La decepción de los jóvenes americanos

La decepción de los jóvenes americanos

Si los liberales organizados no reconstruyen su compromiso transformador, los Estados Unidos seguirán sine die en manos del populismo.

Noche electoral del Partido Demócrata.Kent Nishimura/Getty Images

Tras las elecciones americanas, cuyos resultados han sido esta vez rotundos y han estado por tanto exentos de controversia, llega la hora de los análisis de resultados, y aunque como es lógico las causas del resultado electoral son muy complejas, los analistas y los think tanks demócratas están llegando a una triste conclusión que explica en buena medida este resultado, sorprendente para bastantes y letal para muchos. Porque la victoria de Trump no es inocua: se reflejará en forma de deportaciones masivas, recortes de impuestos para los más ricos, cuestionamiento de los derechos de las comunidades LGTBQ la revocación de las regulaciones climáticas.

Uno de los análisis más claros sobre lo ocurrido apareció este lunes en el New York Times, firmado por John della Volpe, director de encuestas de la Kennedy School Institute de Harvard, y titulado “Los demócratas podrían haber ganado. Nuestras excusas ocultan una realidad devastadora”.

El artículo aporta en primer lugar unos datos técnicos que aclaran lo ocurrido: la campaña de Harris necesitaba apenas conquistar alrededor de un punto porcentual más de los votantes de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, pero ello no fue posible porque la candidatura tuvo dificultades en algunas grandes ciudades universitarias como Ann Arbor o Michigan. Según della Volpe, aunque aquel déficit era notorio, el aparato demócrata no reaccionó: muchos miembros de la generación Z dudaron de las intenciones y capacidades de Harris, que ofrecía “más de lo mismo” en lugar de proponer cambios valientes y de abarcar las aspiraciones juveniles en toda su integridad: alivio del estrés económico, avance hacia una sociedad más justa e integrada, así como hacia un mundo pacífico y un planeta acogedor y saludable.

Harris redujo su mensaje a ese sector electoral a un único tema: el aborto, cuestionado por Trump y “su” Tribunal Supremo, dificultado ya en algunos de los estados americanos. Y aunque era obvio que aquel era un elemento de referencia a la hora de votar, resultó que una mayoría de jóvenes consideró que el problema trascendía del debate presidencial. Lo que los jóvenes reclamaban (además, obviamente, de recuperar plenamente los derechos reproductivos) era un cambio profundo que ni Biden ni Harris supieron enunciar. Y ello a pesar de que, como destaca della Volpe, los primeros años del tándem Biden -Harris fueron muy fecundos para los jóvenes: se alivió la deuda estudiantil, se realizaron inversiones climáticas sin precedentes y se avanzó en la limitación legal del libre uso de armas de fuego. Pero en estas elecciones últimas “no ser Trump” no ha sido un mérito suficiente para conseguir la confianza.

Hay datos demoscópicos que explican el mencionado error de fiar al aborto casi toda la carga ideológica del mensaje del Partido Demócrata: en 2023, en Ohio, una medida sobre el aborto que reforzaba los derechos reproductivos fue aprobada por el 57% de los votantes. Un año después, Trump ganaba en ese estado con el 55% de los votos y uno de sus senadores electos, Bernie Moreno, apoya una prohibición casi total del aborto. Otro dato significativo lo ofrecieron las propias elecciones del día 5: el 11% de los electores afirmaba en un sondeo de AP-Fox VoteCast. que el aborto era su preocupación principal, pero el 29% de esta fracción votó a Trump.

El articulista del NYT explica que cuando los jóvenes exigieron al Partido Demócrata durante la campaña una articulación clara de las diferencias entre Trump y Harris (sobre el clima, la desigualdad económica y la atención sanitaria), recibieron una gélida web con datos y sin huella de filosofía política alguna. Y cuando expresaron temores sobre su futuro económico, recibieron promesas de créditos fiscales y estadísticas sobre el crecimiento del empleo, en lugar de una respuesta adecuada a las inquietudes vitales, existenciales, ontológicas de una generación desconcertadas por muchos motivos. La campaña de Harris “fue un fracaso a la hora de hablar a los jóvenes estadounidenses de la urgencia moral de los problemas que los mantienen despiertos por las noches”.

En definitiva, aunque cada año se incorpora al cuerpo electoral un grupo de votantes jóvenes que desean comprometerse políticamente, el escepticismo de muchos de ellos se agrava cuando topan con la maquinaria política tradicional. De modo que si los liberales organizados no reconstruyen su compromiso transformador, los Estados Unidos seguirán sine die en manos del populismo.