Europa en tiempos de Trump: Construyendo fortaleza desde la crisis
La victoria electoral indiscutible de Trump ha caído como un jarro de agua fría para la mayoría de los líderes europeos.
Mientras al otro lado del Atlántico se confirmaban las peores pesadillas para el sueño europeo —el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca—, en Bruselas están teniendo lugar las comparecencias de los nuevos comisarios que conformarán el mandato Von der Leyen 2.0. Una Comisión que centrará sus esfuerzos en defensa, tecnología y autonomía estratégica, en un intento de preparar a la Unión Europea para los desafíos del nuevo contexto global.
En uno de los escenarios geopolíticos más agitados de las últimas décadas, la victoria electoral indiscutible de Trump ha caído como un jarro de agua fría para la mayoría de los líderes europeos. Las promesas de Trump y su trayectoria durante su primer mandato anticipan un retorno al proteccionismo agresivo, el distanciamiento de EE.UU. de los compromisos globales y una política exterior basada en las balanzas comerciales. En este contexto, la UE se enfrenta al reto de redefinir su papel global.
Sin embargo, los desafíos no solo presentan riesgos, sino también oportunidades. La UE tiene ante sí una coyuntura única para consolidar su autonomía y ejercer influencia en asuntos clave como la defensa, el cambio climático y las relaciones comerciales. Este nuevo momento europeo reclama un liderazgo renovado, capaz de guiar al bloque en una dirección más cohesionada y estratégica.
Ni Trump es el mismo que en 2016, ni la UE es la misma Unión que todavía lidiaba entonces con el duro golpe del Brexit. La inesperada victoria de Trump hace ocho años tomó por sorpresa a los líderes europeos. Esta vez, sin embargo, Europa ya llevaba tiempo preparándose. De hecho, existe un grupo de trabajo, la “Trump Task Force”, que se centra especialmente en estudiar escenarios relativos a posibles guerras comerciales, el futuro de la relación transatlántica también a través de la OTAN y la guerra en Ucrania.
Las primeras reacciones de los líderes europeos han sido de unidad y firmeza, insistiendo en la necesidad de tomar las riendas de su propio destino. Ahora es el momento de actuar con determinación, centrándose en tres prioridades clave:
1. Fortalecer la autonomía estratégica
La UE debe acelerar su camino hacia una posición de menor dependencia. En Defensa, esto implica una inversión en capacidades propias, preparándose para gestionar crisis regionales y globales sin la ayuda de EE.UU. A nivel tecnológico, Europa enfrenta la urgencia de construir una infraestructura digital independiente, especialmente en áreas críticas como la inteligencia artificial y las redes 5G, que reduzcan su dependencia de la tecnología estadounidense. Asimismo, la UE debe consolidar una política exterior más cohesionada y proactiva, posicionándose como un actor independiente en la escena global.
El reto que reviste ese frente cohesionado que necesitamos más que nunca es que la UE enfrenta divisiones internas que pueden complicar este liderazgo. La creciente influencia de la ultraderecha pro-Trump y pro-Putin en Europa y el debilitamiento del eje franco-alemán generan un panorama fragmentado. Países como Polonia, los bálticos y España podrían ganar protagonismo, mientras que otras figuras que desafían la visión de integración de Bruselas, intentarán dificultar una respuesta europea unificada ante el retorno de Trump al poder.
2. Asumir un papel de liderazgo global
La posible retirada de EE.UU. de foros internacionales abre oportunidades a la UE para jugar un papel central en el abordaje de los desafíos globales, promoviendo la paz y el respeto al derecho internacional, así como reforzando un multilateralismo que fomente la cooperación entre países. En suma, nuestra identidad distintiva en términos políticos.
En términos económicos, la UE podría abogar por un comercio global que incorpore criterios de sostenibilidad climática y justicia social, contribuyendo a la mitigación de la desigualdad. Este enfoque la posicionaría como líder en la creación de un sistema global más inclusivo, sostenible y respetuoso de los derechos humanos.
Se trata de tomar la delantera en los grandes retos globales. La administración Trump, conocida por sus políticas escépticas en torno al cambio climático, podría dificultar la cooperación en este ámbito, mientras que Europa puede liderar la transición hacia economías sostenibles mediante el Pacto Verde Europeo. La UE también tiene la oportunidad de posicionarse como defensora del multilateralismo, promoviendo derechos humanos, resolución de conflictos y desarrollo sostenible en un mundo que enfrenta crecientes tensiones.
3. Diversificar las relaciones comerciales
El proteccionismo de Trump debe llevar a Europa a expandir sus acuerdos comerciales en regiones como América Latina, África y Asia-Pacífico. Acuerdos como el UE-Mercosur y la estrategia Global Gateway permitirían diversificar los mercados y reducir la dependencia de EE.UU., creando cadenas de suministro más resilientes. Esta diversificación también se alinea con el objetivo de construir una economía europea más sostenible y adaptable frente a las crisis globales.
Ante el desafío que supone el regreso de Trump, la UE tiene la oportunidad de reinventarse y liderar en el escenario global. La historia demuestra que Europa se fortalece a través de las crisis, y esta no será la excepción. Este es el momento de prepararse para un mundo con menos presencia estadounidense y más protagonismo europeo.
El camino no será fácil. Nunca lo ha sido. Pero en este desafío reside la oportunidad de construir una Europa más fuerte, más unida y más influyente; capaz de enfrentar los retos del siglo XXI con una visión ambiciosa y compartida.
Vicente Montávez Aguillaume es diputado del PSOE en el Congreso y portavoz del Grupo Socialista en la Comisión Mixta de la UE.