'Hoy tengo algo que hacer' y 'La persistencia', dos joyitas en el Teatro del Barrio
Abren puertas por las que se ilumina teatralmente el negro y oscuro escenario.
La actualidad teatral y las carteleras van a tal velocidad que cuesta hacerse eco crítico de todo lo que ocurre y se puede ver. Por eso es de agradecer que obras de las que se anunciaron cortas temporadas se repongan o se mantengan en cartel, aunque sean días sueltos. Es el caso de Hoy tengo algo que hacer de Pablo Rosal y La persistencia de Fernanda Orazi en el Teatro del Barrio.
Dos obras que tienen en común en ser dos solos. Llamarlos monólogos como que no cuadra. Pues, aunque hay un intérprete sobre el escenario, hay un trabajo de dirección y puesta en escena importante. No se trata de una persona delante del público contándoles algo sin más.
No es lo único que une a estos dos espectáculos. Ambos tienen que ver con el espíritu de los tiempos y el cuestionamiento individual de para qué se hace lo que se hace. Sobre todo, cuando ese hacer cansa, confunde y dificulta la manera de relacionarse con una realidad que no siempre resulta amable.
En La persistencia una actriz que va a interpretar La Gaviota de Chéjov, obra tan actual y tan representada en estos días, se cuestiona su profesión, su forma de vivirla, y, por tanto, su vida. La obra chejoviana lo permite porque en ella se habla mucho de cómo se produce la vida alrededor del teatro. Y entre sus protagonistas, hay una joven que quiere convertirse en actriz y una actriz profesional y de éxito. Ambas en conflicto. El que se establece entre el querer ser y lo que al final se es tras un proceso.
En el caso de Hoy tengo algo que hacer el planteamiento es más mundano. Un hombre cualquiera, viendo que sus iguales tienen agendas apretadísimas, y siempre tienen algo que hacer se lanza a la calle para ver si él puede conseguir ese algo que hacer. Una ocupación del tiempo. Lo que le lleva a un viaje singular y absurdo donde encontrará esos momentos en que parece conseguirlo, pero que le provocarán extrañeza ya que tendrá dificultad en entender que ese hacer ocupe tiempo, más si se tiene en cuenta lo que se pierde en esa ocupación.
Son textos complejos. Habrá quien diga que están llenos de trampas para el actor o la actriz que los representen. Pero viendo estos dos espectáculos, se piensa que en estos casos se lo toman como un juego en el que disfrutan. Tanto Ángela Boix en La persistencia, como Luis Bermejo, en Hoy tengo algo que hacer.
De hecho, han participado en la creación de ambas producciones y/o textos. En el primer caso, tras participar en un taller con Fernanda Orazi. En la que se produjo el encuentro y el interés de trabajar juntas, de hacer algo. En el segundo caso, porque Pablo Rosal pensó en Bermejo a la hora de escribir el texto y, sobre todo, en su forma de trabajar en su éxito El minuto del payaso. Obra que también se repone de cuando en cuando en el Teatro del Barrio agotando entradas nada más anunciarse.
Un compromiso con lo que hacen que se ve desde la butaca. Lo que da a ambas producciones una sensación muy fuerte de realidad. Sin embargo, lo que se cuenta y cómo se cuenta es más bien abstracto, en el caso de La persistencia, o deriva hacia lo ordinariamente fantástico o fantasioso, en el caso de Hoy tengo algo que hacer, en el estilo que lo hacen las columnas del escritor Juan José Millás en El País.
Es esta combinación de texto, dirección e interpretación lo que potencia estas dos obras a un nivel que no siempre se ve en el teatro. Juegan en otra liga. Donde Luis Bermejo dribla y mete gol, como habitualmente. Es decir, con mucho humor y (a continuación, un chiste para los que hayan visto la obra) con mucho quesito.
Donde Ángela Boix confirma todo lo que ya se viera en las producciones que hizo con la compañía Ex – Límite. Y, sobre todo, lo que hacía en la obra Ficciones que se estrenó la temporada pasada en los Teatros de Canal. La persistencia, al ser un solo, le está dando una visibilidad por la que debería aparecer en todas las quinielas de premios que están por llegar. Al menos de los que se dan en Madrid.
Obras pequeñas, en el sentido de que no son grandes producciones. Mínimas si se comparan con los hormonados musicales de la Gran Vía. Pero que como en La persitencia, abren puertas por las que se ilumina teatralmente el negro y oscuro escenario del Teatro del Barrio. Y, con esa luz, también ayudan al público a verse mejor, a entenderse. Incluso, a practicar el sano ejercicio de reírse de sí mismos. En las dos, pero mucho más en Hoy tengo algo que hacer.
Bien, de una forma bella estéticamente que apela al diálogo y al encuentro consigo mismo, como es La persistencia. Bien a través del encuentro con otros y la confusión que se produce en dicho encuentro, como ocurre en Hoy tengo algo que hacer. Ya que los seres humanos siempre estamos lost in traslation. Y estas dos obras contribuyen a dejar de estarlo.