'La flauta mágica', sabiduría y belleza teatrales
Detrás de este montaje está Simon McBurney, uno de los directores de escena más interesantes del momento. Un verdadero artista teatral.
Si hay una ópera que todo el mundo conoce es La flauta mágica de Mozart. El motivo es que se representa con regularidad en los teatros de ópera de todo el mundo y hay producciones para aburrir. Por eso que Les Arts de Valencia la incluyese en su programación de esta temporada, parecía algo de dimensiones locales. Vamos que no hacía falta irse hasta allá para ver otra flauta mágica.
Es el típico error de quien se dedica a esto de la crítica, en la que presuponer debería estar prohibido. Menos cuando quien programa es Jesús Iglesias, el director artístico de dicho teatro. De no haber hecho ninguna presunción nos habríamos enterado de que es una producción ya antigua. Tiene la friolera de diez años. Pero, a pesar de la edad, esta producción ha hecho rugir a la platea valenciana y ha hecho que el mundo de la ópera girase bruscamente hacia Les Arts para poder verla. Consecuencia, se han convertido en los hottest tickets operísticos del mes en España.
El motivo es que detrás de este montaje está Simon McBurney, uno de los directores de escena más interesantes del momento. Un verdadero artista teatral. Que es capaz de usar la magia del teatro de objetos y del teatro de sombras para llenar un escenario tan grande como Les Arts, como ya hiciera con esta misma producción en Amsterdam, Aix-en-Provence, la English National Opera y, en 2023, en el Metropolitan de Nueva York donde volvió a fascinar al público y a la crítica.
Así que de otra más pasa a una producción que hay que ver. Pero también, que hay que escuchar. Porque esta producción no es posible sin la complicidad del director musical. En este caso, en Valencia, es James Gaffigan, director musical de Les Arts compartido con la Komische de Berlín. Y esta segunda referencia dice mucho, pues la Komische se caracteriza por la heterodoxia.
¿Por qué es importante dicha colaboración? Porque la partitura está intervenida dramatúrgicamente. Espero que esto no haga sonar todas las alertas de los puristas de la ópera. La intervención es ruidosa. Es decir, se le han añadido ruidos de tormenta, de lluvia, de pájaros, de botellas con agua a las que se golpea para hacer música. A la manera que se hacía de forma tradicional en el teatro y en el doblaje de películas. Un ruido musical que como dice Ramón Gener, el conferenciante oficial de Les Arts que se hizo muy popular por su programa televisivo This is opera, se toca en un chiringuito que se encuentra en una esquina del proscenio del escenario. En la contraria, es donde se pone la persona que manipula objetos, graba, como si fuera un youtuber o instagrammer, imágenes que luego se proyectan en grande en el escenario. Esta grabación también incluye dibujos, palabras y el título de la obra hechos durante la representación con tiza blanca sobre una pizarra.
Porque, aunque la sensación cuando se ve esta ópera es que es de gran complejidad técnica, la verdad es que no lo es. Ese es el distintivo de McBurney, que hace magia con los recursos habituales del teatro. Habrá quien señale que esto no es así basándose en la presencia de una plataforma central que se eleva y se inclina, dependiendo del momento, aunque es tocha, grande, no deja de ser un juego de palancas y poleas de las de toda la vida. Y que sirve para hacer una montaña como para hacer una mesa de un consejo de sabios o de administración de gran empresa o de gobierno.
El uso eficaz de todos esos recursos, incluida la orquesta, hace que a pesar de que el escenario este dominado por la oscuridad, esta sea una de las producciones más claras de La flauta. En la que la carrera de pruebas y obstáculos que tiene que pasar el príncipe Tamino para conseguir a Pamina, la princesa amada que ha sido secuestrada y que tendrá que liberar, se sigue sin problemas. Posiblemente porque ha obviado con criterio toda esa oscuridad masónica en la que se suelen enredar los montajes más sesudos de esta ópera.
Una puesta en escena que permite que Pappageno sea de verdad un contrapunto cómico a la historia seria de los dos amantes, pues él también busca amada, aunque el objetivo de esa búsqueda no haya una mujer concreta. Él, que por su condición de pajarero no puede aspirar a nada, y que le serviría cualquier mujer joven, esto lo tiene clarísimo como se comprueba de forma muy divertida en la obra, dispuesta a estar a su lado.
Entre los obstáculos que se le ponen a Tamino está la suegra, es decir, la madre de la princesa Pamina. La famosa Reina de la Noche que tiene una de las arias más conocidas de la historia de la ópera. Que seguramente muchas personas han escuchado y hasta tatareado sin saberlo, pues se ha usado en muchos anuncios.
Y para poner las pruebas que permitirán saber si el príncipe merece a su amada, está Sarastro. Una especie de sacerdote sabio y tranquilo, que aquí se le presenta como un ejecutivo o catedrático grandote, bonachón, de barba recortada. Un estratega, que tiene el objetivo de hacer la luz, el conocimiento que permite el amor, frente a su enemiga la Reina de la Noche que persigue la oscuridad.
Para vencer obstáculos, al bueno y predispuesto Tamino se le dará una flauta mágica, la del título, y un carillón. La música como el elemento que procura su magia para vencer miedos, que, como todo el mundo sabe, la música amansa a las fieras.
Todos los personajes están interpretados por buenos cantantes que tienen la virtud de saber actuar. Lo que sin duda ayuda a que se puedan dar, en un teatro tan grande, esos momentos vodevilescos y cabareteros, como cuando Pappageno en su búsqueda de una mujer sale al patio a encontrar una sujeta que le quiera como lo que es, un pajarero que llegará a casa del trabajo con un anorak lleno de cagadas de pájaro.
Lo anterior pone de manifiesto, una vez más, la contradicción inexistente entre ópera y teatro musical. Más un asunto de marcar territorios, esto es mío y esto es tuyo entre profesionales, que otra cosa. Pues si esta producción produce el efecto que tiene en el público es, sobre todo, porque está hecha con sabiduría y belleza teatrales.
La necesaria para poner una historia, un cuento que despierte la imaginación de los adultos que van a verlo. Sobre la necesidad de tener una persona al lado. Alguien concreto. Y de lo que se es capaz de hacer, las pruebas a pasar y los conocimientos a adquirir, para conseguirlo. Pues el amor es una cuestión de sabiduría, una sabiduría basada en la experiencia. Y, por supuesto, es una cuestión de belleza, más de actuar con belleza que de perseguirla.
Factores ambos que se encuentran en el libreto y la partitura originales. Y, por supuesto, en este montaje. Como están comprobando los valencianos, y antes, otros muchos espectadores de otros lugares del mundo, y todos los profesionales que se están desplazando a Les Arts para verlo y luego contarlo. ¡Qué éxito!