El hundimiento de la izquierda radical

El hundimiento de la izquierda radical

La razón del declive de Podemos y de Sumar (y de las organizaciones englobadas en Sumar, Izquierda Unida entre ellas) es intuitivamente fácil de obtener.

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, juntos en noviembre de 2019Cris Andina

Las encuestas son simples aproximaciones a la realidad y tienen el valor relativo que tienen. Sin embargo, la de Ipsos que publica este domingo «La Vanguardia», con una ficha técnica correcta y con el aval que le proporciona el periódico, de una solvencia incontestable, merece una atención especial. Primero, porque se ha efectuado después de la DANA, una catástrofe tremenda que ha impresionado al electorado; segundo, porque se ha publicado en vísperas del Congreso Federal del PSOE; y tercero, porque certifica con una claridad descarnada el desastroso hundimiento de la izquierda radical, de las dos formaciones que actualmente ocupan el espacio que perteneció en una época no tan lejana a Unidas Podemos, la boyante alianza entre Podemos e IU.

Como ya sabrá seguramente el lector, la referida encuesta otorga 145 escaños para el PP (137 en las elecciones de julio de 2023), 119 para el PSOE (121), 45 para VOX (33) 7 para Sumar (31, incluyendo los 4 de Podemos) y 2 para Podemos (que obtuvo 4 incluidos en Sumar, que luego pasaron al grupo mixto). Es decir, la izquierda radical ha pasado de 31 escaños a 9. Y, por esta causa, la izquierda estatal desciende de 154 escaños a 128.

Tales resultados son inquietantes por la inestabilidad que sugieren y por la dificultad de formar una mayoría política, a pesar de las apariencias. Porque si bien el PP no tuvo empacho en pactar con VOX en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos, la colaboración ha ido debilitándose y hasta destruyéndose a veces, y es muy probable que la clientela moderada y democrática del PP, que debe ser mayoría, consienta al aparato de Génova seguir la estela de una extrema derecha xenófoba y machista y aliarse con ella.

La razón del declive de Podemos y de Sumar (y de las organizaciones englobadas en Sumar, Izquierda Unida entre ellas) es intuitivamente fácil de obtener. La creación de Podemos, al hilo de la gran crisis de 2008 y para trascender de las recetas tradicionales, se basó en la oferta de un populismo pragmático que reemplazara a los inhábiles partidos tradicionales, que ni vieron venir la crisis ni mucho menos afrontarla con acierto y energía. Pronto se vio que la combinación entre la izquierda radical, realista y osada, y la izquierda socialdemócrata daría como resultado un gobierno capaz de restañar las heridas de la crisis y, posteriormente, de la gran pandemia. La figura de Pablo Iglesias, con indudable carisma en los primeros años de militancia pública, contribuyó el éxito de la operación, del que todavía vive la izquierda superviviente.

Aquella izquierda con visos idealistas, integrada a regañadientes en el sistema y combativa ante los abusos del establishment, se ha deteriorado hasta llegar al borde de la consunción. Averiguar el porqué ha ocurrido esto es una empresa relativamente complicada pero no es difícil advertir que esas organizaciones jóvenes que llegaron a resolver las crisis del sistema han envejecido y hoy adolecen de las mismas inercias negativas que los partidos tradicionales. La obra original de Pablo Iglesias se ha derrumbado y los restos se han convertido en una nueva Izquierda Unida, tan poco atractiva como la residual que sobrevivió a Anguita.

La desfiguración de la izquierda radical y el desgaste del PSOE en el poder explican el otro elemento notorio de la encuesta: el ascenso de la derecha antisistema, de 33 a 45 escaños, un reflejo claro del desagrado de la ciudadanía ante el tono y la forma que los viejos partidos estatales utilizan para dirimir sus diferencias y cultivar sus inquinas históricas.

Las elecciones norteamericanas, en que las ideologías y los valores han cedido a un populismo ácrata y hueco, debería alertar a Europa sobre la necesidad de que las elites hablen con las sociedades y concierten con ellas políticas útiles, que generen bienestar y eleven el nivel de vida de la inmensa mayoría. Cualquier observador verá que hoy la sociedad de este país está angustiada por el problema de la vivienda, que requiere políticas rápidas y consensuadas. Pero nuestras instituciones siguen vagabundeando por los cerros de Úbeda, sorteando trampas y esparciendo odios, sin ver la desazón en que viven cada vez más ciudadanos desatendidos.