‘El traje’, sudar la camiseta en el escenario

‘El traje’, sudar la camiseta en el escenario

Con Javier Gutiérrez en el Teatro de la Abadía. 

Una escena de 'El traje'Teatro de la Abadía

Sin duda alguna el estreno teatral del mes en Madrid es El traje de juan Cavestany en el Teatro de la Abadía. El público así lo ha pensado y ha comprado entradas como loco. La consecuencia es que ha ampliado la temporada en dicho teatro. Por lo que estará en cartelera.

El motivo seguramente ha sido la presencia de Javier Gutiérrez. Actor español que lleva ya varias décadas en series televisivas de éxito. Recogiendo las mejores críticas y muchos premios en sus intervenciones cinematográficas. Aunque nada como el éxito de público que tuvo con Campeones. Sin olvidar que también ha tenido incursiones teatrales y ha toreado, actuado, en plazas muy grandes y en muchas de las mejores. 

Su compañero en escena, Luis Bermejo, tampoco se queda corto. Quizás no ha tenido la visibilidad televisiva y cinematográfica que Gutiérrez, pero siempre ha estado ahí. Le ha ido mucho mejor en el teatro donde tiene una legión de fans. Si quieren comprobarlo solo tienen que tratar de conseguir entradas cada vez que se anuncia una reposición de El minuto del payaso en el Teatro del Barrio de Madrid.

Entonces, la pregunta es, si la obra tiene a estos dos grandes actores, a los que se ve sudar la camiseta en escena como los deportistas de élite actoral que son, si ellos lo dan todo con la calidad que se espera, ¿por qué no funciona?

Tal vez, el fallo esté en el texto y en la dirección. Las dos responsabilidad de Juan Cavestany, ya que es el autor y el director de la obra. El texto es ágil, pero da la sensación de que es la réplica por la réplica. Una cuestión de técnica de escritura dramática, un ejercicio lleno de filigranas, quizás el motivo por el que Cavestany es finalista a los Premios Max de teatro de 2024 como mejor autor de teatro, aunque no se entiende para qué se cuenta esta historia más allá de ofrecer una herramienta de lucimiento actoral. Pues no queda claro qué objetivo tienen los dos protagonistas, qué necesidad les mueve a hacer lo que hacen y decir lo que dicen en escena.

Lo del objetivo, la necesidad que mueve a los personajes, es importante tenerlo claro para que el actor pueda accionar, actuar, interpretar. Y para que el director pueda ver si lo que propone el actor, lo que crea en los ensayos, tiene coherencia con esas necesidades que tienen los personajes en el contexto de la obra.

Hay que contar que la situación es el interrogatorio que un posible jefe de seguridad de unos grandes almacenes, pues no está claro, hace a un cliente que se ha peleado por un traje con una señora mayor el primer día de rebajas en medio de una avalancha de compradores. Acción que no le pega. Pues parece uno de esos anodinos mandos intermedios, profesionales liberales con despacho propio o funcionarios de cierto nivel, de los que siguen vistiendo con camisa blanca, corbata, chaqueta azul marino y pantalón beis.

Al menos no le pega tanto como al jefe de seguridad le pega lo que hace y cómo lo hace, ya que, en sus formas de vestir, reaccionar y actuar es raro de por sí. Con esos pantalones de pinza pesqueros. Con unos zapatos en versión zapatillas negras cómodas. Alguien que se mueve chepudo y extraño.

La reunión tiene lugar en uno de esos espacios que lo mismo sirve de almacén que de despacho en unos grandes almacén o centros comerciales. Una escenografía bastante contundente y excesiva en la que Mónica Boromello no brilla como suele ser habitual. Pues es como muy grande, ocupando todo el espacio de la sala San Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía.

El jefe de seguridad quiere saber qué pasó realmente, los hechos. Algo que parece que ya sabe porque tiene una grabación de las cámaras de seguridad. Y el cliente, consciente de que, de ceñirse a lo hechos, quedará bajo sospecha sin comerlo ni beberlo, trata de no confirmarlos, a no ser que lo hayan grabado las cámaras de seguridad del centro.

Se establece así un juego del gato y el ratón que no se entiende. Porque si han pasado las cosas graves que se dicen y están grabadas, solo hay que hacer una denuncia y que el cliente se justifique y defienda ante un juez. Y si el cliente piensa que no tiene razón de ser, ¿por qué sigue la dinámica? ¿Qué persigue sobre todo en un momento en que le llaman insistentemente de casa por un problema doméstico con un hijo adolescente que al otro lado del teléfono se vive como urgente e importante?

Es la misma extrañeza que provoca la escenografía de Mónica Boromello que esta vez tampoco parece funcionar, es decir, ayudar a entender lo que sucede en escena. Una escenografía excesiva para la acción. Con una puerta demasiado baja para que una persona pase sin agacharse que no se entiende porque la usan los personajes, habiendo otra de tamaño normal.

Que, con estos mimbres, que hacen intuir el percal de la obra desde bastante al principio, Bermejo y Gutiérrez sean capaces de mantener el interés y provocar la risa y la carcajada de muchos espectadores, habla muy bien de estos actores. Que se lo dan todo al público, apostando si es necesario a la carta más alta, incluso doblando la apuesta.

Son ellos los que provocan el fuerte y largo aplauso que les dan al final de la función. Pero es que se han jugado la obra como si estuvieran jugando la final de la Champions. Y, aunque alcanzan la portería contraria, es decir al público, no le meten ni un gol por los comentarios que se oyen a la salida, ni haciéndoles reír.

Y no lo hacen porque hay que jugar en un buen terreno de juego, que en el teatro es un buen texto. Aunque fuese un texto en la estela del teatro del absurdo, como podría ser este. En el que el trabajo de los intérpretes no se quedase en la talentosa aplicación de una buena técnica actoral para contar unos chistes. Sino para contar una historia, un relato, por muy absurdo e ininteligible que fuese, que afecte a ese público que agota entradas y aplaude tanto.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.