‘La importancia de llamarse Ernesto’, cambiar algo para que no cambie nada

‘La importancia de llamarse Ernesto’, cambiar algo para que no cambie nada

Una nueva versión del clásico de Wilde, esta vez en el Teatro Pavón de Madrid. 

Pablo Rivero y Paula Malia en La importancia de llamarse ErnestoAna Ñañez

Se entiende por qué se ha repuesto La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde dirigida por David Selvas en el Teatro Pavón. Primero porque es un clásico de la literatura dramática con esas sentencias que describen a la perfección algunas costumbres o comportamientos de la sociedad señalando su ambigüedad moral. Habrá quien diga que eso ya no pasa, que la obra se escribió en el siglo XIX, pero que abra el ¡Hola! o mire a su alrededor bodas recientes y famosas.

Segundo, porque cuando se estrenó en Madrid en el Teatro Español fue un éxito de crítica y público. Y un/a empresario/a teatral, lo mismo que un/a director/a artístico de un teatro público, no podría dejarse escapar un éxito como este.

Tercero, porque su éxito comercial se basaba fundamentalmente en tener dos estrellas televisivas. Una, era y es, Pablo Rivero, el hijo mayor de los Alcántara en la serie Cuéntame, un clásico de la televisión. Al que el público ha visto crecer. Seguramente, el reclamo para los más jóvenes que han crecido con él. Y cuya forma de estar en escena en esta obra demuestra que es falso el mantra de “si se es actor de televisión, se es mal actor de teatro".

Un momento musical de La importancia de Llamarse ErnestoAna Ñañez

La otra cabeza de cartel era María Pujalte, una actriz también querida y conocida gracias a la tele. Que en esta reposición ha sido sustituida por Silvia Marsó. Rostro popular que empezó también en televisión y ya tiene a sus espaldas una larga trayectoria teatral. Y que reclamará la atención de todas esas generaciones a las que tal vez no llame la presencia de Pablo Rivero.

Ambos, acompañados por un elenco extenso y bueno, aunque sea menos conocido, al menos en Madrid ya que es una producción catalana. A la que se añade una escenografía potente que permite representar el fabulous apartment de un dandi, lo que ahora sería un hípster, aristócrata londinense de posibles. Cómo permite recrear una casa en el campo de unas personas del mismo estatus que el citado dandi.

Por tanto, se trata de una comedia con dos cabezas de cartel bien acompañadas y mejor vestidas con una escenografía aparente y elegante. Algo que siempre gusta al público. Y si le gusta al público, que compra entradas, le gusta a quien la programa. Con el valor añadido de que la crítica había alabado la puesta en escena, lo que asegura a esta reposición primeros puestos en los rankings más seguidos de la capital.

Vista un sábado por la noche, con bastante público, a pesar de la hora, se ve como una comedia ligera, que mantiene el interés, siempre que no se le exija mucho. Muy respetuosa con el público. Buscando antes su complicidad que su simple satisfacción.

Un momento musical de La importancia de Llamarse ErnestoAna Ñañez

¿Y qué decir de la lectura de David Selvas, un actor y director con prestigio? Pues que es eficaz y que convierte esta obra en casi un musical, o al menos una obra con mucha música. Y, a parte de ponerla más allá de la época victoriana, en un tiempo que no acaba de verse si están aquí y ahora o en el siglo XX, sobre todo por el vestuario que lleva el elenco y por las canciones que se cantan, no ofrece una verdadera lectura propia.

Por lectura propia, se quiere decir un punto de vista sobre lo que el director piensa que pasa en la obra. Pues más allá de los aspectos musicales y el traslado de tiempo, la cosa sigue siendo la misma de siempre. Algo que hay un público y una crítica que agradecen mucho. Los primeros porque satisface sus expectativas que para eso han pagado. Los segundos porque les permite celebrar el teatro que consideran el de siempre y el bueno.

¿Qué que se encuentra el público que tanto les satisface? Un enredo basado en la historia de dos hombres solteros que han hecho y deshecho a su antojo gracias a una mentira. Una diferente cada uno. Mentira que a uno le permitía huir de la tradicional y conservadora vida aburrida del campo para disfrutar a tope de la gran ciudad. Como al otro le permite huir de las tediosas obligaciones de clase alta de un Londres aristocrático, clasista y pijo a más no poder.

Pero hete aquí que llegando a la cuarentena el amor, y las ganas súbitas de casarse, llama a sus puertas. Y esas mentiras que les han permitido zafarse de sus obligaciones y vivir la vida loca, se lo ponen difícil para conseguir el sí quiero de sus enamoradas. Y, más difícil todavía, para que las familias de las amadas también se lo den.

Una escena de La importancia de Llamarse ErnestoAna Ñañez

Por cierto, que lo de vidas locas se escribe con doble sentido. El sentido de llevar una vida desfasada y juerguista, donde no falta el juntarse con el divertido mundo de la farándula. Y el sentido de “entender”, pues hay muchas otras producciones en las que se pone el acento en la posible relación amorosa que tienen los dos amigos protagonistas, que los súbitos enamoramientos y matrimonios vienen a esconder. Aunque no es el caso de esta producción.

Así que, el embrollo y el enredo están asegurados para regocijo del público, evitando todo lo que pudiese conflictuar. Lo que también da lugar a situaciones en las que esas frases inolvidables de Wilde, que se vulgarizaron en agendas o calendarios y que ahora se viralizan en memes, se convierten en dardos certeros tirados a dar sobre la hipocresía y la tontería social posiblemente de otra época.

Frases que, en el comedimiento de esta producción, hacen sonreír antes que reír. Y que todos los actores saben lanzar para dar en la diana. Siendo Albert Triola, el actor que interpreta al mayordomo, el que lo hace con la suficiente flema catalana, parecida a la inglesa, para dar en todo el centro casi siempre. Sentencias que en este montaje parece que más criticar a la sociedad, o a una parte de ella, la justifica. Extendiendo la sensación de que, a parte de la música y que las mujeres llevan minifalda y pantalones, nada ha cambiado, y que sería mejor que no cambiase.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.