La heroína de las mil y una caras
Entrevista con la experta en mitología y literatura Maria Tatar.
Cualquiera que se interese por la narrativa y la mitología se topará, antes o después, con El héroe de las mil caras de Joseph Campbell. Yo llegué a obsesionarme con este autor y su obra. Me sedujo aquella combinación tan sensual de temas narrativos universales y misticismo. Aquel libro parecía un manual contundente y sencillo, aunque misterioso, en torno al arte de contar historias. Esa explicación, obviamente, era parcial, y tardé bastante tiempo en darme cuenta. Recientemente se ha publicado La heroína de las 1001 caras (Kōan, 2023), una mezcla apabullante de erudición, impugnación, reivindicación y elegancia. Su autora, la profesora de Harvard Maria Tatar, ha deconstruido un mito colosal y nos ha devuelto un conjunto de mitos, historias y emociones más vivas y significativas que nunca.
El monomito de Joseph Campbell necesitaba una revisión y, para mi sorpresa, aquí está usted. ¿Fue Campbell deliberadamente indiferente a la hora de valorar a las mujeres de los mitos o su ceguera es la previsible consecuencia del patriarcado?
El discreto carisma de Joseph Campbell le fue de mucha utilidad. Fíjate en sus entrevistas con Bill Moyers en la serie de PBS El poder del mito y caerás rápidamente bajo el hechizo de un hombre que fue a la vez un gurú y un héroe cultural para generaciones de lectores. En El héroe de las mil caras (1949), Campbell construyó el viaje del héroe a través de duras pruebas, la derrota de monstruos y el regreso triunfal a casa. Este viaje se convirtió no solo en un modelo para los directores y guionistas de Hollywood, sino también en una herramienta terapéutica para procesar el sufrimiento y el dolor de la vida cotidiana. Con frecuentes guiños a guerreros y líderes espirituales bíblicos, míticos e históricos, Campbell dejó claro que el viaje estaba codificado en masculino. Las mujeres podían ser musas y madres, pero nunca el héroe.
A su favor hay que decir que, más tarde, Campbell se dio cuenta de que las divisiones tradicionales del trabajo en función del género (hombres trajeados que se dirigían con paso decidido a los edificios de oficinas y mujeres con vestidos camiseros que horneaban pasteles en las cocinas) estaban cediendo el paso a algo nuevo. Aun así, Campbell se quedó perplejo cuando una alumna de último curso del Sarah Lawrence College, donde enseñó durante varias décadas, declaró que quería ser una heroína. ¿Por qué querría hacer algo más que dar a luz a un héroe o inspirarle para que acometiera grandes hazañas?
Recordemos que no fue hasta 1963 que Betty Friedan intentó acabar con el mito del “ama de casa-heroína”, el mismo año en que el Congreso aprobó la Ley de Igualdad Salarial que impedía la discriminación salarial por razón de género y otros factores. Hubo que esperar hasta 1975 para que el Tribunal Supremo dictaminara que los estados no tenían derecho a excluir a las mujeres de los jurados. Como los de su generación, Campbell nunca se detuvo a pensar o preocuparse por cómo se excluía a las mujeres de la acción heroica, sobre todo porque a menudo no se les permitía salir de casa.
Lo que intento mostrar en La heroína de las 1001 caras es que, a pesar de todas las limitaciones impuestas a su movilidad y los frenos a su capacidad de acción, las mujeres encontraron posibilidades de comportamiento heroico. Impulsadas por la curiosidad, motivadas por el cuidado y empleando el arte, descubrieron formas de garantizar la justicia y traer equidad (en ambos sentidos del término) al mundo. Pensemos en Scheherazade y en cómo ofrece poner su vida en riesgo de forma voluntaria por el bien de otras mujeres, casándose con Shahriyar. ¿Qué hace ella sino movilizar el arte casero de contar historias (es una mujer de gran erudición) para despertar la curiosidad del rey y cambiar así la cultura en la que vive? Gracias a esos momentos redentores de suspense no solo sobrevive, sino que pone fin a la brutal práctica de Shahryar de decapitar a sus esposas.
Analiza cuentos como el de Mr. Fox, que a mí me ha recordado de inmediato al Barba Azul de Perrault. Usted traza un camino que va de los mitos al movimiento #metoo, de Penélope y Sheherazade a la Hannah Horvath de la serie de televisión Girls. No es fácil encontrar ese camino. Por ejemplo, me pregunto si Lisístrata es un buen punto de partida para ver a las heroínas de otra manera. Eso por no hablar de personajes a los que no conocía hace solamente unos años, como Olympe de Gouges o Florence Nightingale.
Olympe de Gouges, ¿cómo es posible que haya sido borrada de la historia? Gracias por llamar la atención sobre ella. ¿Conoce la coda del musical de Broadway Hamilton? Oímos la voz de Eliza, la esposa de Hamilton, preguntando: “¿Quién contará tu historia?” Pasemos ahora de lo simbólico (mitos, cuentos de hadas, ficción y películas) a lo real, a las historias que recordamos y a las que presenciamos en nuestra vida cotidiana.
Durante la pandemia reiniciamos el concepto de heroísmo en Estados Unidos. Se retiraron las estatuas de soldados y generales confederados, y de repente vimos una perspectiva diferente de la historia en las estatuas que conmemoraban a los pueblos esclavizados y a los activistas de los derechos civiles. Y quiénes eran nuestros héroes contemporáneos sino los trabajadores esenciales: las enfermeras que nos atendían en los hospitales, los voluntarios que trabajaban en los centros de vacunación, los conductores que llevaban la compra a nuestras casas y los trabajadores de mantenimiento que reparaban nuestros lavavajillas y viviendas.
Mi esperanza es crear una contranarrativa al monomito de Campbell. ¿Existe algo más que ese único viaje que cambia de forma, con su lucha contra un monstruo y su regreso a casa? No me sorprendió descubrir que las mujeres tenían múltiples estrategias para la acción heroica. Las llamo las formas polimíticas de las heroínas, esas mujeres con mil y una caras. Esa es la belleza de lo que tenemos hoy en día: no una única historia inmutable, sino múltiples oportunidades y modelos caleidoscópicos de heroísmo, todos ellos parte de una fantasmagoría expansiva en constante necesidad de reparación y reinvención.
Mary Beard nos recuerda que el hombre, desde Telémaco, demuestra su poder silenciando a la mujer. Algunas heroínas rompen el silencio y se convierten en grandes narradoras o informantes. Por otra parte, tenemos a Juana de Arco y a la Judith que decapita a Holofernes. ¿Existe el riesgo de que algunas heroínas simplemente reproduzcan el viejo mito de la masculinidad?
Una de las grandes paradojas que encontré mientras escribía La heroína de las 1001 caras giraba en torno a cómo las mujeres han sido silenciadas a lo largo de los tiempos y, sin embargo, encontraron la forma de hablar, de difundir las malas acciones, las injurias y los daños. ¿Cómo lo hicieron? En un caso, a través de las artes y oficios domésticos, tejiendo un tapiz que representara las agresiones sexuales de los dioses, como hizo Aracne. O, en otro, fabricando la historia de su violación en un tapiz, como hizo Filomela en la Antigüedad. Casi se puede ver el hilo conductor del movimiento #MeToo. Las mujeres en la actualidad encontraron una salida para su indignación, no cosiendo o tejiendo, sino en otra red, la de las redes sociales, y, rápidamente las cosas empezaron a cambiar. Se hizo menos fácil comprar el silencio con cláusulas de confidencialidad, por no hablar de todas las demás estrategias diseñadas para evitar que las mujeres compartan sus historias.
Para las mujeres, las palabras se convirtieron en armas y las historias en escudos. Existe, como señalas, otro modelo de heroísmo femenino, encarnado célebremente en figuras como Juana de Arco o la bíblica Judith, que mata con valentía a Holofernes. Hollywood ha resucitado ese arquetipo en películas como Alien, Tomb Raider, Kill Bill, Los Juegos del Hambre, Wonder Woman y Viuda Negra. Estas mujeres no solo están hipersexualizadas y vestidas para matar, sino que también tienen una misión, flexionan sus músculos y disparan, practican kickboxing y bromean mientras derrotan a sus adversarios. No es un modelo al que muchas mujeres puedan o quieran aspirar. Pero es un recordatorio de que hoy hemos abierto las oportunidades para el heroísmo, reconociendo que no hay una historia “maravillosamente constante” que contar, como decía Campbell, sino un número infinito de historias y un número infinito de posibilidades para el heroísmo.
Me aburren las listas de las mejores películas de la historia porque sé que voy a encontrarme con El Padrino y El Padrino II. No dudo que sean obras maestras, pero me da que una lista elaborada por mujeres sería bastante distinta. ¿Habría que redefinir el canon cinematográfico también?
Mi hija, que trabaja como guionista en Los Ángeles, fue entrevistada hace unos días con motivo del estreno de Dumb Money (2023), una película que coescribió. Durante años, dijo, los hombres han hecho películas sobre mujeres y ahora, por fin, las mujeres están haciendo películas sobre hombres.
Una nueva generación de directoras, guionistas y productoras (la primera generación de mujeres) está alterando los contenidos y cambiando nuestras narrativas con una brillante energía iconoclasta. Hay una nueva inversión emocional en personajes marginados y excluidos (Women Talking, 2022). Lo que antes veíamos como monstruoso ha adquirido un encanto carismático (La forma del agua, 2017), y los villanos icónicos de épocas pasadas han sido rehabilitados (Maléfica, 2014).
Empecé a darme cuenta de que las numerosas versiones para adultos de los cuentos de hadas (Hard Candy, Freeway y Ex Machina) eran películas slasher, con chicas en una misión, decididas a vengarse de los depredadores sexuales. Quizá estas películas no trataban tanto de la fuerza femenina como de fantasías y ansiedades claramente codificadas como masculinas.
Lo que dices sobre El Padrino me hace preguntarme cómo se reescribiría esa historia con una mujer como guionista o reconfigurada con una mujer dirigiendo. ¿Tendríamos un nuevo conjunto de tropos y citas para animar nuestras conversaciones? ¿Estaríamos siquiera contando la misma historia?
Me gustaría pedirle algunas recomendaciones literarias finales.
Como digo en mi libro, los mitos y los cuentos de hadas nos invitan a presionar el botón de actualización, y las escritoras se han convertido en expertas en reciclar historias de tiempos pasados y hacerlas nuevas. Margaret Atwood inauguró la tradición, creo, con su radical reinvención de la Odisea de Homero en Penélope y las doce criadas. Vemos a Odiseo como un canalla “sin escrúpulos” en lugar de como un héroe que vuelve a casa, y la propia Penélope es tan astuta y sagaz como el hombre “fecundo en ardides”. Mil barcos, de Natalie Haynes, y El silencio de las muchachas, de Pat Barker, nos ofrecen nuevas perspectivas de La Ilíada y La Odisea. Y Madeline Miller reimagina a Circe en su novela de 2020 del mismo nombre, deshaciendo su difamación en La Odisea y permitiéndonos comprender la naturaleza defensiva de su brujería.
Elizabeth Lesser, autora de Cassandra Speaks: When Women Are the Storytellers, the Human Story Changes, estaba preocupada por la curiosidad de Eva y la maldición de Casandra justo en el momento en que yo escribía sobre las heroínas para mi libro. En Pandora's Jar, Natalie Haynes reveló cómo demonizamos a mujeres como Medusa, que no siempre fue un monstruo, sino que fue convertida en uno como castigo por haber sido violada. Todas estas escritoras y críticas nos regalan sinfonías llenas de sorpresas, nos sobresaltan y nos inquietan de la mejor manera posible.
Una última pregunta: después de Joseph Campbell, ¿le llegará el turno al mitólogo Mircea Eliade?
Lo que tengo entre manos ahora mismo son arañas. No es broma, nunca me había dado cuenta de lo importantes que son estas criaturas. Tanto si estamos dentro como fuera de casa, nunca están a más de unos metros de nosotros. Son nuestras compañeras de piso, nuestras protectoras, nuestras almas gemelas y nuestros seres queridos, nuestro tótem en muchos sentidos. Y, sobre todo, es bueno pensar con ellas, y pensamos con ellas todo el tiempo, ya sea en rimas infantiles y mitos, en cuentos y canciones, en ficción y películas. Así que estos días me han servido para hilar una nueva historia sobre cómo dar sentido a nuestro mundo y prestar atención al ecosistema en peligro en el que vivimos.