'El secuestro', si no sabes secuestrar ¿pá que te metes?

'El secuestro', si no sabes secuestrar ¿pá que te metes?

Para reír y oxigenarse.

El ministro y su hijo en El secuestroTeatro Lara

Esta semana toca comedia. Una comedia popular y comercial que se puede ver en el Teatro Lara. Se llama El secuestro y es de Fran Nortes, quien también la dirige. Una de esas comedias que se suelen describir como frescas y para el verano, pero lo cierto es que pueden cumplir su función de hacer reír en cualquier época del año.

Para eso necesitan un buen embrollo. Un lío. En este caso se trata de un secuestro perpetrado por un cincuentón dueño de un puesto en el Mercado de la Latina. Mercado que por orden del ministro van a cerrar para vendérselo a una inmobiliaria dejando a veintiocho familias sin su forma de subsistencia.

Las consecuencias se pueden leer todos los días en los periódicos. Persona que pierde su medio de vida. Que no encuentra otro debido a su edad. Dejando de pagar las cuentas y, entre ellas, la hipoteca, por lo que más pronto o más tarde, será desahuciado.

Así que aplicando la lógica que es mejor de pedir que de robar, para defender su puesto en el mercado se lanza al secuestro del hijo del ministro. Para luego pedir argo a dicho ministro. ¿El qué? No sabe. Podría ser desde un rescate a que no cierren el mercado. Claro que este pescadero no tiene ni las artes ni el espíritu de un secuestrador. No se ha preparado para ello.

Y los que pasan por allí y podrían ayudarle, su hermana y su cuñado, aún menos. Todos ellos lo intentan, siguiendo el modus operandi de las películas y las series, pero de nada les vale frente a dos ladrones de guante blanco bien entrenados y con experiencia como son el ministro y su hijo.

Del choque de esa inocencia en el crimen frente a la experiencia de los verdaderos criminales surgen los equívocos, los enredos, las puertas, los armarios de los que salir. Vamos, lo típico de un vodevil. Entradas y salidas, réplicas y contrarréplicas que deben darse a una determinada velocidad y en el momento justo para que funcionen. Como también es necesario que haya un tiempo para que se cocine el chiste, la gracia, o el gag que hará reír al respetable.

Para que eso ocurra, las cosas se digan y se hagan en los momentos precisos en escena, es necesario que la dirección esté clara. La de Fran Nores lo está. Sabe hacia donde quiere ir y cómo.

Además, se necesita un elenco que entienda lo que la obra necesita, de acuerdo con las indicaciones de la dirección, y sepa darlo. El reparto de esta obra lo entiende y sabe. Desde lo más conocidos a los que no lo son tanto. Entre los conocidos está Carlos Chamarro, que hace del pescadero cincuentón y aprendiz de secuestrador que va a perder la casa, que crea un personaje con tal desvalimiento ante la adversidad que hace imposible no empatizar con él. Y, también, Leo Rivera, que hace de cuñado del anterior, sindicalista tontuelo y buena gente de barrio, que este actor crea con mucha vulnerabilidad e inocencia. Solo alguien como él podría pasearse por el escenario gran parte de la función de la manera que él lo hace por algo que es mejor no contar para no chafar la gracia y jugarlo de una forma que parece que así debe ser en la vida en esos casos, cuando lo que está haciendo es comedia, pura farsa.

  El pescadero, su hermana y su cuñado en El secuestroTeatro Lara

No nombrar a los otros tres que los acompañan sería injusto. Pues también están bien en el personaje que les toca. Diana Lázaro, como la hermana protectora del pescadero, y la esposa del sindicalista que, como se decía antaño, es la que lleva los pantalones de la relación. El ministro que hace Carlos Heredia que parece salido del ministerio, recién llegado de hablar con su gabinete de comunicación para subirse a escena. Y Óscar Lasarte que sabe hacer el hijo gay fuera de los tópicos, pero dentro de las saunas.

Por cierto, tópicos que se usan para hacer reír pero que por alguna razón no parecen homófobos. Tal vez por la candidez y la bisoñez con la que los actúan tanto Chamorro como Rivera. Y, quizás, porque no son los únicos tópicos que se usan que, esta comedia esta llena de ellos en busca de unas buenas risas.

Como ese pensamiento que de tan ampliamente extendido se acepta como verdad. Según el cual los ladrones son los de siempre, los que tienen poder y posibilidades de chanchullear. Y el pueblo, que no puede, además de no saber, si tiene la oportunidad, no quiere hacerlo, por su conciencia de clase. Estos últimos sufren a los poderosos en silencio público, solo se quejan en casa y con los íntimos. Como mucho se manifiestan cuando no están de acuerdo con sus decisiones.

Así que, obviando que es raro que un ministro o su familia se pringue en una licitación inmobiliaria de un mercado municipal ya que esas competencias están transferidas a comunidades y ayuntamientos, el público reirá mucho con esta obra pues está hecha para eso. Para reír y oxigenarse. Algo que el espectador agradece, ¡vamos que si lo agradece!

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.