El sistema español se europeiza frente a Vox

El sistema español se europeiza frente a Vox

El abrazo mortal que el PP dio a Vox tuvo el efecto de vincular a todos los demás partidos del espectro en contra de aquella alianza contra natura que nos retrotraía a experiencias que nadie quería repetir.

Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados.Europa Press via Getty Images

El surgimiento de la extrema derecha en la Unión Europea es un fenómeno que viene de antiguo pero que ha arreciado en los últimos tiempos, al amparo de la crisis de funcionalidad del llamado consenso socialdemócrata que construyó los estados de bienestar pero que ha sido incapaz de prevenir y de reparar las grandes crisis del siglo XXI, la financiera de 2008 y la sanitaria de 2020. El drama comenzó en 1972, cuando Jean Marie Le Pen fundó el Frente Nacional al socaire de la derrota francesa en Argelia, acompañado por extremistas y neonazis de antiguo cuño. Pero el fenómeno se ha extendido por nuestro continente hasta alcanzar a la mayoría de los países, de tal forma que en la actualidad la extrema derecha está en los ejecutivos de 5 países de la Unión: Italia, Hungría, Polonia, República Checa y Finlandia, aunque tan solo en Italia gobierna una primera ministra neofascista.

Los franceses representan hoy la integridad democrática y el neoliberalismo parlamentario en la Europa posterior al final de la Segunda Guerra mundial en 1945. Y, como víctimas caracterizadas de la locura nacionalsocialista, han rechazado desde el primer momento la posibilidad de que los epígonos de la Francia de Vichy tengan acceso a las instituciones francesas. Desde el primer momento, todos los partidos democráticos de Francia han formado un cordón sanitario que aísla a la extrema derecha y que ha impedido que gobierne en cualesquiera instituciones. También en Alemania la extrema derecha está proscrita (Alternativa para Alemania), y también lo estuvo durante cierto tiempo la extrema izquierda (Die Linke), y los partidos democráticos han rechazado sistemáticamente cualquier alianza con ella. De ahí que en varias ocasiones –tres veces durante el mandato de Angela Merkel— se haya formado una gran coalición SPD-CSU/CDU para evitar, tanto en los lander como en la Federación, que los enemigos declarados de la democracia parlamentaria tengan alguna influencia institucional.

Todos los partidos democráticos de Francia han formado un cordón sanitario que aísla a la extrema derecha y que ha impedido que gobierne en cualesquiera instituciones

En España, la irrupción de VOX, una formación de extrema derecha que surgía de los subterráneos del Partido Popular y que entroncaba con rescoldos poderosos de la todavía viva nostalgia franquista, puso fin al pacífico bipartidismo que había funcionado satisfactoriamente durante la actual etapa constitucional. Tras las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo de 2023, el PP cayó en la tentación de aliarse con el diablo para conseguir el control de unas cuantas comunidades autónomas y en un cupo considerable de ayuntamientos. Rajoy se sintió bien afirmado en su cargo de jefe de la oposición y no midió el alcance de aquella decisión humanamente comprensible pero intelectualmente inaceptable. Y sucedió lo que tenía que suceder: el presidente del Gobierno convocó elecciones generales para el 23 de julio siguiente, una decisión que parecía arriesgada dados los malos resultados obtenidos por el PSOE en los comicios territoriales pero que ponía a prueba muy oportunamente la postura de la gran mayoría política y social de este país en contra de que la extrema derecha llegará al poder de la mano no de la derecha constitucional. El abrazo mortal que el PP dio a VOX tuvo el efecto de vincular a todos los demás partidos del espectro en contra de aquella alianza contra natura que nos retrotraía a experiencias que nadie quería repetir. Y aunque el PP ganó las elecciones, Pedro Sánchez logró aglutinar una mayoría irreductible que cerraba el paso a la incorporación de Vox a la mayoría de gobierno.

Titania
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Santander

La última escena por el momento de aquel gran despropósito ha sido la negativa plausible del PP a aceptar someterse ahora al intolerable chantaje de los neofascistas que pretendían dejar en las desatención y en la indigencia a cientos de menores inmigrantes que ya residen en nuestro país y que necesitan ser atendidos por su evidente condición de seres humanos. La negativa a estas actuaciones humanitarias retrata perfectamente el atraso paleontológico de una extrema derecha que no he entendido que desde las revoluciones burguesas el mundo va en otra dirección. El PP todavía no ha acabado el trabajo pero está, de momento, en el buen camino.