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La guerra contra la democracia, clave del algoritmo NRx

La guerra contra la democracia, clave del algoritmo NRx

"La libertad solo les sirve para hacer negocios, porque la ultraderecha es sobre todo un apetitoso negocio, aunque reservado para unos pocos".

Montaje con Mark Zuckerberg entre Donald Trump y Elon Musk.Fotos de Getty Images

Las piezas le van encajando a la ultraderecha global, cuyo dominio alcanza su zénit con Donald Trump como presidente, de nuevo, de Estados Unidos. En este proceso aceleracionalista de nuevo cuño -cuyo desenlace ya no pretende entrar en una fase postcapitalista, como deseaban sus impulsores genuinos (Mark Fisher, Franco Bifo Berardi, Antonio Negri, Nick Land), sino en una fase descarnadamente ultracapitalista (¡qué carajo!), donde el capital se reafirme como nuevo Absoluto- en esta vía aceleracionalista, decíamos, Trump apunta y Elon Musk, el hombre más rico del planeta, a la sazón su consejero áulico, dispara. O al revés. En esta coctelera de intereses políticos, geoestratégicos, tecnológicos y, en síntesis, económicos, con recipiente de diseño tecnoautoritario y plutocrático, la agitación es más confusa, palmaria y virulenta que nunca. Ni Henry Ford se atrevió a tanto.

Conocemos los hechos recientes: ahí están las amenazas imperialistas del presidente electo respecto a Groenlandia, Canadá, México y el canal de Panamá. Aderezadas con los ataques de Musk contra la socialdemocracia en general y, en particular, contra los gobiernos del británico Starmer y el alemán Scholz, y una entrevista de apoyo a la líder de AfD, cuyo titular exculpatorio por su neonazismo inconfesable es que Hitler era comunista -porque ya se sabe que todo el mal tiene su raíz en el comunismo, como nos lo recuerda a diario la derecha madrileña ante la potencialidad comunista (¿o quisieron decir consumista?) que anida en todo quisque-. Tal vez por eso, Hitler el comunista, habituado a denunciar “conspiraciones comunistas” para perpetrar sus tropelías, ilegalizó el Partido Comunista (KPD), prohibió también el Partido Socialdemócrata (SPD) y declaró su partido nazi (NSDAP), el partido único de Estado, persiguiendo cualquier tipo de disidencia.

Pero en su mentira, la ultraderecha deja entrever la verdad: el algoritmo que corre por las venas de X. Para ella, el problema no es el comunismo, sino la democracia, porque “la democracia es lo contrario de la libertad, de hecho, es casi inherente al proceso democrático el que tienda a menos libertad”, como escribe sin ambages Frank Karsten, coautor del libro Beyon Democracy. Estas palabras forman parte del universo conocido como Neoreaccionarismo (NRx), cuyos referentes son nombres como Curtis Yarvin, Peter Thiel, Patri Fiedman, Michael Anissimov o el ecléctico reaceleracionista Nick Land. Todavía son poco conocidos, algunos provienen de la izquierda, pero son ya inevitables para ilustrar “el esfuerzo intelectual de quienes aceptan sus premisas básicas”, según Anissimov, autor del blog More Right, y que se basan en negar la igualdad, asumir los postulados de derecha, apuntalar la jerarquía y los roles sexuales tradicionales como “buenas ideas” y, sobre todo, acabar con la democracia.

El NRx es una Ilustración oscura (The Dark Enlightenment, 2012), según Land; es decir, la vuelta a las catacumbas y a la autoculpable minoría de edad del humano, para el que se requiere la tutela del tecnoeconomicismo. Esta Antiilustración propone sustituir la democracia representativa por el republicanismo constitucional, reducir masivamente el gobierno y su confinamiento riguroso a funciones básicas, restaurar el dinero duro y abolir el banco central y, en consecuencia, desmantelar la discrecionalidad monetaria y fiscal del Estado.

Para este movimiento, la democracia es un sistema trágico que destruye al pueblo; el dogma por excelencia de la Catedral, es decir, el complejo mediático-académico de formación de opinión que, sin embargo, asalta desde su algoritmo NRx. Su nueva Catedral se alza a través del metaneocameralismo, que es un marco intelectual opuesto a la integración geopolítica, un aparato de tecnología cognitiva altamente poderosa al servicio de un ideal social alineado con las preferencias tecnocomercialistas, es decir, tecnoautoritarias.

En la disyuntiva de democracia o libertad del NRx -que nuestra derecha presenta con el lema comunismo o libertad-, cabe esperar la segunda como el destino paradisíaco de las sociedades amenazadas por el ominoso igualitarismo. Pero hasta la libertad “ha perdido todo su pathos cristiano-metafísico” por parte de “poblaciones desolidarizadas y contractualmente desagregadas”, escribe Land, tremendamente individualistas y atomizadas, añadimos aquí, cuyos valores ultras puede inocular fácilmente el algoritmo NRx como continuidad natural a sus aspiraciones de enriquecimiento y bienestar individuales.

Pero su libertad es la de quien se puede permitir ser más libre que los demás: la de las grandes corporaciones y los multimillonarios como Musk. La libertad de quien en su papel de nuevo Ford congraciado con la ultraderecha alemana, cierra negocios con las empresas y administraciones amigas, como los acuerdos para comercializar los servicios de los satélites Starlink de la compañía SpaceX a las empresas industriales, energéticas y marítimas italianas, mientras ultima otro, de 1.500 millones de euros, para el uso de estos satélites en el sistema de telecomunicaciones sensibles del Gobierno y el ejército transalpinos.

La libertad solo les sirve para hacer negocios, porque la ultraderecha es sobre todo un apetitoso negocio, aunque reservado para unos pocos. No en vano, aborrece el Estado pero lo necesita para proteger sus intereses, mientras los magnates de Silicon Valley que alimentan el NRx, en intersección -no sin fricciones protagónicas- con el MAGA (Make America Great Again), tan agresivo con la inmigración, se reservan el derecho de contratar a talentosos inmigrantes sin los cuales no sobreviviría el centro tecnológico tal como lo conocemos.

Esta es la nueva Catedral del NRx. Nuestra es la responsabilidad de retratarla y confrontarla con más democracia y los principios que informen una nueva Ilustración para liberarnos de esta tutela tecnocorporativa.

Amador Marqués Atés es diputado por Lleida y portavoz socialista de Deportes.