La guerra no es imparable, el feminismo sí
"Una sociedad al servicio de la guerra es lo antagónico a la sociedad feminista a la que aspiramos"
Este 8M saldremos a la calle millones de mujeres mientras continúa el genocidio en Gaza y después de que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, anunciase hace pocos días que la guerra entre Rusia y Ucrania será prolongada y que por ello debemos avanzar hacia un régimen de guerra. Es decir, prepararnos de forma permanente para la guerra con todas las consecuencias que tiene desde un punto de vista económico, político, cultural y, sobre todo, vital.
Las feministas siempre entendimos que una sociedad al servicio de la guerra es lo antagónico a la sociedad feminista a la que aspiramos, y que una de nuestras principales tareas es la defensa de la paz. Más que la defensa, la construcción de un mundo de paz y un mundo sin violencias a través de una transformación integral de las relaciones económicas y sociales. Por eso, las sufragistas lucharon por la paz. Por eso, en 1915 más de mil mujeres se encontraron el La Haya con la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad –el movimiento pacifista de las mujeres contra el rearme nuclear en los años 70 y 80 que se organizó desde el campamento pacifista de mujeres de Greenham Common–. Por eso, también, en 1988 las mujeres de negro se organizaron contra la guerra en Yugoslavia, entre otros ejemplos.
A pesar de que siempre han tratado de invisibilizarnos, a nosotras y a nuestras experiencias, las mujeres sufrimos específicamente las guerras. Si nuestros cuerpos son siempre en la sociedad patriarcal campos de batalla que intentan controlar, en los conflictos armados los convierten de forma sistemática en objetos de violencia sexual, armas de guerra y trofeos, incluso por parte de los Cascos Azules de la ONU, como ha sido documentado, por ejemplo, en Haití. Pero también somos las mujeres las que de manera activa, no pasiva, cuidamos y sostenemos vidas evitando más muertes, como lo hacen las mujeres palestinas desde hace cuatro meses en Gaza, en condiciones absolutamente inhumanas e insoportables.
La sumisión de la Unión Europea a los intereses geopolíticos de EEUU y económicos de la industria armamentística es contraria a un principio fundamental para vivir en sociedades libres: la soberanía, sea sobre nuestros cuerpos, nuestros territorios o nuestras sociedades. Quienes siguen comprando y vendiendo armas a Israel y mantienen las relaciones diplomáticas con un Estado genocida reafirmando su amistad con Netanyahu nos dicen que no podemos hacer más, que nos acostumbremos, porque tanto la guerra como el genocidio son inevitables, y que la política es impotente. Pero eso es mentira: la guerra siempre es una decisión de unas élites que ante la posibilidad de perder poder se reafirman generando muerte, y la política puede transformarlo todo si está comprometida con la vida plena, como lo hace el feminismo.
Como feministas tenemos la obligación de preguntarnos qué intereses hay detrás de la guerra y del genocidio, y qué consencuencias trae y traerá para nuestros objetivos. Porque avanzar hacia un régimen de guerra no sólo implica más gasto público en defensa o que la industria armamentística sea el motor de la economía, también implica una cultura de la guerra, es decir, una sociedad en la que nuestras mentes son también militarizadas, basada en los ideales de la violencia y el odio y en el amor por las armas, y que reafirma el papel de las mujeres como cuidadoras (antes, durante y especialmente después de las guerras). Cuenta Cynthia Enloe en “Doce lecciones feministas sobre la guerra” cómo en la guerra de Ucrania y Rusia los hombres ya no quieren ir al frente, precisamente porque las masculinidades de ayer no funcionan hoy.
Hemos aprendido la importancia de nombrar lo que quieren que permanezca impune (sea “agresión sexual” o “genocidio”) y de desarticular los relatos que sostienen esa impunidad (como el de que Israel actuaba y actúa por derecho a la defensa). Precisamente los que menos defienden la libertad de las mujeres en sus países más justifican sus atrocidades colonialistas supuestamente en torno a una posición de las mujeres de los países que destrozan, tergiversando y manipulando la realidad. Por cierto, las mujeres palestinas llevan décadas siendo un ejemplo de la defensa de sus propios derechos en contra precisamente del apartheid y la ocupación israelí.
El feminismo es un movimiento imparable que, frente a quienes sitúan el régimen de guerra como horizonte a través del cual salir de la crisis climática y geopolítica en la que el mundo cada vez más multipolar está inmerso, es el único capaz de ofrecer un proyecto democrático para el conjunto de la humanidad que no trate solo de defender los consensos que forjamos tras la Segunda Guerra Mundial y el fascismo, y que hoy han saltado por los aires, sino que construya nuevas formas de entender el mundo y la vida en común. Hoy tenemos ya las mejores respuestas ante las crisis y los dilemas de nuestro presente, y la disputa ideológica a la que nos enfrentamos, como la importancia de defender lo común y lo público frente a una crisis climática para la que no existen salidas individuales, sólo colectivas. No queremos que nuestro presupuesto vaya a comprar armas y bombas sino a reforzar la sanidad pública, la educación pública o los sistemas públicos que garanticen el derecho al cuidado.
Todas las personas que nos sentimos interpeladas por este 8M tenemos que saber que todo por lo que tanto hemos luchado será arrasado por los que insisten en ridiculizar la paz como siempre han ridiculizado las demandas feministas. Frente a las ideas más reaccionarias que renuncian al mañana, o quienes de una u otra forma se pliegan a ellas aceptando la guerra o renunciando a la solidaridad, hoy es más importante que nunca que defendamos la vida y la política como herramienta al servicio de construir una sociedad mejor mañana. El feminismo internacionalista al servicio de todas las mujeres y del conjunto de la humanidad es la mejor lección para estos tiempos oscuros.
Isa Serra es portavoz de Podemos y 'número dos' de Podemos a las elecciones europeas.