación económica, conflictos, hambrunas o cambio climático.

Y el presidente y todo el Gobierno, con su trabajo incesante y riguroso en la acogida en España, y en los países de origen, se alinean para abordar este reto y sobre todo para evitar más muertes en el mar y en las costas de ambas orillas.

Somos un país de acogida, y de derechos y deberes también. De oportunidades para los que vienen y para los que recibimos. Y no, no somos “buenistas inconscientes”. Esto no es un cuento de unicornios, ni arco iris. Conocemos la complejidad del fenómeno migratorio. Pero es lo que somos, solidarios y realistas. Aunque algunos se empeñen en el ruido y en nada más.

Y les doy a elegir, o al Papa Francisco cuando afirma que “rechazar a los migrantes es un grave pecado”, o a Sabina que canta “mucho, mucho ruido. Tanto ruido y al final. Se borraron las pisadas. Se apagaron los latidos. Y con tanto ruido, No se oyó el ruido del mar.” Pues del mar vienen a los que tenemos que acoger urgentemente.

María Guijarro es diputada del PSE-EE en el Congreso por la provincia de Bizkaia.